Ciudad de México.- El 1 de octubre de 2024 marca un hito en la historia de México con la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de la República. Este momento representa un avance significativo para las mujeres en el país, en particular en una sociedad donde la desigualdad de género ha sido un desafío persistente. Sin embargo, más allá de la celebración de este logro, es necesario reflexionar sobre lo que significa realmente esta nueva etapa para las mujeres y el país.

La llegada de una mujer a la Presidencia es, sin duda, un avance en términos de representación política. Durante décadas, las mujeres han luchado por abrirse paso en espacios dominados por hombres, y la presencia de Sheinbaum en la posición más alta del poder ejecutivo envía un mensaje simbólico poderoso: las mujeres pueden liderar naciones. Sin embargo, es importante señalar que la representación no es suficiente para garantizar una agenda que verdaderamente promueva los derechos de las mujeres.

Morena, el partido que llevó a Claudia Sheinbaum a la presidencia, no ha tenido un historial destacado en cuanto a la promoción de políticas que mejoren sustancialmente las condiciones de vida de las mujeres mexicanas. De acuerdo con el Índice de Paridad de Género del Foro Económico Mundial, México ocupa el lugar 33 de 146 países, una cifra que, aunque muestra cierto progreso, está lejos de reflejar una realidad equitativa para las mujeres. Las tasas de feminicidio siguen siendo alarmantemente altas; en 2023 se registraron 1,015 casos, claro hay casos que no son contabilizados como tal, y la implementación de políticas que garanticen seguridad y acceso a la justicia ha sido débil. A pesar de la creciente visibilidad de los movimientos feministas, la respuesta del gobierno ha sido insuficiente, con estrategias que muchas veces ignoran las demandas de las activistas y colectivos que exigen una verdadera transformación en materia de género.

En este contexto, Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente. A pesar de las críticas que se le puedan hacer por su asociación con MORENA, es importante darle el beneficio de la duda y confiar en que, como mujer, comprenda la necesidad de gobernar con una perspectiva de género. Debe atender los problemas estructurales que afectan de manera desproporcionada a las mujeres, como la violencia de género, la brecha salarial y el limitado acceso a servicios de salud y educación de calidad.

Si a Claudia Sheinbaum le va bien en su gestión, a México le irá bien. Su éxito no debe medirse únicamente por su filiación partidista, sino por su capacidad para gobernar de manera inclusiva, para tomar decisiones que beneficien a todos los mexicanos y mexicanas por igual. Un liderazgo efectivo implicará no solo atender las demandas de igualdad, sino también mostrar firmeza en temas de seguridad, economía y justicia social, áreas en las que México sigue enfrentando grandes retos.

Es fundamental, en este sentido, dejar de lado las lealtades partidistas cuando se trata del bienestar del país. Antes que panista, soy mexicana, y lo que más importa en este momento es que México avance. Claudia Sheinbaum tiene la responsabilidad histórica de demostrar que una mujer puede ser un gran líder en un contexto complejo. Si logra superar las deficiencias que Morena ha mostrado hasta ahora en temas de mujeres, su presidencia podría marcar un verdadero cambio para nuestro país.

Sin embargo, es crucial que como sociedad civil sigamos vigilantes. La representación importa, pero no es suficiente por sí sola. La presión debe continuar para que los avances en equidad de género no se limiten a la simbología, sino que se traduzcan en acciones concretas y medibles. Sheinbaum tiene una oportunidad única: la de demostrar que su mandato no será simplemente un logro simbólico, sino un punto de inflexión real para las mexicanas y mexicanos.