Washington.- Días después de que el presidente Donald Trump clasificara al fentanilo como arma de destrucción masiva, la Administración para el Control de Drogas (DEA) reveló que los cárteles han desarrollado una forma maleable y colorida de la droga sintética que puede moldearse como plastilina, complicando aún más los esfuerzos de detección en la frontera y aumentando el riesgo de exposición accidental.

El descubrimiento representa un giro inquietante en la crisis de opioides que ha matado a decenas de miles de estadounidenses anualmente. Mientras las autoridades perfeccionaban sus métodos para detectar polvos blancos y pastillas falsificadas, los traficantes ya estaban varios pasos adelante, transformando el fentanilo en una sustancia que podría pasar desapercibida como juguete infantil, goma de mascar o material de construcción.

“Esta es la evolución constante del narcotráfico”, explicó un analista de seguridad fronteriza que solicitó anonimato por no estar autorizado a hablar públicamente. “Cada vez que cerramos una puerta, ellos abren una ventana. Y esta ventana es particularmente peligrosa”.

Los laboratorios de la DEA identificaron recientemente esta forma preocupante de fentanilo en diversos colores y texturas.

A diferencia de las presentaciones tradicionales —polvos blancos o pastillas prensadas que imitan medicamentos como Percocet o Xanax—, esta versión es suave, flexible y puede moldearse sin necesidad de agua, características que la convierten en una herramienta ideal para el contrabando.

Las pruebas de laboratorio revelaron que estas muestras contienen combinaciones de fentanilo, sustancias relacionadas con el opioide sintético y otros adulterantes, con niveles de pureza que varían desde menos del 1% hasta más del 20%. Incluso en concentraciones bajas, el fentanilo es extraordinariamente letal: una cantidad equivalente a unos cuantos granos de sal puede causar una sobredosis fatal.

La versatilidad de esta presentación abre un abanico de posibilidades para los traficantes. La sustancia podría ser moldeada para parecerse a artículos cotidianos, escondida dentro de juguetes, disimulada como material escolar o incorporada en objetos decorativos. Su capacidad para adoptar cualquier forma sin perder potencia representa un desafío sin precedentes para los agentes aduanales que ya luchan por detectar el fentanilo que ingresa principalmente a través de los puertos de entrada terrestres.

La declaración de Trump y sus implicaciones

La revelación de la DEA llega apenas días después de que el presidente Trump firmara una orden ejecutiva sin precedentes que clasifica al fentanilo como arma de destrucción masiva, otorgando al Gobierno federal herramientas legales adicionales y potencialmente abriendo la puerta a acciones militares más agresivas contra los cárteles internacionales.

“Es una amenaza militar directa contra los Estados Unidos de América”, declaró Trump desde la Oficina Oval al firmar la orden el lunes pasado, afirmando que la cantidad de drogas que ingresa al país por vía marítima ha disminuido un 94 por ciento.

Sin embargo, la realidad es más compleja. La mayoría del fentanilo continúa ingresando a Estados Unidos a través de puertos de entrada terrestres en la frontera con México, donde los cárteles mexicanos producen la droga utilizando químicos precursores importados principalmente desde China. La producción también está en auge en el Triángulo Dorado del sudeste asiático, que incluye Laos, Myanmar y Tailandia.

La clasificación como arma de destrucción masiva evoca inevitablemente comparaciones con las afirmaciones sobre Irak durante la administración de George W. Bush, que resultaron falsas pero sirvieron como justificación para una invasión que reconfiguró el Medio Oriente. Ahora, la designación podría proporcionar fundamento legal para sanciones más severas contra entidades chinas vinculadas a la cadena de suministro del fentanilo y, potencialmente, para operaciones militares en América Latina.

La administración ya ha especulado sobre posibles acciones militares en Venezuela contra supuestos objetivos de narcotráfico, como parte de su campaña contra el presidente Nicolás Maduro, aunque Venezuela no se considera un contribuyente importante al tráfico global de fentanilo. Estados Unidos también ha contemplado ataques contra cárteles en Colombia y México.

