A la maestra Angelita, con 27 años de servicio como profesora, la mayoría en una escuela de la colonia Panamericana, le va aparentemente bien con sus ingresos después de algunas décadas de vivir al día, como miles de maestros del subsistema federal.

Ha subido en el escalafón magisterial con desvelos, cursos, maestría en la Universidad Pedagógica, nivelaciones y concursos de plazas que ahora le rinden algunos frutos, como tener por fin casa propia después de un financiamiento de más de 20 años y pagar un carro modelo 2023 con mensualidades más o menos cómodas.

Sus ingresos rebasan los 34 mil pesos al mes, entre salario, bonos, compensaciones y arrimadijos producto de una plaza de maestra por la mañana y otra como subdirectora provisional en un turno vespertino, mientras es lanzada la convocatoria para la asignación definitiva de ese cargo.

Con hijos mayores de edad, ya a la espera de nietos, considera su salario apenas suficiente, pero digno; le alcanza para sus necesidades básicas, ahorrar un poquito para viajar de vez en cuando y pagar algunas consultas y medicamentos que no le brinda el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), por la más que conocida deficiencia agudizada en la última década.

Su preocupación hasta hace unas semanas era el poco conveniente esquema de jubilación una vez que llegue al tope de crecimiento en su carrera de maestra. No le pinta bien el panorama, no tan bien como a otros profesores jubilados de décadas atrás, que se retiraban jóvenes, con salario completo y creciente, servicio médico muy aceptable para enfrentar los estragos de la edad y otras ventajas que ya no existen.

Ahora suma una nueva preocupación a su vida por la reforma a la Ley del ISSSTE, propuesta por la presidenta Claudia Sheinbaum al Congreso de la Unión de mayoría morenista, dado que se encuentra en el supuesto más lesivo del planteamiento, el referente al incremento en las cuotas que pagan los trabajadores.

Gana la millonada de más de 10 Unidades de Medida y Actualización (UMAS) y, por lo tanto, le correspondería aportar más al ISSSTE para rescatarlo de la quiebra en que se encuentra.

Aporta alrededor de 400 pesos a la institución, descuento que aparece en su cheque quincenal en la fila de deducciones, ahí donde también aparece su cuota al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cerca de 200 pesos.

La maestra seguramente está pudriéndose en dinero, igual que los líderes charros del SNTE que han exprimido a miles de trabajadores de la educación y han desfondado al estado mexicano, que tiene al ISSSTE en quiebra, como gran parte de los sistemas de pensiones, de salud y seguridad social por todo el país.

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Desde los tiempos de Carlos Jongitud Barrios en los años setenta hasta la dirigencia magisterial nacional actual de Alfonso Cepeda Salas, pasando desde luego por Elba Esther Gordillo, los líderes del sindicato más grande de América Latina han amasado enormes fortunas.

Han sido además factores clave en la lucha política nacional, aliados del PRI, del PAN y ahora de Morena, por eso han sido secretarios, diputados federales y locales, senadores y funcionarios de la cima del sistema educativo, tanto en las nóminas de la Federación como en las de los estados.

Hoy Cepeda Salas es senador de la 4T. Su embajador en Chihuahua, Eduardo Zendejas Amparán, por eso mismo no alcanzó acomodo en el Congreso del Estado con la alianza del PRIAN, además de que llegó tarde al reparto del pastel de los grupos morenistas locales.

Zendejas es una excepción en las prebendas políticas recibidas por el SNTE a nivel local, pero no en los beneficios del discrecional manejo de las cuotas manejadas en la opacidad total.

Los líderes charros del SNTE en Chihuahua han sido diputados locales y federales, han tenido bajo su dominio la estructura federalizada de Servicios Educativos del Estado (SEECH).

De todos, desde Silvia Susana Muriel (por citar un ejemplo elbista) hasta Rosa María Hernández Madero (de la era en que era sacudida precisamente la estructura elbista) nomás uno terminó en prisión por sus arreglos con el exgobernador César Duarte, Alejandro Villarreal Aldaz, dizque inocente de las tropelías por las que era constantemente denunciado por los maestros.

A ninguno de los exdirigentes de la Sección Octava del SNTE les falta dinero, pensión ni servicios médicos adicionales a los del depauperado ISSSTE, al que ahora la 4T pretende rescatar quitándoles dinero a los maestros que sí trabajan en las escuelas, no a los prófugos del gis que gozan de las comisiones sindicales.

