“Temo al hombre que solo un libro lee”: frase pronunciada en algún momento por filósofos, clérigos, novelistas, poetas; algunos la atribuyen a San Agustín, otros a Santo Tomás de Aquino cuando se le preguntó ¿en qué manera un hombre podría ser más instruido?, respondió: Leyendo un solo libro.

En el sentido original la frase significa que el ser humano que termina por leer un libro bueno, acaba por conocer a fondo su contenido, aplica a ese fin todas sus facultades: su inteligencia, su voluntad, su imaginación, sentimientos y emociones, Etc., no las distrae ni pierde el tiempo en vaciladas, no lee por leer, sino por comprender y entender, lo que lo lleva a obtener un buen resultado.

Por eso se decía que un hombre que ha estudiado exhaustivamente un buen libro, puede ser peligroso como adversario, fundamento de esto era es la “determinación” con que se leía el libro; este es un acto esencialmente humano, que consiste en querer y prever, es una fuerza consciente y disciplinada que nos mantiene firmes obrar para el logro de nuestras metas.

La determinación, nos permite vivir como un acumulador de energías, pila o batería, que cuando libera la chispa, al fluir esta al motor de un vehículo lo hace funcionar; así en las personas por la determinación logran una personalidad definida, firme y vigorosa que fluye en ellas y que al activarse las distingue, por sus acciones, de las personas irresolutas.

Sin la determinación en nosotros, nuestra vida se desliza sobre las costumbres, la tibieza, la indecisión, flotamos como hoja o polvo en el viento, soportado solo por los sentimientos y las emociones, sin voluntad, sin sustento racional alguno y sin puerto a donde llegar.

No desestimo en modo alguno los sentimientos y las emociones, pasiones del ser humano que en sí mismas son buenas, pero estas siempre deben estar supeditadas a la razón, además de la voluntad que interviene en aquellas para cambiar o precisar su dirección de un golpe.

En el próximo año y en cualquier día es necesario tomar resoluciones precisas, premeditadas, estudiadas, específicas. No bastan las buenas intenciones, fórmulas brillantes, sueños hechos sobre pompas de jabón que se deshacen en el aire; deseo que las metas que te propongas para el próximo año estén sustentadas en una resolución firme e inquebrantable.

Mi deseo es que este año te propongas una resolución o dos, escoge aquellas que te perfeccionen moral, profesionalmente, en el orden de la familia o social; no se diga en el orden a la religión, de la salud, como docente, como servidor público, políticamente, bastante falta hacen los buenos políticos.

El deseo de que escojas una o dos resoluciones, es para que no te conviertas en vitrina de “colección de resoluciones”, las cuales estés cambiando a cada semana. Por el contrario, que este año sea de determinaciones que lleven a un buen resultado y no desesperar si en 8, 30 o 60 días no se obtienen resultados, decían un maestro muy querido: “no desesperes, hay que insistir y persistir”.

También, deseo que este año lo termines con la intención de formar parte de ese otro grupo, entre muchos otros, que observamos en Navidad, que de forma ordenada desean el bien a los demás, conviven alegre y sanamente en familia y con amigos, departiendo amistad, alegría, afecto y caridad a los demás, y reciben el año nuevo con resoluciones determinantes.

Grupo que después de meditación profunda, sabe decir: ¡quiero! Que aplican el axioma querer es poder a la perfección moral, como una lucha contra la pereza, la inconstancia y la lasitud del espíritu; que evitan caer en la debilidad de carácter y en la volubilidad que proviene de las influencias malas que los hacen girar como veleta de un lado para otro.

Finalmente, deseo que este año nuevo lo inicies con determinación, en compañía de tu familia y seres queridos, que en todos los campos en que te desenvuelves: actúes sin vacilación, avanzando de frente sin mirar ni a la derecha ni a la izquierda, sin desmayo ni tibieza, sin fastidio ni cansancio. Feliz año nuevo.