Ha sido una creencia entre los californianos arraigada por mucho tiempo: las catástrofes en el sur del estado difícilmente son tan sobrecogedoras como parecen.

Delaware y Rhode Island podrían caber, con espacio de sobra, en el condado de Los Ángeles. Un viaje en coche de Pacific Palisades a Pasadena lleva casi una hora, incluso sin tráfico. Cuando estallaron los disturbios de Los Ángeles en 1992, los estadounidenses se horrorizaron ante los incendios que delineaban el horizonte del centro de la ciudad. Lo que no se mostró eran las calles bordeadas de jacarandas ni los plácidos suburbios desde donde el resto del sur de California contemplaba el caos por televisión.

Esta vez fue diferente.

En un asalto furioso que comenzó el martes por la mañana y continuó por días, un monstruo de viento y fuego salvajes arremetió una metrópolis de casi 1300 kilómetros cuadrados y alrededor de 10 millones de habitantes, esparciendo incendios que destrozaron comunidades de todo tipo y condición socioeconómica.

Mansiones quedaron reducidas a cenizas en Pacific Palisades, un enclave de celebridades al oeste de Los Ángeles. A unos 56 kilómetros al este, en el prolijo suburbio de Altadena, subdivisiones urbanas enteras fueron destruidas. Los ganaderos de la zona rural de Sylmar, a alrededor de 40 kilómetros al norte, avanzaron hacia la noche ardiente, guiando el camino de sus caballos. Los nuevos propietarios de viviendas en urbanizaciones recién construidas a unas horas de distancia, en comunidades del interior como Pomona, se prepararon para las evacuaciones mientras vientos de 94 kilómetros por hora sacudían los cristales de las ventanas y las palmeras.

Bomberos frente a un edificio en llamas en el incendio de Eaton, en la zona de Altadena, condado de Los Ángeles.Credit...Kyle Grillot para The New York Times Image
Decenas de miles de personas se encontraban bajo órdenes de evacuación obligatoria mientras diversos incendios ardían sin control.Credit...Philip Cheung para The New York Times
El balance de los daños de los incendios empezaba quedar más claro el miércoles.Credit...Mark Abramson para The New York Times

Para el miércoles por la noche, los incendios ya habían cobrado al menos cinco vidas y habían destruido más de un millar de edificios, y se esperaban más daños a medida que el viento se intensificaba cuando cayó la noche. Ese día, un nuevo incendio había arrasado parte de Hollywood Hills. Más de 80.000 personas estaban bajo orden de evacuación.

No era solo que el lugar estuviera en llamas. Era que parecía que el fuego se extendía en todas partes al mismo tiempo, a medida que un aluvión de incendios forestales distintos iniciaban en centros poblados de toda la región, cada uno generando su propia constelación de focos de incendio a partir de brasas arrastradas por el viento. Psíquica, si no físicamente, se fusionaron en una especie de megacatástrofe para los sudcalifornianos. Las llamas, el humo, el viento y la ceniza transmitieron una desgarradora sensación, que se extendió como un contagio: se aproximaba un nuevo escenario, menos manejable.

“Lo único que se me ocurre que pueda compararse con esto sería un gran terremoto”, dijo Zev Yaroslavsky, de 76 años, quien durante décadas fue concejal de Los Ángeles y supervisor del condado. “Salvo que los terremotos tienen un epicentro”.

Hizo una pausa para toser, ronco por el humo que ha cubierto la región. “Esto está por todas partes”, dijo. “Está afectando a quien respira el aire. Cuando fui por el periódico esta mañana, una enorme nube negra se cernía sobre la ciudad desde el incendio de Eaton. Fue bíblico”.

Los fuertes vientos y la escasez de agua obstaculizaron los esfuerzos de los bomberos por detener la destrucción.Credit...Philip Cheung para The New York Times
Para el miércoles por la noche, los incendios habían cobrado al menos cinco vidas y habían destruido más de un millar de edificios.Credit...Philip Cheung para The New York Times Image
Más de 4000 hectáreas han sido consumidos por el incendio de EatonCredit...Kyle Grillot para The New York Times

Cuando Antonio Villaraigosa era alcalde de Los Ángeles, de 2005 a 2013, no pasaba un año sin que hiciera un recorrido en helicóptero para inspeccionar la vasta cuenca de Los Ángeles tras alguna catástrofe. Cada año, dijo, se quedaba impresionado por la vastedad y vulnerabilidad del sur de California.

Los rascacielos de Wilshire Boulevard. Las residencias de celebridades en las montañas de Santa Mónica. Las extensiones interminables de casitas, cada una albergando los sueños y ahorros de toda una vida de alguna familia. Las colinas, con sus calles estrechas y zigzagueantes y su chaparral seco, un peligro constante en la temporada de incendios, aunque también estaba claro que el mero tamaño del lugar podría superar incluso a un infierno.

El miércoles, dijeron Villaraigosa y otros, ningún lugar parecía inmune.

“He vivido aquí toda mi vida y nunca he visto nada igual”, dijo Villaraigosa, de 71 años, quien habló por teléfono desde su casa de Los Ángeles, donde esperaba a las órdenes de evacuación. “La devastación en Palisades. Los primeros en responder. El jefe de bomberos de Pasadena acaba de estimar en tres dígitos el número de viviendas perdidas allí. El Ralphs de Sunset está destruido. Yo solía ir siempre a ese mercado”.

