Una dictadura es un régimen político en el cual, con el uso de la violencia física, verbal, psicológica o social, concentra todo el poder en una persona u organización que reprime los derechos humanos y las libertades individuales.

Cuba, Nicaragua y Venezuela son sistemas dictatoriales. Hay quienes opinan que México para allá va: tendremos un solo partido, las elecciones serán amañadas con un INE parcial y el presidente será el que juzgue y condene o perdone. Thomas Hobbes dijo que en el soberano confluyen todos los derechos más los que él desee atribuirse. Pero este soberano no está sujeto a ninguna ley, está por encima de la ley. Cualquier semejanza…

¿Hay algo peor que una dictadura? Por supuesto que sí: una dictadura perfecta. En Cuba, los isleños están acostumbrados a más de siete décadas de absolutismo porque Fulgencio Batista fue dictador de 1952 a 1959 y heredó por la fuerza el poder a Fidel, después éste a Raúl y a su vez a Miguel Díaz-Canel. La mayoría no sueña con la “cosa más grande” que es la democracia.

Los nicaragüenses están peor. No conocen la palabra libertad desde 1937 cuando los Somoza se hicieron del poder. En 1979 Anastasio fue derrocado por la Revolución Sandinista. Efectivamente, hubo varios presidentes, pero llegó Daniel Ortega y ya presume 26 años de tirano y no tiene para cuando irse. En Venezuela no cantan desentonadas las coplas campiranas. Desde Hugo Chávez en 1999 pero antes de trasladarse al otro mundo, nombró a su ungido: Nicolás Maduro. Y ya llevan 25 años en el mando y se ve difícil un viraje.

Nosotros estaremos peor. Al menos esos sistemas absolutistas tienen cabeza visible. Si los cubanos no están contentos con su régimen social, político, económico señalan a Díaz-Canel. Si los nicaragüenses no están satisfechos con el sistema atribuyen sus desgracias a Ortega. La crisis social y financiera de Venezuela es responsabilidad de Maduro. Pero en México, cuando las nefastas consecuencias de la dictadura fastuosamente vestida con falsos ropajes de democracia nos alcancen ¿a quién culpar? ¿a AMLO? Claro que no… él estará en su rancho. ¿A los diputados y senadores? No, ellos obedecen la voz del pueblo. ¿A los gobernadores morenistas? Menos, los eligieron en las urnas.  La presidencia y sus injusticias, desaciertos, errores, no tendrá cabeza. Ni modo de imputárselos a Claudia, ella no manda ni mandará.

Tendremos en menos de quince días un personaje más peligroso en una hamaca que sentado en la silla presidencial. No tendrá nada qué hacer sino ejercer el poder absoluto. El ocio es el padre de todos los vicios. Al menos López Mateos preguntaba “¿qué toca ahora? ¿viaje o vieja?” Así se entretenía y hacía menos daño al país.

Ya Andrés Manuel designó sucesora presidencial. Ya dirigió el dedo a su florera y a su hijo para Morena. Ya nombró en puestos claves a sus incondicionales. No se irá del poder. Y todos los errores serán atribuidos por los mismos morenistas a la que tiene el bastón, pero jamás el mando.

En “Maten al León” de Jorge Ibargüengoitia, la gente le pide al dictador se reelija por quinta ocasión. Él responde “Pero yo ya estoy muy cansado, muchachos. Afuera se oye el canto de la plebe. —Salga al balcón, señor Presidente, la gente lo está pidiendo. En la Plaza Mayor, el populacho canta con ritmo mulato: Belaunzarán no te noj vayas Belaunzarán. Ay, no no no no te noj vayas Belaunzarán Belaunzarán” y finalmente él acepta sacrificarse por su pueblo.

Ya se escuchan voces que le piden a AMLO que no se vaya. Y si la nación se lo demanda, saldrá de su retiro, obligado por su deber histórico y moral, dormirá nuevamente en Palacio. Y esa, ya será otra historia.

Mi álter ego reflexiona: los jefes de la Policía Vial alegan que el 3.3% de los percances los provocan conductores ebrios. ¿Quiere decir que el 96,7% los causan personas sin la influencia del alcohol? Es más peligroso toparse con un abstemio que con uno pasado de copas, según los tránsitos. Por eso justifican los retenes. Y nadie se queja de esos operativos porque nadie nos escucha.