Érase una vez en el bosque de la China, dónde la chinita se perdió, vivían dos liebres muy astutas, eran buscadas por los cazadores del bosque por todas partes, quienes confiaban que “algún día”, por su superioridad y relaciones entre ellos, las iban a cazar, pero nunca las encontraban y menos las cazaban.
Luego, resultó que en una tarde clara de hermoso lucero se dieron cuenta que las liebres fueron cazadas por un cazador que ni siquiera frecuentaba el bosque de la China, quien ufano y orgulloso más tarde dio cuenta de su hazaña, y vaya que se armó la kun-fu-sión, la gente estaba molesta con los cazadores, perdió la confianza en éstos por ineficientes entre otras cosas que ya te imaginarás. La confianza consiste en tener la creencia y la seguridad de que otra persona cumplirá lo que promete, porque es íntegra, honesta, capaz y de buenas intenciones. Cuando confiamos en alguien, estamos preparados para creer en esa persona y depender de ella en situaciones de vulnerabilidad. Confiar en quienes ejercen el mando consiste en tener la seguridad de que el político o gobernante, el maestro o dirigentes de cualquier índole, son personas íntegras, honestas, de buenas intenciones. La confianza en el ejercicio del mando, sea como gobernante, político, académico, etc., en las instituciones privadas o gubernamentales, es una fuerza con que cuentan quienes ordenan, mandan o enseñan, es un pilar fundamental en la sociedad. Cuando las personas dejan de tener confianza en ellos, se derrumba su autoridad moral, pierde su “poder” y en consecuencia el empuje o arrastre; salvo que por parte de un sector o sectores de la sociedad apoyen a quien defraudó la confianza, porque exista algún interés como el dinero, la complicidad o simplemente permanecer en una posición laboral, entre otros, pero ya no es por confianza. La confianza no es algo que se hereda, se gana paulatinamente, conlleva dificultades, tiempo, la vamos entregando porque vemos en esa persona o personas un conjunto de cualidades que las hacen confiables, por ejemplo: al hablar lo hacen con la verdad, son transparentes en el desarrollo de su trabajo, no andan en lo oscurito haciendo negocios a espaldas de quienes confían en ellas, no contemporizan y menos toleran la corrupción, la delincuencia, la ineptitud, la ineficacia, el servilismo y la abyección; eso hace confiables a las personas. Cuando entregamos nuestra confianza, estimamos que podemos depender de esa persona o personas, o que al menos el trabajo, encargo o puesto que se les asigna lo van desarrollar de la mejor manera posible. Así depositamos la confianza en las personas, en el sentido de que estas cumplirán con las obligaciones que conlleva el cargo o puesto que les fue asignado.Lamentablemente, hay quienes desechan o denostan la confianza, llegando en el cargo que ostentan al extremo de satisfacer una necesidad de reconocimiento por lo que hacen o consiguen, incluso por lo que creen que son, al grado de caer en la megalomanía, delirios de grandeza, vanidad y jactancia en grado superlativo.
Estas personas que se aprovechan de la confianza en ellas depositadas, regularmente actúan con doblez, esto es, con astucia o malicia, dando a entender lo contrario de lo que sienten o piensan. Este tipo de personas son traicioneras, solapadoras, fingidas, en ellos no existe la verdad en su pensar y en su obrar, actúan por lo tanto con hipocresía, falsedad, fingimiento, disimulo, simulación, por lo mismo no son seres humanos limpios, francos honestos en su actuar. Pululan en todos los ámbitos. Como veras las personas que traicionan la confianza de quien dirigen, buscan que veas los que parecen, no lo que son, son buenos para usar la cosmética pues con el uso de ésta envían el mensaje de ser buenas personas, pero nunca cambian por dentro. Una pregunta obligada sería ¿Después del ejercicio del poder de una persona en quien Usted depositó su confianza, seguiría confiando en esa persona? Usted responda, ¿cómo la ve? Dijo la lavandera: como lavé.