La Guardia Suiza Pontificia es el Ejército más antiguo del mundo fundado en 1506.

Es el cuerpo militar encargado de la protección del Papa y de la seguridad de la Ciudad del Vaticano. Fue fundada el 22 de enero de 1506 por el Papa Julio II y está compuesta exclusivamente por ciudadanos suizos católicos, seleccionados por su “integridad moral, formación física y compromiso espiritual”, de acuerdo con información de su página.

Sus principales funciones incluyen la escolta y protección del Papa durante ceremonias y viajes, la vigilancia de los accesos al Vaticano, y la participación en actos litúrgicos y protocolarios.

Los guardias son reconocidos por su icónico uniforme renacentista, diseñado según la tradición, y su lealtad inquebrantable a la Santa Sede.

Perfil del recluta

Para formar parte de la Guardia Suiza, los candidatos deben cumplir con los siguientes requisitos:

Ser varón.

Ciudadano suizo y católico practicante.

Tener entre 19 y 30 años.

Medir al menos 1.74 metros.

Haber completado el servicio militar en las Fuerzas Armadas suizas.

Estar soltero y sin antecedentes penales.

Los reclutas se comprometen a un periodo de formación de dos meses y a servir durante al menos 24 meses.

Orígenes

A inicios del siglo 16, Roma era una ciudad violenta y políticamente fragmentada. El Papa Julio II, conocido como “el Papa Guerrero”, solicitó a los cantones suizos una fuerza militar leal para proteger su persona y restaurar el poder de los Estados Pontificios.

Los mercenarios suizos eran famosos por su valentía, lealtad y disciplina en combate. Incluso, grandes casas reales de Europa (como Francia y los Habsburgo) contrataban suizos como guardias personales de élite.

El 22 de enero de 1506, llegaron los primeros 150 soldados suizos a Roma, fecha que marca la fundación de la Guardia, y que cada año se conmemora en el Vaticano.

Saqueo de Roma

El momento más heroico de la Guardia ocurrió el 6 de mayo de 1527, durante el saqueo de Roma a manos de tropas imperiales de Carlos V.

Ese día, 147 de los 189 guardias murieron en las escalinatas del Vaticano mientras protegían al Papa Clemente VII, permitiendo su escape hacia la fortaleza de Castel Sant’Angelo.

Ese acto de sacrificio es recordado cada año durante la ceremonia de juramento de nuevos reclutas, símbolo de la lealtad inquebrantable de la Guardia Suiza.