Ciudad Juárez.- En tiempos donde casi todo deja rastro, algunos delincuentes todavía creen que borrar mensajes de WhatsApp es suficiente para desaparecer su huella. El asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, demuestra lo contrario, pues la tecnología que utilizan hoy las autoridades puede reconstruir una operación paso a paso incluso cuando los agresores intentan ocultarla.
La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana presentó una cronología precisa del ataque, armada con cámaras, análisis telefónico y los propios mensajes que el grupo criminal dejó en sus dispositivos. Esa evidencia permitió confirmar que el homicidio no fue un arranque violento, sino una acción planificada, con monitoreo constante, presión interna entre los integrantes y supervisión digital.
Según las autoridades, el hombre identificado como “El Licenciado”, Jorge Armando “N”, coordinaba la operación: daba instrucciones, ordenaba avanzar pese a la presencia de seguridad y exigía pruebas del seguimiento al alcalde. Su célula, vinculada al Cártel Jalisco Nueva Generación, operó con disciplina, incluso enviando videos desde el sitio minutos antes del ataque.
La agresión ocurrió el 1 de noviembre, en plena celebración de Día de Muertos. Manzo recibió siete disparos; el atacante, un joven de 17 años, fue abatido en el lugar. Días después, los cuerpos de dos operadores del mismo grupo aparecieron en una carretera, en lo que se interpretó como un intento por silenciar testigos. Sus teléfonos, recuperados más tarde, contenían los videos, rutas y mensajes que terminaron por revelar toda la estructura.
Con esa información, el Gabinete de Seguridad detuvo el 18 de noviembre al presunto autor intelectual en Morelia. La evidencia —dos celulares, droga, un arma y un vehículo— cerró el círculo de una investigación acelerada por los rastros digitales que los propios agresores dejaron atrás.
El caso exhibe la manera en que la violencia política se ha sofisticado: ya no depende solo de halcones en la calle, sino de chats, transmisiones en vivo y coordinación remota. Nada se borra para siempre. Y esta vez, esa ingenuidad fue decisiva para desmantelar la operación.