Para quienes no viven en Los Ángeles, la ciudad puede parecer una expansión sin rostro, llena de artificios y aislamiento. Pero quien vive allí descubre que cada barrio y cada patio es su propio universo. Cada centro de la región tiene su propio carácter, cocina, lengua vernácula, alma y lugares emblemáticos.

Los vientos de Santa Ana son famosos por propagar incendios forestales, y suelen producirse en los meses más fríos.Credit...Mark Abramson para The New York Times Image
La neblina del incendio de Palisades envolvió la playa de Santa MónicaCredit...Isadora Kosofsky para The New York Times
El sur de California está críticamente seco, y su paisaje está reseco.Credit...Mark Abramson para The New York Times

El incendio en Pacific Palisades arrasó no solo con las casas de personas famosas —“Un día estás nadando en la piscina y, al siguiente, todo ha desaparecido”, dijo llorando a CNN el actor James Woods—, sino también la infraestructura de una pequeña ciudad con una población aproximadamente del tamaño de Pottstown, Pensilvania.

El promedio de ingreso por hogar en Palisades es de unos 155.433 dólares, casi el doble que el del condado de Los Ángeles, según datos de la ciudad y del censo que incluye la cercana Brentwood. La casa donde se declararon las primeras llamas tiene un valor estimado —el promedio para la comunidad— de unos 4,5 millones de dólares. Propiedades mucho más caras, famosamente, se elevan en las laderas, propiedad de figuras como Tom Hanks y Steven Spielberg. La finca de Sugar Ray Leonard está en venta por algo menos de 40 millones de dólares.

Pero muchas de las casas que se incendiaron estaban en una parte de la ciudad conocida como Highlands, donde las casas adosadas construidas en las décadas de 1970 y 1980 ofrecen desde hace tiempo una opción más asequible para jubilados y familias monoparentales. Hay residentes de toda la vida que llevan décadas viviendo en Palisades, personas que, hace años, compraron casas a bajo costo en un lugar privilegiado, más costero que Beverly Hills y menos rústico que Malibú o Topanga Canyon. Mientras los bomberos luchaban por salvar el distrito comercial central y los edificios de las escuelas locales, generaciones de graduados del “Pali High” les rogaban frenéticamente que salvaran el lugar de sus recuerdos adolescentes.

Las comunidades que rodean Eaton Canyon, a una hora en coche hacia el este, constituyen otro sur de California completamente distinto. Anclada por Pasadena, que tiene una población de más de 133.000 habitantes, el área atrae en gran medida a personas pertenecientes a minorías de la clase media y media-alta de la región. Altadena, la comunidad no incorporada más cercana al incendio, es conocida por sus casas tipo rancho y búngalos pulcros que rodean las colinas de las montañas de San Gabriel.

La gente practica el senderismo por el cañón los fines de semana y debate los méritos relativos del paisajismo tolerante a la sequía y los jardines de rosas. Las decoraciones navideñas son un deporte competitivo. El esplendor del Bosque Nacional de Los Ángeles es un respiro local. Y la amenaza de incendios forestales es una constante.

Albert C. Sanders y Joan Sanders ven cómo se incendia la casa de un vecino durante el incendio de Eaton, en la zona de Altadena.Credit...Kyle Grillot para The New York Times
George Wilkins rocía con una manguera la Iglesia Presbiteriana de Pacific Palisades mientras arde.Credit...Mark Abramson para The New York Times
La Iglesia Presbiteriana de Pacific Palisades ardiendo durante el incendio de Palisades.Credit...Philip Cheung para The New York Times

“Este es mi cuarto incendio y la única vez que nos hemos ido”, dijo Muffie Alejandro, de 74 años, propietaria de una empresa manufacturera, quien vive cerca de Eaton Canyon desde 1989. El martes evacuó y fue a un hotel con su marido, Jan, y sus perros, Mingus y Clinton. “Es lo peor que he visto”, dijo.

Sylmar es otro Los Ángeles, remoto y accidentado, muy al norte, en el Valle de San Fernando, una árida extensión de ranchos y suburbios obreros que fue conocida por sus arboledas de olivos. Su población es de unos 80.000 habitantes, y tres cuartas partes son latinos. Allí se encuentra la terminal del sistema de acueductos de Los Ángeles, así como el centro médico Olive View-UCLA.

También hay incendios a menudo. Un incendio forestal en 2008 destruyó casi 500 casas. El Parque Regional Comunitario de El Cariso, una referencia local, está dedicado a los bomberos que murieron en un incendio en 1966.

Esta semana, esas distintas versiones del paraíso se convirtieron en una, unidas por el terror.

“Hay una especie de mantra que dice que cuando el viento sopla, Los Ángeles arde”, dijo DJ Waldie, de 76 años, historiador que ha escrito mucho sobre el sur de California y residente de toda la vida de Lakewood, un suburbio de Los Ángeles. “Eso vuelve a ser cierto, pero esta vez hay una sensación ominosa”.

Este desastre, dijo, ha llegado de repente, y por todas partes, y solo parece prometer más desastres: “Creo que los angelinos están pensando: ‘Esto va a seguir y seguir y seguir. ¿Y qué será de nosotros?’”.