En agosto pasado, cuando conocí y entrevisté por primera vez a Karla Sofía Gascón, la protagonista de Emilia Pérez, me dijo que no era el tipo de persona que retrocede ante un conflicto.

“Soy una super guerrillera”, dijo entonces Gascón. “Me encanta pelearme con todo el mundo y si por mí fuera estaría en todos los programas y con toda la gente bum, bum, bum”.

Lo compartió para ilustrar lo tensa que se había vuelto su vida en los años previos a Emilia Pérez, cuando Gascón, previamente conocida por el público mexicano por su trabajo en telenovelas, salió públicamente del armario como una mujer trans. Pero esa alusión a su naturaleza combativa también podría haberse considerado como una especie de adelanto, ahora que la actriz recientemente nominada al Oscar, se ha visto envuelta en un escándalo —y se ha embarcado en un desafiante bombardeo mediático— que ha puesto en peligro tanto su carrera como la campaña de premios de Emilia Pérez, que antes estaba en primera línea.

La semana pasada, la actriz de 52 años y el musical en español que protagoniza estaban en la cresta de la ola. Con 13 nominaciones a los Oscar, Emilia Pérez representaba la mejor baza de Netflix para finalmente lograr su primer premio a la mejor película, mientras que Gascón ya había hecho historia como la primera actriz abiertamente trans en ser nominada a un Oscar.

Pero, el pasado miércoles, la periodista Sarah Hagi desenterró varias publicaciones que Gascón escribió hace años en la red social X y en las que denigraba a los musulmanes (decía que el islam se estaba “convirtiendo en un foco de infección para la humanidad que hay que curar urgentemente”), calificaba a George Floyd como un “estafador drogadicto” y criticaba a los diversos ganadores de la gala de los Oscar de 2021 (“No sabía si estaba viendo un festival afrocoreano, una manifestación de Black Lives Matter o el 8M”). En un comunicado emitido por Netflix al día siguiente, Gascón se disculpó por las publicaciones. Pero en lugar de dejar que las cosas se calmaran, la estrella tomó cartas en el asunto.

Tras desactivar su cuenta de X, Gascón envió una larga y desafiante misiva a Hollywood Reporter para informar a sus detractores: “Cuanto más intenten hundirme más fuerte me va a hacer”. En una entrevista posterior con CNN En Español que ella misma reservó, Gascón rompió a llorar, afirmó que una publicación en X en la que parecía insultar a su compañera de reparto en Emilia Pérez, Selena Gómez, había sido manipulada, y afirmó: “No puedo retirarme de una candidatura al Oscar porque no he cometido ningún delito”.

Mientras tanto, Gascón ha continuado montando una defensa casi diaria en su cuenta de Instagram que ha mantenido la controversia en los titulares. Ninguna de sus últimas acciones ha sido sancionada por Netflix, y los estrategas de la cadena ahora deben determinar cómo salvar la campaña de premios, que llegó a parecer una apuesta segura, para poder conseguir varios Oscar.

Es el ejemplo más reciente y llamativo de una tendencia que se ha acelerado este año, en la que los estrategas de los premios que solían influir en las contiendas con campañas sutiles y específicas se han visto sorprendidos por controversias que se originan en internet y que rápidamente se les van de las manos. Ahora, la temporada de los Oscar se ha convertido en una batalla campal descentralizada en la que detectives de las redes sociales y determinados ejércitos de simpatizantes desentierran errores del pasado, tuits malintencionados y clips perjudiciales, y luego los amplifican en X, TikTok y subreddits relacionados con los premios.

Por eso, en las semanas previas a las nominaciones a los Oscar, El brutalista fue puesta en la picota en las redes sociales por utilizar una herramienta de voz de inteligencia artificial para perfeccionar el húngaro hablado por la estrella Adrien Brody, mientras que Anora fue criticada por no emplear un coordinador de intimidad. El ascenso de la candidata brasileña a mejor actriz Fernanda Torres aumentó aún más el alboroto porque sus seguidores en las redes sociales se ensañaron con Gascón por insinuar que las personas relacionadas con Torres “hablan mal de mí y de Emilia Pérez”. Días más tarde, fue Torres quien tuvo que disculparse cuando los obsesivos de los Oscar resucitaron un video de 2008 en el que aparecía disfrazada de negra en un programa de humor brasileño.

