Fue un martes, martes 29 de julio. El segundo turno tenía 20 minutos de haber entrado. A las 16:20 les dijeron que apagaran todo. Máquinas, bombas, ventiladores, recogieran sus cosas y fueran a la explanada.
“Pensábamos que iban a presentar otro carro, un carro nuevo”, dijo un trabajador de uniforme gris con tonos blancos y azules, afuera de la planta.
La mayoría de los 2 mil 400 trabajadores que son, que aún quedan, tenían la vieja sospecha de que la Nissan de la CIVAC, Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca, cerraría. Desde el 2013, incluso, cuando la empresa japonesa inauguró su planta en Aguascalientes, comenzaron los rumores. En 2022, unos 800 fueron despedidos. Otros se fueron a Aguascalientes con salarios menores. Aun así, el 30 de marzo pasado, el anuncio del cierre de la planta en Argentina, les devolvió la confianza.
“Ninguna empresa ha planteado irse. Incluso Nissan, al revés, movió una parte de la fabricación de Argentina a México y va a haber una producción mayor”, dijo la Presidenta Claudia Sheinbaum el 23 de julio. Por eso es que fueron sorprendidos.
Ya cuando iban a la explanada, el personal de seguridad cerró las áreas de trabajo.
“Ahí vimos que no era nada bueno. Es como si tu esposa te dijera ‘quiero hablar contigo, pero vámonos a la calle’ y ves que está cerrando el portón”, dijo el trabajador.
El aviso llegó en videomensaje. La planta de 1966, la primera abierta fuera de Japón, cerrará en marzo, dentro de nueve meses, y la producción de los modelos Nissan NP300, Frontier y Versa se integrarán al complejo de Aguascalientes.
Después, a todos los mandaron a su casa a esa hora. Un día de descanso, sin saber por qué, a menos que fuera por eso, claro, y que volvieran hasta el jueves. Desde entonces todo entró en una silenciosa espera.
Afuera lo único que se mueve son las moscas. Veloces, desesperadas, como con el tiempo encima. Atacan los platos sobre la mesa de la taquería “Don Abacuc”, en la entrada al Sindicato Independiente de Trabajadores de Nissan Mexicana. Las puertas de las oficinas estaban abiertas allá adentro, pero la reja estaba cerrada con doble candado.
¿Traes solicitud? La puedes ir a dejar en el módulo. Pero ya no va a haber contrataciones- dijo la mesera y se apuró a tapar las salsas con una malla plegable.
Del otro lado de la reja, inmenso campo gris y blanco de 104 mil metros cuadrados, 14 campos de futbol, todo estaba inmóvil. Como si los 59 años de la planta no hubieran pasado, sino que estuvieran por delante, en ese silencio que antecede a casi todo.
El miércoles hubo una reunión sindical en la que se les pidió calma, pero no se les dijo cómo.
Por lo menos, contuvieron las propuestas de manifestarse. El jueves los trabajadores regresaron pateando las piedritas del pavimento. ¿Qué se le va a hacer?, decían. Buscando novedades para cuando regresaran a su casa.
“Llego a mi casa, me pregunta mi familia, todos, qué pienso. Y no pienso nada. ¿Ni modo que me ponga a llorar, me ponga a gritar, me ponga contento? Ya qué”, dijo un obrero, esperando entrar a su turno de las 16:00 horas.
Traía la barba blanca y gris de 54 años y dos días sin afeitarse. Se limpiaba el sudor con un pañuelo. Le faltan dos años para pensionarse con 38 años de servicio.
“Lo que siento es por las familias de los más jóvenes, de todos modos, ya los que entran ahorita ya no les dan planta, son puros eventuales”, dijo.
A él la Nissan le ha dado casi todo. Compró un terreno con su salario, construyó una casa, sus tres hijos estudiaron una carrera, se compró un carro con el 25 por ciento de descuento.
Este año le dieron 72 mil pesos de utilidades. En diciembre le darán su fondo de ahorro.“Si yo no estuviera aquí, estuviera en el Ejército. Uno aquí, por ejemplo, gana 3 mil pesos a la semana, y allá afuera mil 300”, agregó.
La Nissan en la Civac fue inaugurada el 12 de mayo de 1966, un año en el que Jiutepec tenía 8 mil 448 habitantes. No los más de 215 mil reportados ahora.
Comenzó con 740 empleados y el primer modelo facturado ahí fue el sedán Datsun Bluebird. Diez mil 510 unidades, de 1966 a 1968, según datos de la empresa.
En 59 años, se han fabricado 6.5 millones de autos, el 11 por ciento de su producción mundial.
Uno de ellos lo conduce Antonio Santos: Un Tsuru blanco descontinuado con el que lleva tacos de la Taquería La Reina hasta la entrada de la Nissan.
“Desde siempre empezamos a trabajar aquí, y sí, nos afecta el cierre, porque ese dinero ya no va a llegar a nosotros. Inclusive a los tacos ya no va a llegar tampoco el dinero”, dijo Santos, medio calvo, 58 años, un año menos que la planta.
El Tsuru, con 2.4 millones vendidos tan sólo en México, se dejó de fabricar en Civac en mayo de 2017. Después de 32 años, por la imposibilidad de contar con bolsas de aire que exigía la nueva norma.
“La verdad, no entiendo por qué lo sacaron. A este carro no le hacía falta ni publicidad ni nada, porque solito se vendía”, dijo Santos, estacionado sobre la carretera Cuautla-Cuernavaca. A su derecha, la planta silenciosa. Decenas de motos y autos inmóviles. Del otro, centros comerciales, cafés y tiendas departamentales, bares, tiendas de ropa, una funeraria.
Esta parte de la ciudad creció frente a las 220 hectáreas, asignadas a la Civac por decreto de Gustavo Díaz Ordaz. Unas 60 empresas donde la más grande sigue siendo la Nissan.
“Hasta López Obrador tenía un Tsuru”, le dijeron.
“No era bueno porque tuviera uno Obrador. Era bueno porque era bueno”, contestó.
El Gobierno de Morelos tiene registro de 2 mil 400 trabajadores, entre sindicalizados y eventuales.
El dirigente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) en Morelos, Eduardo Medina Carbajal, calculó en más de 3 mil los empleos indirectos.
La Nissan es la principal fuente de empleo en el estado. Una nómina de más de 800 millones de pesos anuales. Una derrama indirecta de más de mil 500 millones.
“Es un símbolo bastante importante para el Estado”, dijo. Pero Medina cree que falta calibrar el verdadero costo del cierre, provocado desde los números rojos con que funcionaba Nissan, hasta la guerra de aranceles de Donald Trump que impuso un 25 por ciento a los autos. El futuro es una emboscada.
A las cuatro de la tarde, cientos de obreros de uniforme gris salieron casi en silencio. Se armaban grupos murmurando y callados cuando se acercaba algún desconocido.
“Normal. Normal, yo sentí normal el día. Viene uno a hacer su chamba, como siempre”, dijo uno de ellos. Otros murmuraron que en Aguascalientes están cobrando menos impuestos. Más oportunidades para pagar la luz, el agua.
“Aquí el Gobierno no quiere ayudar en eso. Ahorita, por ejemplo, nos enteramos de que el Gobierno le está cobrando a la empresa impuestos ambientales”, dijo un muchacho que se preparaba para entrar a su turno de las cuatro de la tarde como dos días antes. Aquel día.
Una hilera de camionetas blancas cargadas de obreros salía del estacionamiento. ¿A dónde los llevan?, le preguntaron al grupo. “A la chingada”, dijo uno.