Cuando fuimos niños en la iglesia nos enseñaron que Dios tomó un puño de barro, le dio forma de hombre y vertió su neuma, es decir su aliento. Cómo es esto. En los tiempos bíblicos imperaba la filosofía griega, ésta consideraba que las personas estamos conformadas por 3 entidades: psiqué, soma y neuma, es decir alma, cuerpo y espíritu. La diferencia entre psiqué y neuma, alma y espíritu, es que a la psiqué corresponden los aspectos que conforman la personalidad, las emociones, las percepciones, la inteligencia, o sea todo aquello que corresponde a la psicología. Mientras que el neuma se refiere a la cualidad de distinguir entre el bien y el mal, a esta corresponden los aspectos éticos y morales así como los valores.
Entonces cuando Dios vertió su neuma vertió su espíritu a través de su aliento y por eso se dice que vertió: aliento de vida. Por lo tanto a Dios le bastó un “soplo” para construir a una persona.
Pero los maestros no somos dioses. No podemos formar a una persona con un soplido, a nosotros se nos encomienda atender los niños desde los 45 días de nacidos, no es casualidad que los permisos por gravidez de las maestras se otorguen precisamente hasta después de los 45 días de la fecha tentativa del parto. Y los atendemos en educación básica hasta los 15 años cuando la concluyen. Empezamos nuestro quehacer desde la educación inicial, y continuamos en preescolar, primaria y secundaria. Sin embargo para cumplir lo prescrito en el artículo 3o tenemos que prolongar la educación a los niveles medio superior y superior y al terminar la universidad alrededor de los 25 años podemos decir que lo que Dios logró en un soplo a los maestros nos lleva más tiempo y es que: los maestros no somos dioses.
Además del tiempo nuestro quehacer presenta múltiples vicisitudes.
Pablo Latapí plantea que el quehacer de maestro como la luna tiene dos caras; una cara oscura y otra luminosa.
Permítanme leerles textualmente las palabras de Latapí que por su grandeza no necesitan ser explicadas:
(inicio e cita)“El lado oscuro de la luna lo conoces bien. Es el bajo sueldo y, más a fondo, lo que ese sueldo significa: el poco reconocimiento social hacia el maestro. Esto duele; lo percibes todos los días y te acompaña como mala sombra; a veces alguien te ve de arriba abajo; mucha gente no valora ni lo que estudiaste ni lo que haces.
El lado oscuro son también los escasos recursos con que cuentas para realizar tu tarea y la poca atención que les mereces a las autoridades. Fuera del libro de texto y el gis, casi no cuentas con nada; estás librado a tu imaginación.
Hay, además, corrupción en el medio magisterial; reglas del juego poco edificantes que tienes que aceptar; a veces manipulación, abusos y un doble lenguaje que molesta. Hay también -aunque no es privativo de tu profesión- rivalidades, murmuraciones, envidias y zancadillas de algunos compañeros. Entre todo esto hay que caminar, como equilibrista sobre la cuerda floja.
Júntale a todo lo anterior la pobreza de los alumnos que les dificulta tanto aprender; la testarudez, indisciplina y rebeldía de algunos muchachos en el aula; la ignorancia, a veces, de los padres de familia que no saben estimularlos ni corregirlos, y la maledicencia, que nunca falta, en la comunidad. Para ganarte la atención de los chicos tienes que competir con la “tele”, los videos y los cantantes de moda, en batallas que están perdidas de antemano; y, como colofón, se te culpa no sólo de que los alumnos no aprendan, sino de todos los males del sistema educativo. Decididamente, el lado oscuro es más bien negro, de tantas dificultades y problemas que tiene la profesión”. (fin de cita).
Mario Moreno nuestro gran Cantinflas en su película “El Profe” nos explica con una analogía y dice que la educación es como el box en que la izquierda somos los maestros y la derecha son los padres de familia, que si la izquierda no defiende y la derecha no protege o que si la izquierda no ataca y la derecha no contraataca la pelea está perdida.
A pesar del panorama anterior todos los pueblos, todas las naciones y todas las culturas le han apostado a la educación para la solución de sus problemas: que México tiene el 2o lugar en obesidad; entonces que los maestros enseñen el plato del buen comer: que el problema número 1 del país es la inseguridad pública; entonces que los maestros enseñen una convivencia sana y pacífica: que las escuelas abran sus puertas a todos los niños; entonces que los maestros planeen un currículum analítico único y flexible.
Mal copiamos proyectos de otros países, en España país donde nacieron las USAER se diseñó que una USAER atendiera una escuela, aquí se atienden 4 ó 5 escuelas por USAER. En Cuauhtémoc solo hay un CAM lo que implica que alumnos de las colonias periféricas inviertan hasta una hora y media para llegar temprano a su escuela mientras que a los alumnos sin discapacidad la escuela les queda en la colonia en donde viven.
Somos carne de cañón de los partidos políticos, de los debates referentes a la sexualidad y los libros de texto. Se nos amenazó con que si no aprobábamos 3 veces seguidas una evaluación podríamos perder el empleo. Y sin embargo aquí estamos, algunos cumpliendo 30 y otros 40 años de servicio.