La carrera tecnológica del narcotráfico

Para quienes han cubierto la guerra contra las drogas durante décadas, la aparición del fentanilo maleable no es sorprendente, sino inevitable. Los cárteles mexicanos, particularmente el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, han demostrado repetidamente su capacidad para innovar bajo presión.

Cuando las autoridades estadounidenses intensificaron la lucha contra la heroína proveniente de México en la década de 2010, los cárteles pivotaron hacia el fentanilo, un opioide sintético que es aproximadamente 100 veces más potente que la morfina y puede producirse en laboratorios clandestinos sin necesidad de cultivar amapola. Cuando las fuerzas de seguridad mejoraron la detección de polvos sospechosos, los traficantes comenzaron a prensar el fentanilo en pastillas que imitaban medicamentos recetados legítimos.

Ahora, con la presentación maleable, los cárteles han dado un paso más en esta carrera armamentista química. La sustancia puede ser teñida de cualquier color —rosa, azul, verde, amarillo— y moldeada en formas que no levanten sospechas. Un agente fronterizo podría inspeccionar una figurina de plastilina sin imaginar que contiene suficiente fentanilo para matar a docenas de personas.

“Los cárteles tienen químicos sofisticados trabajando para ellos”, explicó un investigador especializado en narcotráfico que ha rastreado la evolución del fentanilo en México. “No son simplemente criminales violentos. Son empresarios brutales con acceso a tecnología y conocimiento científico”.

El peligro para el público

Más allá de las implicaciones para el control fronterizo, esta nueva forma de fentanilo presenta riesgos únicos para el público en general. Su apariencia inofensiva aumenta la probabilidad de contacto accidental o ingesta, particularmente entre niños que podrían confundirla con juguetes o dulces.

La DEA ha emitido advertencias urgentes a padres, educadores y líderes comunitarios sobre los peligros de esta sustancia. Las autoridades instan al público a evitar manipular sustancias desconocidas, especialmente aquellas con texturas o apariencias inusuales, y a buscar atención médica inmediata ante cualquier sospecha de exposición.

La naloxona, un medicamento que puede revertir sobredosis de opioides, continúa siendo crucial, pero su efectividad depende de que se administre rápidamente. El problema con el fentanilo maleable es que las personas podrían no darse cuenta de que han estado expuestas hasta que los síntomas ya son severos.

Un problema sin solución fácil

Tom Homan, zar fronterizo de la Casa Blanca, declaró el lunes que “con una frontera segura, se están salvando vidas cada día, la trata de personas se ha desplomado, el fentanilo se ha desplomado”. Sin embargo, datos independientes sobre el consumo real de fentanilo siguen siendo limitados, y la aparición de esta nueva forma sugiere que la crisis está lejos de resolverse.

La clasificación del fentanilo como arma de destrucción masiva y la revelación de su versión maleable subrayan una realidad incómoda: la guerra contra las drogas ha sido, en gran medida, una batalla perdida de antemano. Cada táctica de interdicción ha sido eventualmente superada por la innovación criminal. Cada muro construido ha encontrado un túnel debajo. Cada tecnología de detección ha sido eludida por una nueva formulación química.

La pregunta ahora no es si los cárteles continuarán innovando —lo harán—, sino qué tan lejos está dispuesto a llegar el Gobierno estadounidense en su respuesta. La designación de Trump como arma de destrucción masiva sienta un precedente peligroso que podría justificar desde sanciones comerciales hasta intervenciones militares en países vecinos.

Mientras tanto, en laboratorios improvisados a lo largo de México y el sudeste asiático, químicos anónimos ya están trabajando en la siguiente iteración, la siguiente forma, el siguiente disfraz. Y en Estados Unidos, las comunidades continúan enterrando a sus muertos, víctimas de una sustancia que ahora puede adoptar cualquier apariencia, excepto la de una solución cercana.