Hoy, como nunca, es necesario retomar los liderazgos efectivos en las organizaciones de salud en el estado de Chihuahua. Desde los procesos operativos, los que supervisan, hasta los que hacen que la labor diaria y el compromiso de los trabajadores y los equipos de salud sean por un bien común, todos necesitan una referencia clara de buen trabajo y gestión.

Políticamente, los médicos nos hemos echado atrás ante una sentida necesidad de poder asignar correctamente recursos para satisfacer servicios de salud y mejorar las condiciones de trabajo de quienes participamos cada día en clínicas, hospitales y áreas administrativas. No somos siquiera parecidos a los gremios magisteriales cuando se trata de exigir mejores salarios y condiciones de trabajo. Ya no somos "héroes sin capa", y segura estoy de que ninguno pretendíamos serlo, pero hoy, después de ser parte protagonista, volvimos a sentarnos para ver cómo la toma de decisiones está en manos de personajes que difícilmente pisarán una institución pública de salud como usuarios o trabajadores.

La voz de mando, pero también la experiencia y el conocimiento, son imperativos categóricos que, aunados a la disciplina, se le exigen a los médicos cuando dirigen grupos de trabajo, sindicales, de contención de daños, incluso políticos.

Por eso las comunidades aún guardan un respeto a la investidura de un médico o de una médica cuando hay que dar opiniones técnicas o tomar decisiones ejecutivas, sean o no concernientes en su totalidad a cuestionar decisiones técnicas o científicas.

Somos seres biológicos, psicológicos, sociales, emocionales, incluso espirituales, y por eso conectar con otro ser humano es algo del día a día en el actuar de los médicos. Palpar más allá de lo físico, entender necesidades que se expresan a veces desde el silencio o desde el miedo, y comprender que una sonrisa o un abrazo proporcionan más salud que muchas terapias.

La ética, por otra parte, es una condición que puede tener cualquier asociación de personas, pero si se decide prescindir de ella, las consecuencias serán sin duda nefastas. El médico lleva en su tatuaje moral la determinación por hacer el bien, y más cuando se asocia o es percibido ante la mirada de sus colegas, o como le llama su servidora, "hermanos en medicina". Por eso el escrutinio de sus actos en lo privado y en lo público es inminente.

La innovación o las nuevas eras se plantean ante muchos paradigmas tradicionales, por algunos aspirantes a conducir los grupos de salud, y así se plantean la igualdad de género o los relevos generacionales, pero ¿hasta qué punto las organizaciones soportan estas nuevas olas de liderazgos un tanto abiertos, un tanto laxos, o donde las ideas se polarizan e incluso las personas son segregadas por cierta intolerancia a un "status quo" de rigor médico? Las jerarquías en las áreas médicas persisten y las disciplinas militarizadas de formación, entonces las transiciones de quien lleva las riendas no pueden ser abruptas, pues provocarían grandes brechas de gestión y desconfianza ante la mirada de los que organizacionalmente sigan a esos líderes.

La gestión, cuando se hace entre pares, es un lenguaje entendido, ciertamente tradicionalista, y ¿por qué una tradición debe verse como el molde a romper? Si algo como la confianza, que es un tesoro, es un don de líderes, pues hay cosas que ya no deben buscarse con tanto ahínco, sino perfeccionarse.

Partir desde cero no es opción ante necesidades tan apremiantes como el proporcionar servicios de salud. Sirva la experiencia en la pandemia de Covid-19. Tuvimos que retomar protocolos de situaciones previas, al menos parecidas, y sujetarnos al rigor de la organización de los más expertos.

Partir desde compromisos externos que no obedezcan al bienestar de las personas termina por corromper las instituciones, las gremiales y las de grupos de trabajo, porque las componendas que se hacen fuera de un marco donde las personas expresen su sentir y su necesidad, o fuera de donde se identifica objetivamente el buen uso de recursos, solo obedecerán a egos corporativistas o incluso personales que perpetúan malos modelos de ordenanza.

El médico se cubre de un ego desde su formación, como cualquier ser humano, y lo hace por supervivencia, por esmero, por competencia y porque es eje central en la toma de decisiones y en la responsabilidad que se conlleva como ningún otro personaje de los equipos de salud. Entonces, cuando uno de ellos alza la mano para participar en direcciones o asociaciones, será su propio gremio quien lo cuestione, juzgue y sancione. Una vez hecho esto, la legitimidad está dada.

Así que, ¡muchas gracias! al médico chihuahuense que no solo es líder, sino que une voluntades, aquel que vence su ego y es capaz de generar respeto con su trabajo y congruencia. Si eres uno de ellos, te felicito, y si no, te invito a dejarlo que pase a hacer su trabajo, pues ha roto sus propios esquemas y limitaciones, y sin duda, en la colectividad, nos hará mejorar.