No todas estas controversias en las redes sociales llegan al mundo fuera de las pantallas en el que suelen vivir la mayoría de los votantes de los Oscar. En el pasado, candidatas como Green Book. Una amistad sin fronteras y Tres anuncios por un crimen se enfrentaron al oprobio de internet por su tratamiento de los temas raciales y aun así ganaron varios Oscar. Y aunque Emilia Pérez había sido criticada en internet desde el año pasado por su poco delicada puesta en escena de las cuestiones trans y la cultura mexicana, muy poco de eso había estado en el radar de los votantes de los Oscar, que en gran medida consideran que la película es audaz y progresista.

Sin embargo, el fiasco de Gascón ha sido inevitable, según muchos de los miembros de la academia y figuras de la industria con los que hablé la semana pasada. Los votantes liberales de los Oscar que se inclinaban por apoyar la narrativa de empoderamiento trans de Emilia Pérez como un reproche al presidente Donald Trump, ahora podrían ver cómo esa misión se les complica debido a los viejos tuits de Gascón, especialmente después de que Variety publicara un editorial reciente sobre el bombardeo de prensa de Gascón que consideraba a la actriz como la “Donald Trump de la temporada de los Oscar”.

¿Qué pasa ahora con la campaña Emilia Pérez a menos de un mes de la ceremonia de los Oscar, que será el 2 de marzo? A corto plazo, la empresa ha empezado a reorientar su campaña en torno a la coprotagonista de Gascón, Zoe Saldaña, una de las favoritas de la industria que se considera una firme candidata al Oscar para la mejor actriz de reparto. Pero hasta qué punto esto ha afectado a las posibilidades del filme en la categoría de mejor película seguirá siendo una incógnita durante un tiempo.

Por ejemplo, la votación de los Premios del Sindicato de Productores de este sábado —a menudo considerados los más importantes para la mejor película— estaba casi cerrada antes de que estallara la polémica sobre Emilia Pérez. Y los votantes europeos, que a menudo están más dispuestos a pasar por alto los escándalos que sus homólogos estadounidenses, todavía pueden votar a favor de Emilia Pérez en los próximos premios BAFTA y César, que se entregarán a finales de este mes.

He oído que, por el momento, Gascón se centrará en esas ceremonias de premios europeas y se saltará las dos de Estados Unidos en las que tenía previsto participar este fin de semana, los Critics Choice Awards del viernes (en los que está nominada como mejor actriz) y los Producers Guild Awards del sábado (en la que originalmente iba a ser presentadora). Aún no se sabe si asistirá a los Screen Actors Guild Awards el 23 de febrero o a la ceremonia de los Oscar el mes que viene, aunque Netflix ya no cubrirá los gastos de sus viajes a Los Ángeles.

Sea cual sea el resultado final, esta polémica sin duda cambiará la manera en que se llevan a cabo las campañas de los premios en el futuro. A muchos en la industria les sorprendió que los estrategas de Netflix y los propios publicistas de Gascón no la convencieran de que borrara sus antiguas publicaciones en las redes sociales antes de que la candidatura al Oscar la expusiera a un nuevo nivel de escrutinio mundial. Cabe esperar que este tipo de purga generalizada se convierta en un pilar de las campañas futuras.

Mientras tanto, los estrategas de Oscar tendrán que lidiar con sus propios puntos ciegos. Esperemos que Gascón también lo haga. Cuando la entrevisté el pasado mes de agosto, esos puntos ciegos salieron a relucir cuando habló apasionadamente del caso de la boxeadora olímpica Imane Khelif, cuya elegibilidad había sido cuestionada por personalidades como J. K. Rowling, la autora de Harry Potter.

“Es todo el mismo rollo constantemente”, dijo Gascón. “Es una constante en el ser humano, que viene desde las personas de color, de las mujeres, de los trabajadores. Ha sido siempre así”.

Luego, alzó la voz cuando dijo: “Seguramente yo misma hago lo mismo con muchas otras personas sin darme cuenta”.