Para ser realizada con cierta perfección una actividad tanto en la administración pública, como empleado en la construcción, en una maquiladora, en una campaña política, como vendedora de cualquier artículo, empresario, o simplemente en el orden profesional, necesariamente se requieren facultades y cualidades debidamente cultivadas por y en la persona, específicamente el sometimiento del temperamento a la inteligencia y la voluntad, de lo que resulta el carácter.

En el presente proceso electoral tenemos noticia por la forma en que actuaron, de la falta de carácter de guardaespaldas de políticos, de personas que coordinan campañas, hijos, hijas o servidores vinculados a un candidato o candidata que aspiran a un cargo de elección popular; de cómo en cuestión de segundos pierden la cordura y fuera de toda acción racional agreden o insultan a otras personas.

Más grave aún, hemos observado que, por la hipocresía de quien da a conocer el hecho, lo lleva a cabo no por “autoridad moral” o beneficio social, sino por lo perteneciente a su interés, más por una cuestión de estrategia “política” de dañar al contrario, que por un dictado de la conciencia moral debidamente ordenada.

En ambos casos, la razón por la cual pierden la cordura o la cabeza, es porque son personas que aún se encuentran sometidas o dominadas por su temperamento, es decir, no han concluido satisfactoriamente la formación de su carácter, debido a ello ante un estímulo externo, explotan e insultan, golpean o humillan a otras personas para demostrar una superioridad que psicológicamente no poseen; ostentan una valoración desmedida de sus cualidades o propiedades, comportándose de forma altanera y altiva, engreída y petulante; esto no es sino una forma de desprecio hacia los demás, con aparente rostro de “firmeza” y “carácter” para ocultar sus vicios y debilidades. 

Escuché decir en una ocasión: “Si quieres conocer quién es en realidad una persona, dale poder”, lamentable ¿no? sí así, sin poder, ya están dando muestra de quiénes son verdaderamente, imagínate cuándo lleguen. Sería bueno, aunque tarde, empiecen por formar su carácter, sobre el cual este Rafael Faría nos dice que: es el modo peculiar y habitual de sentir, pensar, obrar y reaccionar de un individuo, bajo la dirección del entendimiento; es como una segunda naturaleza que el hombre se da así mismo, no se hereda.

En la formación del carácter del ser humano necesariamente participan diversas instituciones que intervienen en su moralización, la familia, la escuela, el Estado y la Iglesia.  En cambio, el temperamento es la naturaleza que el hombre recibe, es innato, nace con él, moriremos con él.

El temperamento por el cual algunas personas actúan irracionalmente, es el conjunto de elementos orgánico-afectivos que le comunican al individuo su modo de ser emotivo e impulsivo. Es orgánico: porque lo encontramos en el sistema nervioso, la sangre, tejidos celulares, sistema glandular. Es afectivo: porque son tendencias, gustos, sentimientos, emociones, pasiones. Es emotivo: porque revela en las personas alegría o tristeza, amabilidade o irascibilidad.

De acuerdo con el temperamento, hay individuos impulsivos, que reaccionan con prontitud y viveza, y a veces con violencia y agresividad ante un estímulo exterior.  Hay otros poco impulsivos que reaccionan con lentitud y moderación. 

En definitiva, algunas de las personas que participan en las elecciones, que muestran este tipo de comportamiento, es evidente no han alcanzado la excelencia y eficacia de carácter por medio de la virtud, no son mejores como seres humanos, no toman ni tomarán buenas decisiones en tanto sean dominados por el temperamento y no por éste sometido a la inteligencia y voluntad.

Su comportamiento sólo nos muestra su identidad dominada por sus intereses personales y no por los de la sociedad, no tienen por objetivo hacer mejor el entorno para la sociedad. Piénsalo, en la próxima elección, elige personas con carácter, que dominen su temperamento.