Híperconectividad laboral, culpa digital y el derecho a desconectarnos
Tu jornada laboral terminó hace horas, pero una notificación ilumina el celular desde el buró. “¿Viste lo del informe?”. Lo ves. Lo ignoras. Te retuerces. El cuerpo está en pijama, pero la mente sigue en junta. La culpa se te cuela por los dedos, el corazón se te acelera, pasas en segundos por ese juego mental de autoconvencimiento de que “no son horas” pero aún así caes en la provocación, contestas lo más claro posible y demuestras tu eficiencia permanente.
Bienvenidos a la era de la híperconectividad laboral. Donde el descanso es una fantasía, el silencio una traición y las respuestas rápidas, una especie de religión no escrita. Aunque México ya tiene leyes que delimitan el teletrabajo y garantizan el derecho a la desconexión digital, muchas personas siguen sintiendo una mezcla de ansiedad, miedo y deber moral cada vez que ignoran una llamada fuera de horario (Secretaría del Trabajo y Previsión Social [STPS], 2021). ¿Por qué? Porque la cultura laboral no ha cambiado al mismo ritmo que la ley. Porque seguimos premiando al que responde en domingo. Porque el no contestar todavía se interpreta como flojera o falta de compromiso. Lo más grave es que en el quehacer diario reafirmamos el discurso. La oficina portátil: cabe en la palma de la mano, pero ocupa toda tu vida. Las herramientas digitales llegaron para facilitar el trabajo, pero en muchos casos se han convertido en yugo invisibles. La pandemia aceleró esta transformación. Lo que se vendió como flexibilidad laboral terminó siendo una oficina infiltrada en el comedor, la sala y hasta el baño de los hogares (Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2023). Los estudios lo confirman: la hiperconexion laboral permanente provoca fatiga visual, insomnio, ansiedad, alteraciones del ánimo y una desconexión emocional real con la vida offline (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2022). No es solo burnout, es un modelo que glorifica la sobreexigencia y convierte al cuerpo humano en un dispositivo más. ¿Y si mañana amanece y el pendiente sigue ahí? Lo más paradójico es que muchas de esas urgencias… pueden esperar. Pero nadie quiere ser el que “no responde a tiempo”. La culpa digital es real: ese malestar que sentimos por no atender un mensaje laboral a las 9 p. m., aunque sea hora de la cena o ya estés cayendo de sueño. Aunque estemos con nuestros hijos. Aunque estemos cuidando nuestra salud mental. El problema no está en la tecnología, sino en la narrativa: si no estás, no importas. Si no contestas, eres prescindible. Si duermes, pierdes (Han, 2017). Desde 2021, la Ley Federal del Trabajo contempla el derecho a la desconexión digital para quienes trabajan a distancia (STPS, 2021). También la NOM-035 obliga a las empresas a identificar y reducir factores de riesgo psicosocial como la sobrecarga de trabajo o la invasión de los tiempos de descanso (Norma Oficial Mexicana NOM-035-STPS-2018). En el ámbito internacional, Francia fue pionero con su “Ley de Desconexión” en 2017; España le siguió en 2018 con políticas internas obligatorias en empresas, y países como Chile o Argentina ya han incorporado iniciativas similares. México apenas da sus primeros pasos: la Ley Home Office entra en vigor en 2025, pero sin un cambio cultural, no será suficiente. Desconectarse no es ser irresponsable. Es ser humano. Es decir: yo también merezco apagar la luz sin sentir que fallo. Es defender el tiempo propio como un derecho, no como un lujo. Y es también invitar a las organizaciones a ponerse serias con sus políticas internas: Establecer protocolos de desconexión clara Capacitar a jefes para no reproducir prácticas invasivas Crear ambientes donde la salud mental sea prioridad real, no eslogan publicitario Trabajar bien no es trabajar más, sino trabajar con respeto al tiempo ajeno (González, 2021). Es momento de utilizar la diplomacia digital y contestar así: “Recibido, lo reviso con calma mañana a primera hora para una respuesta completa.” No lo estás ignorando, lo estás cuidando. Profesionalismo con timing. “Tengo otros pendientes priorizados esta tarde. Lo agendo para mañana y te doy seguimiento sin falta.” Traducción: soy organizado, no desobligado. “Prefiero abordarlo con la mente fresca mañana. Así aseguro calidad en lugar de solo urgencia.” Defiendes tu paz mental… y la calidad del trabajo. “Voy saliendo de jornada, pero lo dejo en lista para primer hora. Si es algo urgente, dime y lo coordinamos.” No estás diciendo “no puedo”. Estás diciendo “me importas, pero también me cuido”. En un mundo que nunca se apaga, no hay productividad posible sin descansados, mentes despejadas y emociones protegidas. A ti que en algún momento sufriste de estrés, miedo a no cumplir las expectativas y trastornos emocionales, gracias por resistir. Si alguien no responde un mensaje laboral a las 11 de la noche, no está fallando. Está viviendo. Y eso, aunque aún incomode a muchos, también es parte del trabajo. “El trabajo puede esperar. Tu salud mental, no.”