En el tempo de Jesús, también la mujer era discriminada. Los fariseos llevaron ante Jesús a una mujer sorprendida en el acto de adulterio, para justificar su muerte por lapidación. Quienes habrían codiciado su hermosura y la de otras más, demandan: “Señor, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres, ¿Tú, pues, qué dices?”
El silencio de Jesús, dio lugar a un análisis de conciencia. Y como insistieran en preguntarle les dijo: El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Todos se fueron acusados por su conciencia. ¡Oh hombres que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Si con ansias sin igual solicitáis su desdén, ¿Por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal!: Sor Juana. Recientes descubrimientos arqueológicos en Israel, han desentrañado la antigua ciudad de Magdala. Durante los tiempos de Jesús, Magdala, era una ciudad muy próspera en la industria del pescado; Las primeras excavaciones se realizaron en los años setenta, pero en 2009 descubrieron la parte norte del pueblo de Magdala, encontraron: baños de purificación ritual, casas y un puerto; los hallazgos arqueológicos sugieren que se trataba de un enclave rico; por lo tanto, se puede deducir, que María Magdalena era “una mujer adinerada de un pueblo económicamente bien posicionado” y no necesariamente una prostituta, esta idea se refuerza en Lucas 8:1-3 María Magdalena, mujer rica, quien siguió a Jesús toda su vida, y soportó con dineros su ministerio, de quien se dice que, Jesús la había libertado de siete demonios. ¿Depresión, ira, odio, desesperanza, paranoia, psicosis, esquizofrenia? No todas son demoniacas, pero, tal vez sí. ¿No ha cambiado mucho el mundo desde entonces, verdad? ¿Cómo ocurrió el encuentro que transformó a María Magdalena? Los evangelios citan textual: “Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. De Jerusalén a Magdala, distaban unos doce kilómetros; hoy son diez. Seguramente, Jesús estuvo ahí, enseñando en una de esas sinagogas, desenterradas actualmente por arqueólogos en Magdala, y separadas unos doscientos metros una de la otra. Tal vez, María Magdalena fue llevada por sus padres o familiares ahí, con la esperanza de ser libertada de su cárcel: siete enfermedades. Aunque algunos opinan, que, María Magdalena fue una prostituta. “Más allá de si fue o no, una meretriz, María, de Magdala, fue una mujer influyente en lo económico y social; en lo económico por ser acomodada, y en lo social, por crecer y vivir en una sociedad religiosa estricta, pero decide romper esquemas y seguir a Jesús”. Opina la investigadora Jennifer Ristine, quien cree, que, la mujer de Magdala, es ante todo, un modelo de liderazgo para las mujeres. El médico Lucas cita textual: “Jesús iba por todas las ciudades y aldeas (…) y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y enfermedades”, (…) entre ellas, María Magdalena. Quien desde su encuentro con Jesús, le siguió, y sirvió hasta el final. La vemos frente a la cruz, en primera fila, mientras todos habían huido por temor. Todos los evangelios citan a María Magdalena, llorando frente a la cruz; y fuera del sepulcro, el domingo de resurrección, muy temprano, para terminar entre ella y otras mujeres, el trabajo de embalsamiento del cuerpo de Jesús; quizá, limpiar los coágulos de su barba y despedirse. Ese domingo, las noticias para ella empeoraron: no sólo había perdido a su Señor y libertador, sino, además, su cadáver. Al hallar quitada la piedra del sepulcro. ¡Corre a avisar a Pedro y a Juan!: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto”. Juan dice: Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro. El llanto de María representa la noche de la humanidad. ¿Por qué lloraba María? Ella, lloraba por muchos sentimientos encontrados: por una parte, recordaba que Jesús la había libertado del pecado y los demonios que la atormentaban; por otra, mascullaba la idea que, con la muerte de Jesús acabarían sus esperanzas, porque no imaginaba que habría de resucitar, y buscaba como muchos, a un Cristo muerto. Sin embargo, llega el momento en que se aparece a aquellos que le buscan de corazón, “porque le hallan los que madrugando le buscan”. Jesús le dijo: (observe la ternura) “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, no sabiendo que era Jesús, y pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, (el cadáver) dime dónde lo has puesto, y yo lo tomaré. Jesús le dijo: ¡María! Al oírlo, ella tal vez recordó, la primera vez, que escucho pronunciar su nombre sin malas intenciones. María al reconocerlo exclama sorprendida: ¡Rabuní!: Gran maestro. Luego fue a dar las nuevas que había visto al Señor. ¿Cuántos habrá que ignoran que Jesús está vivo? Y, si Jesús está, también la solución a los conflictos y carencias humanas. Pues, al tiempo de volver a la vida a Lázaro,- quien tenía cuatro días en el sepulcro- dijo a su hermana: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Juan 11:25. Fuente: anahuac.mx