En todas las elecciones presidenciales en que ha participado, así como en su actual gobierno y en el proceso electoral que acaba de concluir, la ahora oposición se ha encargado de descalificar toda propuesta y acción de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. No obstante, esa gran mayoría de mexicanos que le ha apoyado a él y a la Cuarta Transformación, ha visto y ha vivido una realidad muy diferente a la que se les quiere dibujar e imponer.
Bien pudieran seguir con esa animadversión en el discurso, en las pláticas de café, en las columnas de “analistas” aliados, en las marchas y manifestaciones públicas, etc., pero el seguir haciendo lo mismo no ha servido para revertir su estrepitosa e innegable caída.
Los señalamientos ofensivos y vulgares que diferentes “damas” y “caballeros” realizan en las tribunas legislativas, tanto en contra de los actuales gobiernos federal y estatales de Morena y sus aliados, como en contra de esa amplia parte del pueblo que simpatiza, vota y apoya a la Cuarta Transformación, no han podido cambiar las preferencias de la sociedad mexicana. Por el contrario, de haber obtenido AMLO en 2018 una votación 30,110,327 (53.20%), la 4T fue favorecida en 2024 con el refrendo de los mexicanos, habiendo logrado Claudia Sheinbaum Pardo 35,924,519 votos (59.76%). Arrasadores resultados que deberían sacudir empecinamientos.
Entonces, esos infundios han sido claramente evidenciados, puesto que, estando por concluir el sexenio de López Obrador: no hubo siquiera el intento de la reelección; millones de pobres amainaron o resolvieron su precaria situación; no existe una dictadura; continúan las elecciones periódicas de los representantes populares; seguimos gozando de nuestros derechos humanos y libertades individuales; la propiedad privada no fue tocada; la corrupción disminuyó sobremanera; la inversión extranjera no salió del país; el comunismo —ni siquiera el socialismo— fue establecido como régimen político; etc. Si queremos creer o considerar en nuestra imaginación todo lo contrario, bien lo podemos hacer y propalar, pero eso en nada beneficia a nadie, máxime si se pretende sumar simpatías.
Lo que se avizora para la oposición, es su desaparición, algo que no es conveniente en ningún país que aspire a la democracia. La divergencia, principalmente cuando es de altura y con sustento en sus argumentos, indudablemente abona a que quienes gobiernan se obliguen a hacer las cosas bien si es que no desean perder lo ganado. Además, las personas que son representadas por esa oposición, merecen de su buen oficio político para tener voz, diálogo y acuerdos que les beneficien. La cerrazón, la descalificación a priori, la denostación, la mentira, la diatriba, etc., de conformidad con la realidad que estamos viviendo y como ya ha quedado constatado, son infructuosas y hasta fastidiosas.
Con una imagen, preferencia electoral y militancia mermadas, lo que el PAN y el PRI requieren, es llevar cabo un ejercicio serio y honesto de análisis y reflexión sobre su participación, tanto en los procesos electorales como en la vida pública-gubernamental del país. Se están tardando en desprenderse de esos liderazgos, estrategias y portavoces que, lejos de sumar adeptos, siguen provocando y profundizando el descontento social hacia tales institutos políticos. Deben reconsiderar sus desafortunadas alianzas electorales, y volver a los orígenes que efectivamente convencieron a sus seguidores.
El caso del PRD que lamentablemente decayó en fracasado comodín político-electoral, es una historia de la que deben aprender todos los institutos políticos. Movimiento Ciudadano la jugó mejor, al no atender las exigencias aliancistas y desesperadas de una derecha en decadencia.
Continuar pendejeando y llamando muertos de hambre y huevones a tantos millones de compatriotas que, ahora sí, están siendo beneficiados con una tangible justicia social, y a la vez preguntarse el por qué están siendo rechazados en las urnas, eso únicamente denota una marcada soberbia y falta de empatía con el pueblo. Si, por el contrario, se emite un que otro mea culpa, se remangan camisas y blusas y ponen manos a la obra para ser una competencia real, otros amaneceres vendrán.
Lo vuelvo a repetir y a sugerir: algo bueno ha estado haciendo López Obrador en su gobierno que debe ser aceptado como tal, además de ser replicado y hasta superado, si es que se desea conservar los nimios espacios que mantiene la oposición y, en su caso, recuperar aquellos que en su momento les confirió la voluntad popular. Insisto, la mayoría de la población ve y vive una realidad muy distinta a la funesta que le quieren dibujar e imponer. Por eso, hay que entender que no se le puede engañar.
Urge que en vez de complicar la implementación de las reformas y demás acciones que ya fueron avaladas por la indiscutible mayoría de electores; en lugar de manejar ese supuesto escenario en el que “todo” México está inconforme y encendido en contra de AMLO y de la 4T, y que defenderán a los mexicanos de no se qué; si mejor son facilitadores propositivos y generadores de sinergias con sus simpatizantes, indefectiblemente eso les será reconocido y premiado sin que haya necesidad de que renuncien a su esencia ideológica.
No está por demás mencionar a quienes actualmente gobiernan al país, que debe servirles la experiencia que están viviendo el PAN, el PRI y el desaparecido PRD, para que no corran el riesgo de dormirse en sus laureles, llegando el momento en que le den la espalada al pueblo de México.
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