El huracán Melissa fue uno de los peores escenarios que Jamaica podría haber imaginado. Los vientos del ciclón allanaron campos de cultivo, casas y negocios. Sus lluvias arrasaron con árboles, carreteras y coches.

Y, sin embargo, la isla caribeña parece estar en una condición sorprendentemente ventajosa para superar al menos el costo económico de los daños.

En los últimos años, Jamaica ha creado un plan financiero de varias capas para responder a las catástrofes naturales. La estrategia, que según los analistas es extraordinariamente sofisticada, significa que el gobierno dispone de un arsenal de reservas financieras y otras herramientas listas para ser desplegadas, cada una de ellas diseñada para hacer frente a un nivel diferente de catástrofe.

“No podemos evitar los ciclones y los huracanes que se nos vienen encima”, dijo Fayval Williams, ministra de Finanzas del país, en una conferencia de prensa el jueves. “Pero algo de lo que este gobierno puede atribuirse el crédito es de haber elaborado una sólida política nacional de financiación del riesgo para catástrofes naturales”.

Este año, los diversos instrumentos deberían ascender a unos 820 millones de dólares, dijo Williams en junio.

Los jamaiquinos no suelen tener muchos seguros de propiedad. Pero dado que el 82 por ciento de la población del país vive a pocos kilómetros de la costa, según el Banco Mundial, y que la mayoría de las industrias y servicios están situados en zonas propensas a las inundaciones, las condiciones meteorológicas extremas suponen riesgos inmensos para los jamaiquinos y su economía. Por ello, diseñar un plan para aumentar el gasto público después de una catástrofe natural, según los analistas, era necesario para mantener la economía en marcha.

Keenan Falconer, economista jamaiquino que anteriormente trabajó como analista para el Ministerio de Finanzas del país, dijo que durante las crisis anteriores, el gobierno tenía las manos atadas. La primera respuesta consistía en reorganizar el presupuesto para financiar la ayuda humanitaria.

“Lo que eso significa inevitablemente es que se interrumpe el desarrollo”, dijo Falconer. “La escuela o el hospital que pensabas construir no se pueden construir porque tienes que poner los recursos fiscales en otra parte”.

La primera línea de defensa en la fortaleza financiera jamaiquina de múltiples capas incluye los fondos nacionales para catástrofes y contingencias, reservas comunes de dinero que el gobierno ya ha financiado y que pueden utilizarse para pagar necesidades inmediatas, como crear refugios y comprar suministros de emergencia.

Las siguientes capas implicarían hacer reclamaciones a un fondo de seguros del Caribe y activar préstamos preaprobados de organizaciones internacionales como el Banco Mundial. Un bono para catástrofes de 150 millones de dólares —una herramienta financiera que básicamente transfiere el riesgo de los contribuyentes jamaiquinos a los inversores mundiales— es la capa superior, reservada para los sucesos más catastróficos.

“Si se agotan las capas”, dijo Williams a los periodistas, “podemos continuar con la siguiente capa”.

El bono para catástrofes tiene un listón muy alto y se establece con tal precisión respecto a la intensidad y la posición geográfica de un ciclón que Jamaica se sintió decepcionada al enterarse el año pasado de que el huracán Beryl no activó el fondo cuando pasó cerca de la costa meridional como ciclón de categoría 4. En aquel momento, el huracán causó unos daños estimados en 995 millones de dólares, incluidas pérdidas generalizadas de cosechas en la parroquia de Santa Isabel, el granero del país, donde Melissa tocó tierra.

Pero parece más probable que Melissa supere esos duros requisitos.

“El huracán Melissa será la verdadera prueba de si Jamaica se ha asegurado a sí misma o no al ser fiscalmente responsable”, dijo Mikol Mortley, economista y analista financiero jamaiquino. “Pero una cosa que sé con certeza es que hoy estamos mejor que el año pasado con Beryl, que en 2004 con Iván y que en 1988 con Gilbert”.

Pero como algunos analistas y modelizadores de catástrofes estiman que las pérdidas económicas en Jamaica podrían alcanzar entre 2000 y 8000 millones de dólares, lo que representa potencialmente alrededor de un tercio del producto interno bruto del país, algunos temen que incluso el sofisticado sistema jamaiquino se vea desbordado.

Sería imposible que las herramientas de financiación del riesgo de catástrofes costearan toda la reconstrucción, dijeron los analistas, ya que solo están diseñadas para volver a poner en pie la economía y subvencionar reparaciones de emergencia: puentes clave, tejados de hospitales, carreteras principales, edificios escolares.

“Los ingresos de la financiación del riesgo de catástrofes no pueden resolver todos los problemas”, dijo Falconer, pero mejora la capacidad del gobierno “para responder a los ciudadanos afectados”.

Se espera que la reconstrucción a largo plazo se financie principalmente con recursos internos a lo largo del tiempo, pero Williams, la ministra de Finanzas, dijo que Jamaica buscará también ayuda internacional.

El huracán más reciente también puede ejercer presión sobre la economía de Jamaica. Hace aproximadamente una década, el país era una de las naciones más endeudadas del mundo. Desde entonces, un doloroso programa de disciplina fiscal ha situado al país sobre una base financiera más estable.

“Se esperaba que este año alcanzáramos nuestro objetivo de relación entre deuda y PIB”, dijo Mortley. “¿Esto lo desajustará? No lo sabemos”.