Ciudad de México.- En el lecho nupcial el recién casado le pidió a su tímida, pudorosa mujercita: "Flordelisia: levántate un poco el negligé. Quiero contemplar tus lindas piernas". (¡Y era lo primero que luego iba a hacer a un lado!). Ella, silenciosa, cruzada de brazos, no hizo ningún movimiento para obsequiar el deseo de su galán. Volvió a suplicar el anheloso desposado: "Por favor, Flordelisia, levántate un poco el negligé". Nuevo silencio y nueva inmovilidad de parte de ella. Y él, impaciente: "¡Que te levantes el negligé te pido, Flordelisia!". Nada. Enojado, le advirtió el muchacho a su dulcinea: "Si no te levantas el negligé me iré al bar del hotel a tomarme una copa". Y otra vez nada. Encalabrinado el novio se levantó del lecho, se vistió y salió de la habitación. Mientras bebía su copa en el lobby bar pensó que había cometido un error. Regresó al cuarto. "Ábreme, mi vida". La chica no le abrió. "Flordelisia, te digo que me abras". La puerta siguió cerrada. El muchacho estalló: "¡Ábreme o tumbo la puerta!". "¡Mírenlo! -se escuchó la burlona voz de la chica-. ¡No pudo levantar un negligé, y va a poder tumbar una puerta!"... Una señora le preguntó a otra: "¿Realmente tu marido está tan gordo como dices?". "¿Que si está gordo? -respondió la otra-. Mira: el otro día tomó un vuelo a Cancún, y el avión tuvo que irse por carretera"... El raterillo fue llevado ante un juez. Se le acusaba de haberse robado una bicicleta. Le preguntó el juzgador: "¿Por qué cometiste ese robo?". "Todo se debió a una lamentable confusión, señor juez -se justificó el caco-. Vi la bicicleta recargada en la barda del panteón, y pensé que habría pertenecido a algún muertito"... En tiempos pasados un político fue a pasear por el campo (también ellos tienen derecho a pasear), y su coche cayó en una zanja. Acertó a andar por ahí un campesino que traía un caballo de tiro, y el viajero le ofreció una buena propina si con el animal le sacaba el automóvil. Ató el campesino una cuerda a la defensa del vehículo y luego empezó a arrear al caballo al tiempo que daba grandes voces: "¡Anda, Rayo! ¡Vamos, Pinto! ¡Estira, Brocho!". Fácilmente el caballo sacó el automóvil del hoyanco. El político le preguntó al campesino: "¿Por qué usas varios nombres para el caballo? ¿Cómo se llama en realidad, Rayo, Pinto o Brocho?". Se llama Rayo -replicó el campesino-, pero hago como que dos caballos más van con él. Así cree que los otros están estirando también, y trabaja con más gusto". De regreso a la ciudad, el político iba pensando en lo que le había dicho el campesino. Entonces se le ocurrió una idea, y cuando llegó a su oficina inventó las comisiones. En ellas un solo integrante acaba haciendo el trabajo de todos las demás. Y eso se aplica tanto al ámbito público como al privado. "Dime, Pepito -pregunta la maestra-. ¿Cómo se llama el esposo de la vaca? "Buey" -respondió sin vacilar el chiquillo. "No -lo corrigió la maestra-. El esposo de la vaca se llama toro". "Ah, vaya -declaró Pepito-. Yo pensé que el toro era el amante"... La linda chica le pidió a su padre: "Mi novio Fornicio y yo queremos que nos prestes tu coche". "De ninguna manera -se opuso el señor-. Me lo pueden chocar". "No, papi -aclaró la muchacha-. No lo vamos a sacar de la cochera". Babalucas le contó a un amigo: "Ese banco es buenísimo: Si haces un depósito de 5 mil pesos el gerente te invita a cenar y luego te lleva a pasar un fin de semana en Acapulco". "No puede ser -se sorprendió el otro-. ¿Tú recibiste ya esa invitación?". "Yo no -admitió Babalucas-, pero mi esposa sí. Tres veces"... FIN
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE. Los incrédulos le pidieron un milagro a San Virila: -¿Por qué no haces que el río fluya cauce arriba? San Virila podía hacer que el río fluyera cauce arriba. Un pequeño movimiento de su mano y las aguas habrían empezado a correr en dirección contraria. Pero Virila resistió la tentación de la soberbia, que es la más peligrosa de las tentaciones, y no hizo aquel mínimo ademán. Así, gracias a él, siguió operando el milagro mayor del universo, que es el de las leyes de la Naturaleza, dictadas por el Creador desde el principio de todos los tiempos para bien de sus criaturas. Los hombres no supieron eso, y se burlaron de Virila. Pero el santo se alejó sonriendo. Sabía que acababa de hacer el milagro mayor que cualquier hombre -y cualquier santo- puede hacer: respetar a la Naturaleza.MANGANITAS
Por AFA. "... Que se amarren el cinturón, pide el Partido Comunista a los cubanos...". Semejante petición me parece improcedente: Cuba la pobre gente no tiene ni cinturón.