Al cambiar las leyes por hacer pan, ha encontrado más agradecimiento en quien disfruta una concha o dona hechas por sus manos que por elaborar iniciativas, confiesa Omar Díaz, quien vende los panes que él mismo hornea por la calle Victoria en el Centro de la ciudad, además de su libro de cuentos “Niños de Sol” que ha vendido en siete países, gracias a internet.
En un par de mesas, con largas bandejas herméticas de plástico de tapas blancas, con un mandil negro con un logo de Batman y un letrero en letras mayúsculas en color amarillo que dice “SOY OMAR PAPÁ DE BRUNO” y una gran sonrisa, que contagia, atiende su puesto Omar Díaz, de 38 años. Tiene un hijo, llamado Bruno, “pero no quiero que eso salga en la entrevista, porque después todo el mundo va a saber que es Batman”, bromea mientras relata cómo llegó a esta actividad.
Es licenciado en Derecho por la Universidad La Salle, en donde ocupó la presidencia de la Sociedad de Alumnos y donde también obtuvo el Premio Estatal de la Juventud por su labor social por las diversas gestiones que realizó para ayudar a la comunidad en la Sierra Tarahumara. Estudió Derecho, dice, porque siempre le gustó mucho leer y le dijeron que en esa carrera iba a leer mucho y eso lo animó a estudiarla. Hizo su servicio social en el Congreso del Estado en donde conoció al entonces diputado Mario Tarango, con quien aprendió mucho.
Después, fue asesor del diputado Gerardo Manuel Antonio Andreu, con quien ya trabajó haciendo puntos de acuerdo e iniciativas, comenta que le tocó redactar de cabo a rabo la ley estatal que regula las casas de cambio. Luego trabajó en el extinto departamento de “Atención Ciudadana” de la Presidencia Municipal —que se ubicada en donde ahora existe
un museo— en donde atendía directamente las necesidades de la población.
Luego se muda a Monterrey en donde trabaja con una diputada redactando iniciativas, pero se enteró que iba a ser papá y regresó a Chihuahua con la madre de su hijo Laura Mariana Castro, hija de Valentín Castro, propietario de la panadería Vale y comienza a trabajar como panadero.
Ya le gustaba cocinar, pero nunca había hecho pan y comenzó a aprender con Chuy, a quien considera su maestro, pues le enseñó todo lo que sabe del oficio, incluida la receta de las esponjas, que le costó un año que se la compartiera y cuando finalmente se la compartió, murió a las dos semanas a sus 58 años.
No es que no le gustara el Derecho, dice que sí le gusta, aunque cuando dice que es abogado, siempre tiene que aclarar que nunca he robado nada —señala— porque lamentablemente hay muchas personas que han desvirtuado la profesión, pero le gusta más escribir y todavía más hacer pan, asegura.
De lunes a viernes, a las 6:00 de la mañana, llega con el pregón de Tin Tan: “el panadero con el pan”, ahí frente al Palacio de Gobierno donde vende sus primeros panes a los funcionarios, luego se cambia a la calle Victoria en donde termina con los panes con los trabajadores de la Plaza de la Tecnología, no le queda ninguno.
Vende pan artesanal, horneado en una gran bóveda de barro, de la panadería de su extinto suegro, a la que le caben alrededor de 12 charolas, que aprendió a elaborar con Chuy, quien le enseñó no sólo a hacer esponjas, también donas, roles de canela y las tradicionales semitas. Hacer pan, describe con pasión, es verdaderamente un arte porque en ninguna otra comida se nota tanto si lo hiciste mal, porque, explica, como la levadura es un microorganismo vivo, el primero que el hombre logró domesticar, recibe exactamente tu estado de ánimo y si estás enojado o triste se refleja directamente en tu pan.
Además, declara, cuando estás horneando dejas atrás todas las broncas, el estrés y haces ejercicio, dice mientras muestra el bíceps derecho. El microrganismo, como está vivo, siente todo lo que le proyectas y quizá toda la comida sea así, pero en ninguna se nota tanto como en el pan, afirma. Su segunda gran pasión es escribir y su otro maestro es Alejandrino Escalona con quien escribió el libro “Niños del Sol”, un conjunto de cuentos cortos para niños que dejan una enseñanza especial para que las y los niños vayan fomentando el hábito de la lectura y al
final trae un espacio para que el niño también escriba su propio cuento.
Indica que este libro se ha vendido, gracias a Amazon, en siete países, entre ellos, Estados Unidos, Alemania, Francia, Canadá y Ghana, en África, lo que es un gran motivo de orgullo, recalca, porque a pesar de estar escrito en español, es en otros países donde se ha vendido más.
Actualmente, trabaja en su segundo libro “Cuentos para Bruno” en el que utilizará el mismo esquema para dejarle una herencia a su hijo que le enseñe valores específicos en cada cuento y que puedan leer otros niños. También
planea publicar una novela que lleva trabajando durante algunos años, así como un libro de poemas, mientras tanto seguirá horneando y vendiendo pan porque disfruta mucho cuando alguien se come una pieza con gran satisfacción.