Ciudad de México.- "¡Qué hombre tan feo! -exclamó Pirulina en una fiesta de sociedad señalando a un tipo nada agraciado-. No me acostaría con él ni aunque me pagara 100 mil pesos". La anfitriona le dijo en tono ácido: "Es mi marido". "Ah, caray -se azaró Pirulina-. Entonces sí me acostaría. Es más: en forma totalmente gratuita". El odontólogo le extrajo la muela a un paciente. De la pieza dental salía una especie de hilo del cual colgaban dos bolitas. "¡Caramba! -se sorprendió el facultativo-. ¡La muela tenía la raíz más profunda que en todo mi ejercicio profesional he visto!". Era hombre rústico, sin letras, pero con un compadre llamado Adolfo Ruiz Cortines, que a más de ser su compadre era ahora presidente de la República. Hizo, pues, el viaje desde su pueblo hasta la Ciudad de México y ahí fue recibido gustosamente en su oficina del Palacio Nacional por don Adolfo, hombre llano y amigo de sus amigos. Le dijo el visitante: "Adolfito: dame una chamba ora que puedes. Ya te corresponderé yo el día que pueda". Bien conocía don Adolfo las limitaciones del compadre, de modo que le buscó acomodo en una dependencia burocrática no de segundo orden, sino de séptimo u octavo. Nada duró el tal compadre en ese cargo (vice sub ayudante interino de auxiliar suplente sustituto provisional de adjunto supernumerario temporal). Buscó de nueva cuenta a don Adolfo, le presentó la renuncia al puesto que le había dado y le dijo que ese mismo día tomaría el Flecha Roja y se regresaría a su pueblo. "¿Por qué te vas, compadre?" -le preguntó el Presidente. Respondió el otro: "Es que yo quería una chamba donde hubiera manoteyo". La corrupción ha sido mal endémico de nuestro país desde los tiempos de la mal llamada Colonia. Ya entonces se hablaba de "el unto mexicano", o sea de lo que conocemos hoy con el nombre de mordida. Se atribuye a López Mateos una frase dicha en lo privado pero que se hizo pública: "Cada mexicano tiene la mano metida en el bolsillo de otro mexicano, y ay de aquél que rompa esa cadena". Lo más probable es que la atribución sea falsa, pero describe bien el hecho de que existe en el país un ámbito generalizado de ilegalidad al cual pocos ciudadanos han sido ajenos. La lámpara de Diógenes se necesitaría para encontrar a alguien que no haya participado al menos una vez en algún acto de corrupción, siquiera sea tan común como el hecho de dar una mordida para librarse de una multa, apresurar un trámite u obtener alguna ventaja indebida. Mi elocuente y sabio maestro de Sociología, don Arturo Moncada Garza, solía decir: "México está desarreglado porque aquí todo se puede arreglar". Peores son las cosas cuando a la corrupción se añade la hipocresía. No mentirá quien diga que en el sexenio de AMLO hubo más corrupción, y más costosa, que en el de Peña Nieto. El caso de Segalmex es muestra del grado extremo de impunidad con el cual López favoreció a los suyos. Propondría yo la creación de un Instituto Nacional Contra la Corrupción si no temiera que sus integrantes se corrompieran. La fortuna mal habida es tan ostentosa y ostensible que a sí misma se denuncia. El dinero que deriva del poder está podrido. Entonces huele mal, y es imposible disimular su origen. La mala ralea de políticos que hemos padecido ha llevado a nuestro país a ocupar un sitio vergonzoso en la tasa internacional de corrupción. Lo bueno es que ya se dice que nuestro gobierno ofrecerá una mordida para que nos pongan en un mejor lugar. La mamá de la recién casada le preguntó: "¿Le gusta a tu marido la comida que haces?". "Sí, mami -respondió alegremente la muchacha-. Siempre que llega del trabajo es la segunda cosa que me pide". FIN.

MIRADOR

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Los perros se van al Cielo, eso es seguro.

Los gatos también, posiblemente, pero pienso que se llevarán una gran sorpresa al enterarse de que ellos no son el único dios que hay.

Me temo que en ocasiones he dado la impresión de que los gatos no me gustan. No es que no me gusten; es que les temo un poco porque tengo la certeza de que son más inteligentes que yo. Se las han arreglado para fingir que son domésticos, siendo que nunca han dejado de ser tan salvajes como el tigre o la pantera. Ignoro cuánto tiempo tardó el hombre en domesticar al perro, pero sé que el gato tardó muy poco en domesticar al hombre.

El perro sirve al hombre; el gato se sirve de él. Al perro no necesitas darle nada para que te acompañe; al gato debes llevarlo con el veterinario.

Si al irme de este mundo me veo en un lugar donde no está el Terry, mi amoroso perro, sabré que no merecí entrar en la gloria celestial.

¡Hasta mañana!...

MANGANITAS

Por AFA.

". Importaremos maíz de China.".

En la tierra del maguey,

el mariachi y la tambora,

las tortillas desde ahora

tendrán sabor a chop suey.