Las guerras, nadie las gana

Las medidas de Donald Trump, unilaterales, funestas y agresivas mantienen a todo el mundo a la expectativa en lo económico, bursátil, crediticio, política, al borde de una guerra comercial, las bolsas de valores en un vaivén y una incertidumbre monetaria, los ingresos están en peligro y los ahorros se pueden perder.

Dije a todo el mundo, pero eso no es verdad. A Trump no le interesa. Llama estúpidos a quienes no entienden los beneficios que a los norteamericanos traerán esas medidas proteccionistas. Ataca a propios y extraños.

Vamos, a su propio pueblo. Aquellos que votaron por él le están dando la espalda y protestan en cientos de ciudades. Pero a él no le preocupa. La economía global no le interesa y menos aún si crea un desorden en todo el orbe. Juega golf mientras los demás países tiemblan de miedo.

A otros que tampoco están al borde del colapso nervioso son los mexicanos. Seguimos como si nada pasara. ¿Será porque somos muy valientes? ¿tenemos una economía fuerte y sana? ¿Porque confiamos en un gobierno sólido que tiene la solución a través de las opciones A, B, C, D… X, Y y Z para revertirlos? No es así. En México estamos acostumbrados a las recurrentes crisis.

Ejemplos históricos

Después de la Guerra de Independencia, el siglo 19 fue un caos. La anarquía, constantes levantamientos armados, caudillos por aquí y por allá. Cambios de gobiernos de liberales a conservadores y de conservadores a liberales, llegó cierto respiro con la dictadura de Porfirio Díaz, a un precio social altísimo porque reprimió toda manifestación de inconformidad. Su famosa frase “mátalos en caliente” violaba leyes habidas y por haber. Los derechos humanos no existían.

Llegó la revolución. Fue nombrado presidente Francisco I. Madero y encontró una administración pública desastrosa. Luego de la Decena Trágica en 1913 que derrocó y lo asesinó, los revolucionarios se dieron a la tarea de exterminarse unos a otros. ¿Y la paz social? ¿cuál? Llegó Plutarco Elías Calles y alcanzó pacificación con la creación del Partido Nacional Revolucionario –antecedente del PRI- pero la soñada tranquilidad social no llegó porque dio pie a la Guerra de los Cristeros. Se autonombró Jefe Máximo de la Revolución -el Maximato-. Cárdenas lo sacó de su casa, lo subió a un avión y lo exilió. Luego, de 1940 a 1970 llegó un respiro con el Milagro Mexicano en las que se sustituyeron importaciones y alcanzamos una estabilidad económica.

Pero llegó el Arriba y Adelante con Luis Echeverría que decidió que de ahora en adelante la economía se manejaría desde Los Pinos y de ahí para adelante regresamos a la inestabilidad financiera. José López Portillo nos llevó de aprender a administrar la riqueza a una crisis como no se había visto –la más terrible- y de pasada estatizó la banca. Con Miguel de la Madrid la inflación llegó al 100% anual en promedio. Impuso en la presidencia a Carlos Salinas de Gortari que mantuvo la economía estable echando mano de las reservas internacionales del Banco de México –aunque algunos lo ponen en duda- quitó tres ceros a los billetes y dejó al país en bancarrota en 1994. A Ernesto Zedillo le correspondió lidiar con la situación y poco a poco hubo cierta firmeza. Con Vicente Fox y Felipe Calderón la sociedad se sintió defraudada y el PAN salió de la presidencia. El regreso del tricolor con Enrique Peña Nieto no trajo de vuelta el Milagro Mexicano. Con AMLO y sus gastos desenfrenados –entre otros sus fracasadas obras faraónicas- “heredó” al país inseguridad, violencia, inflación oculta con sus otros datos.

Pobres los países ricos, que están acostumbrados a un nivel de vida alto. Pero nosotros no. Ya son parte de la vida cotidiana. Por eso en las calles, cafés, entre los ciudadanos no se discute o platica del tema. Entonces, por qué sentir temor si será más de lo mismo. Las crisis nos pelan los dientes. Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Donald. Pocos estamos preocupados.

Mi álter ego reconoce a la presidente cuando está en contra de prohibir los narcocorridos. En Chihuahua, Baja California y Sinaloa sí lo están. ¿Y han detenido la violencia? al contrario.