Agricultores, académicos, grupos comerciales y otras personas se reunieron el miércoles en un edificio gubernamental al sur del National Mall para el primero de tres días de audiencias donde compartirán su evaluación del acuerdo. Esperan dar forma a las prioridades del gobierno mientras se prepara para negociar con Canadá y México en los próximos meses.
Muchos de los participantes en la audiencia dijeron que el acuerdo comercial, que sustituye al Tratado de Libre Comercio de América del Norte y debe revisarse cada seis años, puede mejorarse. Pero también advirtieron al gobierno de Trump contra la adopción de medidas que podrían destruir los beneficios de un acuerdo comercial que ha permitido que muchos productos esenciales circulen sin aranceles por todo el continente.
“El objetivo primordial de la revisión y corrección debe ser mejorar la competitividad, no ponerla en peligro”, dijo David Gantz, miembro del Instituto Baker de Políticas Públicas, durante su testimonio el miércoles. Se refirió a una cita de la profesión médica como guía: “Primero, no hagas daño”.
Las declaraciones dejaban entrever cierta ansiedad entre muchas empresas y grupos comerciales ante la próxima negociación de un acuerdo comercial por parte de un presidente que a menudo se burla del libre comercio. La perspectiva de una retirada del acuerdo por parte de Estados Unidos ha preocupado a sectores industriales, como el automovilístico, el agrícola y el textil, que dependen del acuerdo comercial y han configurado sus negocios en torno a sus normas.
Esta semana, Jamieson Greer, representante comercial estadounidense, declaró a Politico que Trump podría decidir retirarse del T-MEC el año que viene, al afirmar que el presidente solo quería “acuerdos que sean un buen trato”.
El miércoles, Trump dijo que el acuerdo “expira dentro de un año aproximadamente, y lo dejaremos expirar o tal vez llegaremos a otro acuerdo con México y Canadá”. Añadió que México y Canadá se habían “aprovechado de Estados Unidos como casi todos los demás países”.
Se espera que Trump se reúna con los líderes de México y Canadá el viernes durante un acto en el Kennedy Center de Washington. El primer ministro de Canadá, Mark Carney, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, asistirán al sorteo de los partidos de la Copa Mundial de la FIFA, que se celebrará en 2026.
La antipatía de Trump hacia el acuerdo comercial norteamericano viene de tiempo atrás. Antes de las elecciones de 2016, e incluso una vez en el cargo, Trump amenazó repetidamente con deshacerse por completo del entonces TLCAN.
A menudo describía el acuerdo, de 25 años de antigüedad, como “el peor acuerdo comercial jamás firmado”, al afirmar que permitía que los puestos de trabajo y la manufactura abandonaran Estados Unidos en favor de Canadá y México. En su primer mandato, Trump estuvo a punto de retirar a Estados Unidos del acuerdo en múltiples ocasiones. Cuando la negociación se acercaba a su fin, amenazó con deshacerse de Canadá y convertir el acuerdo en un pacto bilateral entre Estados Unidos y México.
Avanzamos a 2025, y Trump vuelve a denunciar cualquier tipo de acuerdo comercial que permita a los países acceder sin aranceles al mercado estadounidense. Ha impuesto aranceles a todos los socios comerciales de su país, incluidos Canadá y México. En las primeras semanas de su segundo mandato, impuso aranceles a ambos países por su papel en facilitar el flujo de fentanilo a Estados Unidos. A continuación, los incrementó con gravámenes adicionales, incluso después de que funcionarios canadienses emitieran un anuncio televisivo donde criticaban a los aranceles.
Trump ha suspendido muchos aranceles a México, en parte porque mantiene una sólida relación con Sheinbaum. Ha sido más agresivo en su trato a Canadá. Trump ha interrumpido las conversaciones comerciales y ha dicho que Estados Unidos no debería importar coches, madera u otros productos canadienses y que su vecino debería convertirse en el estado número 51.
Personas familiarizadas con las conversaciones del gobierno afirman que los funcionarios han considerado la posibilidad de convertir el acuerdo de tres países en dos acuerdos bilaterales, lo que refleja su opinión de que las negociaciones con México han sido más fáciles que las mantenidas con Canadá. Greer confirmó la idea en su entrevista con Politico, al afirmar que la relación de Estados Unidos con Canadá es “totalmente diferente” de la que tiene con México. Una portavoz de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos declinó hacer más comentarios.
Kim Glas, presidenta del Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, grupo comercial que representa a los fabricantes estadounidenses, advirtió que tal decisión podría tener “consecuencias imprevistas”. Glas argumentó que podrían introducirse mejoras en el T-MEC para que los fabricantes estadounidenses pudieran competir mejor. Pero dijo que el mensaje más importante que su industria quería transmitir era que el acuerdo comercial debía mantenerse.