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Ese panorama alcanza para explicar el paro con el que sorprendieron los profesores federales, organizado entre miércoles y jueves para ejecutarse el viernes, sin tomar en cuenta a la dirigencia de Zendejas Amparán, reducido a títere de Cepeda Salas, a su vez convertido en senador bufón de la 4T, alejado por completo de las necesidades del personal agremiado al SNTE.

Los trabajadores de la educación están preocupados por la crisis financiera del ISSSTE, la padecen todos los días, pero tienen razón en protestar por una situación que no ha sido generada por el magisterio ni por los trabajadores afiliados a otros sindicatos de la burocracia federal.

Hay una responsabilidad gubernamental que le toca atender a Sheinbaum y a su radical morenista director de la institución, Martí Batres, pero no la cumplen con denunciar la corrupción del exgobernador chihuahuense que también dirigió al ISSSTE con Enrique Peña Nieto, José Reyes Baeza, hace más de un sexenio.

Vaya, es indudable que el último gobierno priista fue corrupto hasta la pared de enfrente, de ahí que Baeza Terrazas aprovechara para hacer negocios dándole dinero del ISSSTE a una fundación que luego le regresaría esos recursos en forma de equipamiento hospitalario que nunca llegó.

Pero con revivir muertos como el chihuahuense, ni Batres ni Sheinbaum cumplen con el deber del estado mexicano de garantizar el adecuado funcionamiento de la institución, con el debido abasto de medicamentos, la modernización de su infraestructura, la construcción y equipamiento de nuevas unidades médicas.

El SNTE, por su parte, sometido su dirigente sindical a una mayoría que raya en la abyección al Ejecutivo, ha sido omiso en la defensa de los derechos del magisterio, sin tomar medidas efectivas para exigir mejoras en los servicios actuales y no lesionar a los trabajadores con una reforma superficial.

Mientras el sindicato vive en la opulencia con las cuotas que les quita a los trabajadores, podría darle el aval a la modificación legal para incrementar los descuentos a los maestros; no es especulación, el senador dirigente del SNTE vive al lado de su coordinador Adán Augusto López, así que votaría como lo indique la línea de Palacio Nacional y de su jefe.

Ni por error piensan los líderes charros, por ejemplo, bajar las cuotas sindicales y en esa proporción transferirle al ISSSTE para su rescate.

No, que sean los maestros los que se amuelen.

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Esta iniciativa de reforma ha mostrado la fragmentación del SNTE. El organismo está entre sus millonarios dirigentes, con unos cuantos allegados privilegiados a su lado, y unas bases que dieron muestra el viernes de su capacidad de movilización.

El jueves al finalizar clases los padres de familia fueron advertidos de no enviar a sus niños al día siguiente en todas las regiones del estado; en la capital los planteles fueron tapizados con carteles de protesta y en Juárez casi fue linchado Zendejas Amparán durante una reunión con profesores inconformes.

Los maestros no reclaman más que condiciones justas de trabajo y jubilación, servicios básicos de salud y seguridad social, causas en las que al parecer ya no los representa la dirigencia del SNTE, antes respetada en sus alianzas políticas y ahora sometida y hasta ofrecida, no por nada Cepeda Salas garantizó a Morena la afiliación corporativa de millones de maestros de todo el país.

De ahí vienen a desprenderse otros reclamos de las bases magisteriales, como recortar las cuotas, transparencia y democracia sindical ante el evidente déficit que padece; y el reconocimiento de que la presencia de docentes en el Legislativo no ha resultado en una defensa efectiva de los derechos del magisterio ni en acciones concretas para mejorar las condiciones laborales y de seguridad social.

En suma, es una rebelión interna del SNTE porque el sindicato no contribuye a la solución de la quiebra del organismo de seguridad social para los maestros y los burócratas federales.

El organismo gremial -con sus acomodaticios y vendidos líderes charros que antes se sometieron al PRI, luego al PAN y ahora a la 4T- está limitado a ver cómo la administración pretende inyectarle al ISSSTE 11 mil 100 millones de pesos más al año, de los que casi tres mil 500 millones pretende sacar de las carteras de los maestros que con esfuerzos y sacrificios alcanzan ingresos superiores a las 10 UMAS.

Que la Federación le meta mano a la cartera del SNTE no es mera ocurrencia, es necesidad si busca mantener el respaldo social del verdadero magisterio, ese que está en las escuelas, en los salones, el que atiende a los niños y niñas, a las madres de familia, no el charrismo sindical que ofrece al gremio como moneda de cambio por posiciones políticas.