Las elecciones molestan a los sistemas totalitarios. A ningún dictador le gusta que le digan dictador –existiendo tantos epítetos sutiles y elegantes: su excelencia serenísima, líder (fürer), guía moral, caudillo, generalísimo, camarada o compañero presidente- por eso es imposible que un maestro de ceremonias diga “nos acompaña a este solemne acto, el déspota –o el autócrata, tirano, represor- López acompañado de su séquito de incondicionales. Y el que no aplauda será sancionado según decreto del opresor del pueblo”. De ninguna manera.

Podremos ser el país más esclavizado, pero hay que darnos una manita de democracia. Los autócratas afirman que se sacrificaran detentando el poder sólo mientras regrese la paz social y la ciudadanía madure. Para que no digan –los conservadores, puristas sociales, demagogos, anarquistas, filósofos trasnochados- que no hay democracia tendremos elecciones. He aquí la falacia: democracia es igual a elecciones. Si hay democracia hay elecciones y si hay elecciones hay democracia. En Cuba, Nicaragua, El Salvador, Venezuela y México hay elecciones; luego son demócratas.

En la historia del siglo 20 en nuestro país había elecciones. Después del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (1929), tatarabuelo de Morena (PNR), Partido de la Revolución Mexicana (1938), Partido Revolucionario Institucional (1946), Morena (2011)) sí tuvo opositores: Partido Socialista de las Izquierdas (1933), Partido Nacional Anti releccionista (1929), Partido Nacionalista Mexicano (1934) y otros menos conocidos sobre todo si eran estatales. Al tiempo brotó también el Partido Acción Nacional (1939) pero para contrarrestarlos surgieron de la nada los paleros: Partido Popular Socialista (1948-1997), Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (1954-2000). Y de su escisión nacieron otros también antecedentes de Morena: el Partido Cardenista de Reconstrucción Nacional (1987-1997) y Partido de la Revolución Democrática (1988-2024).

Durante el priismo, el tricolor tuvo en el PPS y en el PARM sus gatos, con una fina disculpa a los mininos. En la dictadura perfecta había elecciones: Estado, PRI, PPS, PARM versus PAN y un no reconocido Partido Comunista Mexicano (1919-1981) el cual tenía registro a veces sí, a veces no y a veces quién sabe.

La historia siempre se repite, siempre con distintos nombres siempre con distintas fechas. El futuro político de México tendrá partidos: el oficial, los paleros y una oposición –fingida, pero oposición, al fin y al cabo-. Veo en mi bola de cristal cortado que Morena será hegemónico, con sus incondicionales Partido Verde Ecologista y Partido del Trabajo. Sus contrincantes serán –si sobreviven- el PRI y el PAN- que ganarán algunas curules y uno o dos escaños para que vociferen y así, ante el mundo, en México tendremos libertad de elegir a nuestros gobernantes.

Lo que se dice por ahí es que, en la Reforma Electoral, se eliminarán los diputados plurinominales, es decir, aquellos que se sacaban la lotería sin comprar billete. El pastel del poder se repartirá entre el oficialismo y sus lame platos se deleitarán con las sobras. Ya no habrá que contar boletas en las casillas –tan bien les fue con la elección judicial que había que incluirlo- porque serán votos electrónicos los cuales son fáciles de manipular. Tendremos la opción de enviar nuestro sufragio por correo a través del Servicio Postal Mexicano (sí, todavía existe). De una vez vía internet –debemos ser modernos- y votarán los vivos, los mensos, los muertos y los no natos. El gobierno convocará organizará, calificará y contará los votos. El que parte y reparte, agarra la mayor parte. Los resultados, como antaño, se sabrán semanas o meses antes de la justa electoral. Y en el patriótico grito de septiembre se agregará “¡Viva la Democracia!”.

Ya con el poder ejecutivo, legislativo, judicial solo nos faltará eliminar obstáculos que impiden el desarrollo del país e integrarnos al exclusivo club de los países desarrollados y potencias económicas cuando tengamos bajo nuestro control las universidades públicas -del bienestar todas- y por supuesto al momento de elevar a rango constitucional la censura por el bien de la paz social. Claro, podrás creer lo que quieras, pero no decirlo y menos escribirlo ni en una lápida. Ese es el tenebroso futuro cercano que nos espera.

Mi álter ego sugiere al gobierno de México que se disculpe ante el Rey Felipe VI de España por haberle enviado a Beatriz Gutiérrez Müller. Pero él tuvo la culpa, para qué le autorizó la nacionalidad ibérica, si es que ya lo hizo. No se admiten reclamaciones ni devoluciones.