Argumentó que la mezcla de fábricas y recursos que ofrecían los tres países permitía a los fabricantes textiles producir productos baratos y de calidad que podían competir con los bienes fabricados en otros lugares. “El T-MEC es un acuerdo fundamental para que la industria textil estadounidense pueda competir contra China y Asia”, dijo Glas.
Otros testigos en la audiencia del miércoles se hicieron eco de opiniones similares, al tiempo que sugerían reformas para beneficiar a su industria o a la economía estadounidense.
Lori Wallach, directora del programa Rethink Trade del American Economic Liberties Project, dijo que el T-MEC introducía “mejoras importantes” respecto al TLCAN, pero que eran necesarias más reformas para detener una carrera hacia el abismo entre los países.
Wallach dijo que el déficit de Estados Unidos con México había aumentado con el T-MEC y que los salarios mexicanos seguían siendo significativamente inferiores a los de China. Tener normas que fomenten el que una mayor proporción de los productos sean fabricados por personal con salarios altos podrían ayudar a reorientar más producción hacia trabajadores con pagos justos en Estados Unidos, argumentó.
No todos los que testificaron en la audiencia defendieron que se mantuviera el pacto actual. El jueves, Jason Wade, asistente de Shawn Fain, presidente del sindicato United Automobile Workers, dijo que si el pacto no podía mejorarse, Estados Unidos debía retirarse.
Wade dijo que los trabajadores del sector automotriz se enfrentaban al cierre de plantas en todo el país. Aunque reconoció que el T-MEC suponía una mejora respecto al TLCAN, dijo que “no iba lo suficientemente lejos”. El sindicato está presionando para que se garantice la seguridad laboral de los trabajadores estadounidenses, así como normas laborales, salarios y otras prestaciones más elevadas para los empleados de toda Norteamérica.
Varios grupos agrícolas sugirieron solo revisiones acotadas del pacto.
Describieron a México como un mercado “indispensable” para la cebada y el maíz estadounidenses y un importante proveedor de frutas y verduras frescas para las tiendas de comestibles de Estados Unidos. Pero los cultivadores de aguacates, pimientos, calabazas y otros productos de California y Florida se quejaron de una avalancha de productos a bajo precio procedentes de México, y afirmaron que los agricultores estadounidenses necesitaban más protección comercial, sobre todo en las épocas de mayor consumo.
Trump y sus asesores han criticado las importaciones canadienses y mexicanas por quebrar a las fábricas estadounidenses, sobre todo en el sector automotriz. También han criticado las barreras de Canadá contra los productos agrícolas estadounidenses y han expresado preocupación por el hecho de que México sirva de puerta trasera para la entrada de productos chinos a Estados Unidos. Aunque el propio presidente negoció y firmó el T-MEC, dijo este año que quería convertirlo en un “acuerdo mucho mejor”.
Hasta ahora, las empresas que dependen del T-MEC han sido las ganadoras del régimen comercial global de Trump. Aunque el presidente impuso aranceles nominalmente elevados a las exportaciones canadienses y mexicanas, al igual que hizo con otros países a escala mundial, la mayoría de las exportaciones de estos países llegan a Estados Unidos libres de aranceles gracias a las exenciones para los productos que comercian en el marco del T-MEC.
Ello ha animado a muchas más empresas a adoptar las normas del acuerdo comercial cuando realizan envíos a Estados Unidos desde Canadá y México.
Los analistas se han preguntado si esto refleja el apoyo del gobierno de Trump al pacto, o si los funcionarios de Trump simplemente no han llegado a revisar el acuerdo todavía. El texto del T-MEC exige que los representantes de los tres países se reúnan para revisar el acuerdo en julio de 2026.
Con más de 2.000 páginas, el T-MEC es un documento complicado que establece normas para todo, desde los servicios financieros hasta las normas de seguridad alimentaria, y lleva la huella de muchos grupos de interés.
El acuerdo revisado incluía disposiciones solicitadas por el gobierno de Trump, como normas que animan a los fabricantes de automóviles a fabricar una mayor proporción de vehículos en Estados Unidos. Contenía componentes insertados a instancias de los demócratas del Congreso, cuyos votos eran necesarios para convertir el T-MEC en ley, como un sistema para identificar y prevenir las violaciones laborales en México.
El acuerdo también contenía disposiciones tomadas del Acuerdo Transpacífico, un arreglo comercial multinacional negociado durante el gobierno del presidente Barack Obama que ambos partidos acabaron criticando. Tanto Canadá como México formaron parte de esas conversaciones.
