Cuando Qiaomei Fu descubrió un nuevo tipo de ser humano hace 15 años, no tenía ni idea de cómo era. Solo disponía de un fragmento de hueso del dedo meñique.

El fragmento fósil, encontrado en una cueva siberiana llamada Denisova, parecía proceder de un pariente con 66.000 años de antigüedad de los humanos, o quizá de un neandertal. Pero Fu, que en ese entonces era una estudiante de posgrado en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania, y sus colegas analizaron el fósil y encontraron ADN que contaba una historia diferente. El hueso había pertenecido a una niña que formaba parte de un tercer linaje humano nunca visto hasta ese entonces. Llamaron a su pueblo los denisovanos.

En los años transcurridos desde entonces, Fu ha contribuido a descubrir más ADN denisovano: en dientes y fragmentos óseos de la cueva de Denisova, en el sedimento del suelo de una cueva del Tíbet e incluso en personas que viven en Asia y el Pacífico: pruebas de un mestizaje ocurrido hace decenas de miles de años.

Pero sin las pistas de un esqueleto o un cráneo, el aspecto físico de estos humanos seguía siendo un misterio, dijo Fu, quien ahora es genetista del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Pekín. “Después de 15 años, la gente quiere saber quiénes son los denisovanos”.

Ahora puede ponerle cara al nombre.

Fu y sus colegas anunciaron el miércoles que un cráneo hallado en China contiene ADN y proteínas denisovanos. “Este momento es muy especial para mí”, dijo Fu.

Es aún más especial porque el cráneo estuvo a punto de perderse para la ciencia. En 1933, un obrero de la ciudad de Harbin, China, lo descubrió en una obra y, sospechando que era valioso, lo escondió en un pozo abandonado. Pero nunca regresó a buscarlo y no dijo nada al respecto hasta poco antes de su muerte. Le habló del cráneo a su familia, que lo sacó del pozo en 2018 y lo donó a la Universidad GEO de Hebei.

Allí, Qiang Ji, paleoantropólogo, y otros científicos analizaron la química del fósil y llegaron a la conclusión de que databa de al menos hace 146.000 años, quizá mucho más.

Tras reconstruir el rostro del cráneo de Harbin, los científicos llegaron a la conclusión de que pertenecía a un varón de mejillas planas, boca ancha y carente de barbilla. Una imponente frente colgaba sobre sus ojos hundidos y su nariz bulbosa. Y dentro de su enorme cráneo había un cerebro descomunal, que medía un 7 por ciento más que el cerebro medio de un ser humano vivo.

Ji y sus colegas llegaron a la conclusión de que el cráneo de Harbin, con todos sus rasgos distintivos, pertenecía a una especie propia. En 2021, llamaron a la especie Homo longi, por Longjiang, la región donde se encontró el cráneo.

Pero algunos científicos, entre ellos Fu, se preguntaron si se trataba de un denisovano. Con el fin de averiguarlo, obtuvo permiso para estudiar el cráneo de Harbin. Llevaba años examinando cráneos y otros fósiles de museos chinos en busca de ADN denisovano, pero no había encontrado nada.

Para analizar el cráneo de Harbin, Fu y sus colegas extrajeron pequeñas muestras de un diente y del hueso que alberga el oído interno, que suelen ser los mejores lugares del cráneo para buscar material genético.

No encontraron ADN antiguo. Pero el hueso contenía 95 proteínas, un número tremendo para un fósil antiguo y suficiente para determinar de qué se trataba: un denisovano.

Fu dijo que, por muy emocionante que fuera ese descubrimiento, el hecho de que no encontraran ADN “seguía siendo doloroso”. El ADN es más complejo que las proteínas, y puede revelar más secretos sobre los fósiles de los que procede.

Así que Fu decidió volver a buscar ADN, pero se centró en la placa de los dientes del cráneo de Harbin. Cuando la placa se acumula, atrapa bacterias y, a veces, también algunas células de la boca. Sabía que era una posibilidad remota, pero pensó que valía la pena intentarlo.

Cuando Fu y sus colegas inspeccionaron una muestra de la placa dental, descubrieron ADN. Como era de esperar, la mayor parte procedía de bacterias. Pero una pequeña fracción procedía de las células de la boca. Y cuando analizaron ese ADN, descubrieron que era denisovano.

Janet Kelso, genetista del Instituto Max Planck que no participó en el estudio, dijo que el descubrimiento era extraordinario porque, en el mejor de los casos, la placa fosilizada alberga cantidades minúsculas de ADN.

“Es fascinante que la capa de placa endurecida conservara suficiente ADN del individuo de Harbin como para determinar con certeza que era denisovano”, dijo.

John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, dijo que los estudios daban una respuesta definitiva al tema de la identidad del cráneo de Harbin. “Misterio resuelto”, dijo.

El ADN de la placa de Harbin también permitió que Fu y sus colegas pudieran ubicar el cráneo de Harbin en un árbol genealógico denisovano. Los humanos modernos comparten un antepasado común con los neandertales y los denisovanos que vivieron en África hace unos 600.000 años. Los antepasados de neandertales y denisovanos emigraron de África y luego se dividieron en los dos linajes hace unos 400.000 años.

Los neandertales se extendieron desde el Medio Oriente hasta Europa occidental, mientras que los denisovanos lo hicieron desde Siberia hacia el este. A lo largo de miles de generaciones, los denisovanos se dividieron en nuevas ramas.

Fu y sus colegas descubrieron que el cráneo de Harbin pertenecía a la misma rama que los denisovanos más antiguos hallados en la cueva de Denisova, cuyos fósiles databan de hace unos 200.000 años. La niña denisovana de 66.000 años cuyo hueso meñique se encontró allí pertenecía a una rama distinta.

Dada toda la diversidad genética documentada en el ADN denisovano, Fu no ha podido determinar si el cráneo de Harbin revela un rostro denisovano típico. “Por ahora, es solo un caso”, dijo.

Espera inspeccionar más fósiles encontrados en China y otras partes de Asia para buscar ADN y proteínas denisovanos. “Si en el futuro conseguimos más cráneos, podremos saber cómo eran los denisovanos comunes”, dijo.

Por ahora, el descubrimiento ha dividido a los científicos sobre cómo llamar al linaje que incluye el cráneo de Harbin y la niña de Denisova. “Homo longi es el nombre de especie apropiado para este grupo”, dijo Chris Stringer, paleoantropólogo del Museo de Historia Natural de Londres, quien no participó en el estudio.

Pero Hawks sigue llamándolos denisovanos y argumenta que el hecho de que pudieran cruzarse con nuestros propios antepasados los convierte en un linaje de nuestra propia especie, junto con los neandertales.

“Tengo la certeza necesaria como para decir que todos ellos son Homo sapiens”, dijo.