¿Alguna vez te has encontrado personalidades caminando por la calle? Seguramente me responderás que sí, pero no coincido contigo: yo no las he encontrado, y sin embargo en eventos institucionales escuchamos por parte de quien funge como maestro de ceremonias: “y ahora procedemos a presentar a las personalidades que hoy nos acompañan…”.

¡Ah caray! Entonces ¿la personalidad tiene o no existencia propia? Respondo: parece que no, luego entonces ¿qué queremos decir cuando afirmamos Pedro tiene personalidad? Y no ¿la personalidad tiene Pedro? Pues nada que parece que la existencia de la personalidad depende de otro ser para existir, es decir, su existencia depende de Pedro.

La personalidad, en general, no tiene existencia propia; por el contrario, está sujeta a la existencia de las personas quienes labran aquella en el trascurso de su vida; la personalidad es como las virtudes morales que nos mueven a obrar de forma permanente el bien y evitar el mal, ¡no se heredan! Ambas se forjan con el tiempo, son una conquista progresiva.

Por eso nunca verás personalidades deambulando por la calle, lo que sí verás son personalidades sujetas o que dependen de personas concretas, sí, un hombre concreto con una personalidad concreta, así existieron la personalidad de Aristóteles, Carlo Magno, Santo Tomás de Aquino, y existen la personalidad de Adriana, Gaby, Lidia, Etc., ¿qué, no lo crees? Ok.

Va de nuevo ¡piensa bien fuerte! Con ganas de responder las preguntas que te planteo: la personalidad, nos dice Regis Jolivet[1]: “es una cualidad de una persona que tiene su propia manera de sentir y de juzgar…”. Dicho otro modo por Rafael Faría: “es la orientación consciente y firme dada por la voluntad a nuestra vida psíquica, que tiene por características el conocimiento reflexivo de nuestros actos, el pleno dominio de ellos, y la unidad y estabilidad de nuestra conducta”[2].

En ambas definiciones podemos advertir dos clases de factores que determinan lo que la personalidad sea, estos son: los orgánicos y los psicológicos, sin dejar de lado los factores sociales. En cuanto a los factores orgánicos, de acuerdo con la ciencia conocida como Embriología, tenemos que estos empiezan a existir desde el momento de la fecundación, pues es en este momento en que cada persona o ser humano existe[3], esta ciencia ha demostrado que la estructura y funcionamiento del cuerpo empieza a existir con la unión del óvulo y el espermatozoide.

Con esto tenemos, como lo señala el Dr. Vidal Ambriz, que los elementos orgánicos de la personalidad emergen primariamente de la información genética del cigoto (óvulo fecundado) y tiene un desarrollo que se puede sintetizar en tres fases: génesis, y maduración intrauterina, desarrollo y maduración extrauterina (niñez, adolescencia y edad adulta) y de involución (vejez y senectud)[4]. En estos elementos orgánicos o corporales de la personalidad encontramos el temperamento, los instintos, los apetitos sensibles, etc.

Los factores psicológicos o espirituales, en virtud de la naturaleza racional del ser humano, corresponden a la inteligencia (entendimiento) y a la voluntad, facultades que en la formación de la personalidad juegan un papel esencial, pues los componentes orgánicos son dominados y sometidos por los componentes psicológicos para el perfeccionamiento del ser humano, quien con esto logra una personalidad fuerte, firme, activa, dinámica, etc.

Con lo anterior te quedará claro que es impropio hablar de la formación de la persona, pues esta es desde el momento de la fecundación, y por el contrario es apropiado referirse a la formación de la personalidad, la cual requiere de la persona para existir. ¿Qué tal eh?

[1] Jolivet, Regis. Vocabulario de Filosofía. Ediciones Desclée, de Brouwer.

[2] Faria Rafael. Psicología, curso de Filosofía. Tomo I. Librería Voluntad.

[3] Moore KL, Persaud TVN, Torchia MG. (2016). Embriología Clínica. Ed. Elsevier Saunders.

[4] Ambriz Vidal, J. (2022). Medicina Humanística. México.