El 29 de diciembre pasado, el New York Times publicó un reportaje en donde mostraba un laboratorio de fentanilo en la ciudad de Culiacán. En dicho reportaje, mostró fotos y videos de los presuntos ‘cocineros’ del fentanilo, utilizando una estufa vieja, y cubriendo su rostro con un cubrebocas, entre otras medidas improvisadas.
Por alguna razón, el reportaje del New York Times molestó mucho a la presidente Sheinbaum y a otros personajes apologistas y corifeos del narcogobierno que narcogobierna este narcoestado. Inmediatamente, salió Sheinbaum a decir que no era posible que las fotografías de ahí reflejaran la producción de fentanilo y que dicho reportaje era falso. Le siguió Alejandro Svarch, director del IMSS-Bienestar quien sostuvo que no era posible producir fentanilo de la forma en que el medio de comunicación lo había narrado. Igualmente, llevan a una teniente de la Secretaría de Marina a la Mañanera a decir que nada de eso es lógico. Parecería que en la 4T son expertos en la producción de fentanilo. Sabía que la 4T estaba asociada con las bandas del crimen organizado, pero no que conocieran tan bien el proceso de producción de fentanilo. Posteriormente, el Times volvió a respaldar a sus reporteros y confirmó la veracidad del reportaje. El aparato propagandístico del oficialismo, mismo que incluye periodistas a sueldo como Juan Becerra, influencers como varios que merodean las redes sociales, y toda clase de personajes faltos de ética y de razón, lleva días tratando de desestimar el reportaje del medio de comunicación norteamericano. Las razones que utilizan resultan de lo más absurdo y ridículo. Por un lado, dicen que no se puede producir fentanilo en una cocina doméstica. Por otro, que los narcotraficantes no están cumpliendo medidas de seguridad e higiene para la producción de la droga. Poco les falta decir que los cocineros de fentanilo no tienen cédula de químico o que no tienen registro patronal en el IMSS, y por tanto, no pueden producir fentanilo. Resulta absurdo que pretendan con esas razones tratar de tapar el sol con un dedo. Resulta más absurdo que crean que los narcotraficantes producen el veneno que distribuyen con medidas de higiene y calidad, en laboratorios de primer mundo. En el mundo del crimen organizado evidentemente hay improvisación, justo como la hay en este narcogobierno. Durante años los medios de comunicación han transmitido distintas imágenes de laboratorios clandestinos cateados o asegurados por las autoridades. En todos el común denominador es que no son lugares profesionales, sino improvisados, los que se utilizan para la producción de droga. Incluso se circuló en redes sociales un reportaje de hace casi tres años, difundido por Televisa, en donde se muestra un laboratorio de fentanilo con características idénticas al difundido por el New York Times. En el caso concreto, las maromas que utilizan los defensores del gobierno más corrupto que hemos tenido son por demás ridículas. Es un hecho que en México se produce fentanilo. Debemos recordar que López Obrador sostuvo hasta el último día de su gobierno que en México no se fabricaba fentanilo. Nuevamente, mintiendo impunemente y la gente aplaudiéndole mientras se burla en la cara de todos. A los días de que Claudia Sheinbaum rindió protesta, se aseguró en Sinaloa la carga más grande de fentanilo de la que se tenga registro. Entonces, ¿se fabrica o no se fabrica fentanilo en México? El mismo gobierno no encuentra qué decir. Ahora bien, no queda clara cuál es la postura del gobierno frente al reportaje del NYT: no sabemos si están negando que en Culiacán haya producción de fentanilo o si simplemente dicen que el reportaje es falso. En cualquier escenario, una posibilidad no excluye a la otra. Como siempre, la 4T sale a atacar al emisario, que en este caso es el New York Times. Es evidente que en este país sin ley ni orden, ni gobierno ni nada, las drogas se producen y se trafican. Si la fotografía del NYT es veraz, es lo de menos: México es productor de drogas sintéticas. La defensa de la 4T en este tema resulta tan absurda, como cuando el mismo gobierno buscaba cadáveres de personas desaparecidas. En Guerrero, a partir de la búsqueda de los cuarenta y tres estudiantes, el gobierno realizó excavaciones en distintos lugares, y aparecieron cuerpos de N número de personas; de forma cínica salían a decir: “encontramos estos cuerpos, pero no corresponden a los estudiantes”. Como si unas vidas valieran menos que otras. Todo lo anterior refleja lo que es este gobierno: un gobierno de apariencias. Lo que les interesa no es atender la problemática del gobierno, sino que no se hable mal de ellos. Es una postura perversa porque no actúan contra el crimen, y no quieren que eso se le reclame. Parecería que el apotegma del obradorismo, ese que dice “abrazos, no balazos” se convirtió en una licencia para que las bandas del crimen organizado hagan lo que quieren en el país. Es evidente que no combaten al crimen organizado porque están asociados con ellos. Cada día que pasa y que el gobernador de Sinaloa permanece en el poder viene a confirmar que al gobierno federal no le interesa acabar con el crimen organizado. Como dijo en alguna ocasión la senadora Lilly Téllez, Morena es el brazo político del crimen organizado. Hasta el día de hoy, el gobierno mexicano sigue molesto porque no sabe qué pasó con “El Mayo” Zambada. No saben cómo se lo llevaron. Y parece que lo que más les interesa es conocer el detalle de dicha detención (quizá para que no les vuelva a ocurrir) en vez de colaborar con las autoridades norteamericanas en procesar al capo. En este mismo sentido, a partir de la amenaza de Trump de declarar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas, el gobierno se envuelve en la bandera del nacionalismo arcaico y se opone a dicha posición. Estados Unidos no hubiera llegado a ese extremo si aquí en México el gobierno cumpliera con la función primigenia que tiene, que es la de brindar seguridad. Sin embargo, el gobierno prefiere pelearse con los medios de comunicación, con el gobierno norteamericano y con la oposición antes que pelearse con las bandas del crimen organizado. En cualquier país medianamente civilizado, esto sería visto con sospecha. En México, la sociedad está ocupada de otras ‘prioridades’ antes que exigirle cuentas al gobierno. Hemos visto alcaldes decapitados, legisladores asesinados, candidatos ejecutados, y el gobierno insiste en que las cosas van bien. Desde que López Obrador asumió el poder (y ahora, en la continuación de su gobierno) van más de doscientas mil personas ejecutadas. Pero la sociedad parece haber perdido la capacidad de asombro. Me causa indignación que la principal bandera del obradorismo en 2012 fue justamente la cantidad de muertos que produjo la guerra de Calderón contra el crimen organizado. Sin embargo, esa guerra causó muchos menos muertos de los que ha causado la pax narca de la 4T. A pesar de que el país se encuentra militarizado, la violencia sigue en aumento. Una característica de los regímenes militarizados es que no hay libertad, pero tampoco hay violencia, pues el Estado domina todo. En el caso concreto, estamos militarizados (por lo que está mermada nuestra libertad) y de todos modos tenemos violencia. Entonces, ¿para qué queremos militarización? Creo que 2025 será un año complicado en materia de seguridad. Ojalá me equivoque.