Vocación viene del latín: vocatio; que significa convocación o llamado. Se interpreta como la inspiración para atender un llamado, en nuestro caso el de la enseñanza.
Volviendo a Pablo Latapí, sinceramente creo que la vocación es lo que le da sentido a lo que él llama: la cara luminosa.
La cara luminosa de la educación considera 3 aspectos:
El primero es la experiencia de “ver aprender”. No hay maestro que no presuma que sus alumnos ya saben hacer esto o aquello. Ver aprender es la satisfacción fundamental de quien enseña.
El segundo responde a la formación del carácter. Afirma Latapí: (inicio e cita) “ser maestro o maestra es ser invitado, en ciertos momentos privilegiados a entrar al alma de un alumno y ayudarle a encontrarse, a afirmar paulatinamente su carácter, a descubrir sus emociones, quizás a superar sus temores y angustias. Y para muchos alumnos y alumnas el maestro o la maestra es el único apoyo con que cuenta”. (fin de cita)
El tercer aspecto es que el contacto cotidiano con nuestros alumnos nos mantiene jóvenes. Nos obligan a prepararnos constantemente para todas las posibles preguntas que se les ocurren y a diferencia de sus madres no nos aceptan un “porque si” o un “porque no” como respuesta. En este contacto también terminan enseñándonos más a nosotros que nosotros a ellos, qué maestro maneja mejor el celular que sus alumnos y no se digan el Facebook, WhatsApp, Tik Tok, y más aplicaciones, plataformas y hasta aparatos electrónicos.
La vocación se nutre de varias virtudes por hoy me referiré solo a tres y permítanme hacerlo con 3 anécdotas:
En una ocasión y como parte de una investigación para evaluar la integración educativa entrevisté a un director de una escuela. En plena entrevista llega un niño y le dice: Director dice la maestra que si no tiene una pastilla para el dolor de cabeza. El director lo mira y le pregunta: Qué almorzaste? A lo que el niño contesta: un café y una tortilla. El maestro se levanta y empieza a hurgar en todos sus bolsillos de los que recolecta un puñado de monedas y extendiendo el brazo se las entrega al niño al tiempo que le dice: ve con la señora de la tienda y dile que te dé un pan, dos rebanadas de salchicha y una de queso para que te haga un lonche, si no se completa dile que me apunte lo que falte. El niño mal toma las monedas y sale corriendo y saltando de alegría al momento que el maestro se sienta y me mira como pidiéndome la siguiente pregunta. Pero me detiene con un gesto de pegar el índice y el pulgar a la altura de su cara como diciendo: espéreme tantito, pero sin hablar para no perder tiempo se levanta y en el umbral de la puerta le grita al niño: y dile que te dé un jugo y que también me lo apunte!
La empatía, que es el sentimiento de identificarse con alguien, es la virtud que se ejemplifica con esta anécdota.
La siguiente anécdota la escuché de una maestra. Me platica que conoció a otra maestra, que está en silla de ruedas pues presenta discapacidad motora. A su vez está maestra refiere que cuando era niña se le dificultó ser aceptada en educación primaria por su condición de discapacidad. Su mamá intentó en varias escuelas inscribirla y por fin ingresó en la escuela “Expropiación Petrolera” en la que un maestro del que sólo recuerda que tenía “un gran marquis rojo” la recogía a la hora de salida y la llevaba a su casa todos los días. Que si él no hubiera hecho esto ella no abría podido ir a la escuela. Así que si alguno de Ustedes conoce a un maestro que trabajó allá por los 90’s en la escuela “Expropiación Petrolera” y que tenía “un gran marquis rojo” dígale que gracias a él hoy tenemos a una maestra extraordinaria. Ese maestro merece nuestro reconocimiento.
La virtud y valor que aquí se ejemplifica es: la compasión. Valor que en Educación Pública no se promueve por su sobreuso religioso.
Y para la tercer virtud permítanme platicarles de la maestra Paty Nicli hoy galardonada por 30 años de servicio. Maestra fue un Honor y un placer haber sido su supervisor y maestro, aunque sigo pensando que su jubilación es un lujo que educación especial no se podía dar. La maestra Nicli laboró como maestra de comunicación de USAER y todos los días cargaba una bolsa de dulces además de otros pequeños regalos, como manualidades típicas de las maestras de preescolar comunmente elaborados por ella misma, y que compartía con sus alumnos como una manera de festejar sus logros.
Esta es la virtud de la generosidad. Generosidad que incluso le alcanzaba para compartir con sus compañeros, entre ellos yo también, y que tenía vocación de semilla, pues algunas de sus compañeras ya también lo practican.
Una vez un ingeniero agrónomo para explicarme el valor y proceso de la composta me dijo: tenemos que regresarle a la tierra algo de lo que ella nos dá. La maestra Nicli practicó esta filosofía pero en la educación.
Burrhus Frederic Skinner, si el odiado Skinner en la UPN, al ser cuestionado que si sus máquinas del aprendizaje podrían sustituir a los mestros contestó: el maestro que pueda ser sustituido por una máquina merece ser sustituido por ella. No veo cómo ni cuándo una máquina pueda hacer lo que estos tres maestros hicieron.
Para finalizar permitanme insistir: los maestros no somos dioses… somos ángeles!