Estos días, Juanita reza cada vez que sale de la entrada de su modesta casa rural.
La madre de 41 años, quien cruzó a Estados Unidos desde México hace más de dos décadas y se casó con un carpintero estadounidense, teme que agentes federales estén tras ella.
Cuando estaba por ir a la farmacia a finales del mes pasado, su esposo la llamó con una advertencia desesperada: agentes de migración abarrotaban el estacionamiento de la tienda. Juanita, quien es prediabética, no pudo surtir los medicamentos que tratan sus deficiencias nutricionales. Tampoco podía arriesgarse a ser detenida porque tiene que cuidar a su hija de 17 años, quien tiene síndrome de Down.
“Si me atrapan, ¿quién va a ayudar a mi hija?”, pregunta Juanita en español mediante un intérprete. Algunas personas citadas en este artículo insistieron en que se publicara sólo sus nombres de pila debido a la preocupación por su estatus migratorio.