En México, el internet ya no es herramienta: es clima. Respiras Wi-Fi. Y cuando el aire cambia, cambia la mente. Si 83.1% de la población de 6 años y más usó internet en 2024 (INEGI), el dato no solo describe una conexión: describe una rutina nacional.
Neil Postman lo advirtió en 1985, con esa lucidez que incomoda: cuando el debate público se vuelve show, la cultura se llena de datos ligeros, emoción rápida y cero profundidad. No es que falte información: falta gravedad. Hoy, con redes y algoritmos, suena como sirena: mucha señal digital… y poca transformación real. Si este inicio parece señalamiento político, es mera coincidencia.
Escena real: salón de clases, Chihuahua, 7:20 a. m. Preguntas por un tema serio —violencia, salud mental, justicia— y la respuesta aparece en modo meme: frases cortas, ironía, monosílabos, indignación instantánea, parecen informados. Pides tres fuentes, un argumento completo, un porqué y el discurso se desinfla. No por falta de inteligencia: por falta de entrenamiento.
Ahí entra la trampa parasocial: conocen a sus ídolos como si fueran familia, repiten causas como slogan, discuten “lo correcto” con furia… y al día siguiente no sostienen una acción mínima: leer completo, organizarse, debatir sin insulto, cambiar un hábito. Lo que se siente como conciencia, a veces solo es consumo emociona, shots de Dopamina.
La psicología ya puso el dedo en el renglón: el problema no siempre es el tiempo de pantalla, sino la frecuencia de “checarla”. Ese tic mental corta el pensamiento antes de que madure. La multitarea mediática tampoco ayuda: saltar entre estímulos se paga con desenfoque, menos control, desinterés y cansancio. El cerebro aprende a vivir en modo avión.
La APA pide un “cinturón de seguridad” digital para la adolescencia: prácticas sanas, límites, sueño protegido, acompañamiento adulto y alfabetización mediática. No para demonizar la tecnología, sino para que el cerebro vuelva a mandar.
McLuhan lo dijo: el medio no solo transporta mensajes, reprograma la percepción. El celular no es un objeto: es un sistema que ordena la mente por notificación, urgencia y fragmento. Byung-Chul Han lo remata: no somos nosotros quienes usamos el celular; el celular nos usa a nosotros. Cuando el dispositivo dicta el ritmo, la realidad se aplana en “contenido”.
Si duele leerlo, es buena señal: el cerebro despierta cuando deja de ser público… y vuelve a ser tuyo.
Entonces, ¿qué se hace? dejar el celular en pausa es el inicio, no la meta. La salida exige entrenamiento: actividades que obliguen a pensar, aunque incomoden. Aprovechemos estas vacaciones escolares: ajedrez para planear y anticipar; sudoku para sostener atención y resistir frustración; crucigramas para precisión y memoria; lectura profunda para una idea completa, sin saltos; conversación cara a cara para recuperar empatía, realidad.
Nuestros adolescentes no necesita más “información”. Necesita recuperar la capacidad de sostener una idea sin que una notificación le robe la vida. Hoy mismo, prueba esto: 20 minutos sin pantalla, una sola tarea, una conversación sin celular a la mesa. Si al principio se irrita, no es rebeldía: es abstinencia de estímulo.
Y aquí va: cada vez que le das el teléfono para que “se calme”, entrenas su mente para apagarse. Cada vez que tú también lo haces, le enseñas que la prisa manda. Si quieres un adolescente crítico, no le pidas que “piense más”, enséñale a detenerse.
La próxima vez que diga “me aburro”, no corras a rescatarlo con entretenimiento. Ese aburrimiento es una puerta. Ábrela con él, del otro lado está lo que más teme el algoritmo: un joven que decide, que lee, pregunta, no se compra con un swipe.
El aburrimiento es un benéfico porque desintoxica la mente del estímulo fácil, abre espacio para lo que no cabe en un desliz de pantalla: imaginar, conectar ideas, recordar, planear. Cuando no hay “algo” que consumir, el cerebro busca crear: inventa juegos, formula preguntas, ordena emociones. Por eso “complicado” al inicio: se siente como vacío, pero en realidad es silencio fértil de donde nace la autonomía de elegir qué hacer, sin que una app decida por ti.
Después de toda esta teoría que inicie el show, prepara la estrategia y no lo dejes para enero: se salva hoy con una sola hora menos de celular.
