El narcotráfico es sin duda la raíz de los problemas más complejos de nuestro país. México se ha convertido en un país en donde el crimen organizado domina enormes porciones del territorio nacional, en algunos casos, con la anuencia, en otros con la complicidad, y en muchos otros, con la ineficacia de las autoridades.

Esta actividad delictiva encuentra tierra fértil en nuestro país por varias razones. Primeramente, la cercanía geográfica con el principal mercado de consumo. En segundo lugar, la pobreza y carestía que se da en México que hace que muchas personas prefieran dedicarse a una actividad más lucrativa (aunque ilegal) en lugar de obtener un trabajo honesto. En último lugar, considero que la corrupción que existe en nuestro sistema de gobierno, y la falta de Estado de Derecho, entre otras situaciones igualmente complejas.

Si nos remontamos a los años 70s y 80s (cuando el narcotráfico empezaba a surgir) la situación era muy distinta. Las bandas del crimen organizado le tenían temor al gobierno, que de un plumazo podía decidir mandar a prisión a algunos capos.

No se niega que en el pasado hubiera corrupción gubernamental vinculada al narcotráfico. Personajes como el general Gutiérrez Rebollo y tantos policías vinculados a las actividades delictivas vienen a confirmar esto. Había corrupción, sin duda, pero el crimen organizado sabía cuál era su lugar, y no se atrevía a retar al Estado.

Años después llegó el gobierno de Felipe Calderón. Durante ese sexenio violento se repitió hasta el cansancio que Genaro García Luna estaba vinculado al crimen organizado, pero Calderón decidió hacer oídos sordos a esa denuncia. El tiempo terminó dándole la razón a aquellos que señalaban estos hechos. En esos momentos, el gobierno (al menos en lo que concierne a García Luna) decidió asociarse con el crimen organizado.

Posteriormente y con la alternancia llegó al poder López Obrador. Se dice (por las más variadas y diversas fuentes) que López Obrador pactó con el narco desde la elección de 2006. Creo que esto es verdad pues toda la política de seguridad emprendida por el gobierno de AMLO consistía en darles “abrazos, y no balazos”. Recorrieron el mundo las imágenes de López Obrador en Badiraguato yendo a saludar a la madre de Joaquín Guzmán Loera. Un absurdo.

En resumen, pudiéramos decir que en las épocas del régimen hegemónico, se dieron casos de corrupción de políticos vinculados al narco, pero siempre se mantuvo la jerarquía donde el Estado era el que tenía la última palabra. Al llegar al poder personajes como García Luna, las instancias de seguridad pública decidieron asociarse con el crimen organizado. Al llegar Morena al poder, no solo fueron corruptos o se asociaron con el crimen organizado, simplemente los políticos oficialistas se convirtieron en sus empleados.

El gobierno de Estados Unidos ha estado manifestando reiteradamente que en México existe un narcogobierno. El oficialismo en México insiste en tapar el sol con un dedo.

En el caso de México, son varios ya los señalamientos en contra de políticos a quienes se les acusa de tener vínculos con el crimen organizado. El más evidente de todos es Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa.

La elección de Rocha resultó muy controvertida. El día previo a la elección en Sinaloa (en 2021), sicarios del crimen organizado levantaron a varios operadores electorales del PRI en ese Estado. Es claro que desde ese momento, Rocha traía un acuerdo con los delincuentes.

Posteriormente, ya en 2024, Rocha se reuniría con el Mayo Zambada, y con Héctor Melesio Cuén, para dirimir una controversia política. En esa reunión, asesinaron a Cuén y el Mayo Zambada fue detenido y trasladado a Estados Unidos, sin que se sepan los detalles a fondo. Desde el momento que un gobernador accede a reunirse con un capo del crimen organizado, es porque tiene comunicación directa con él.

La posterior guerra que se ha desatado en Culiacán y la incapacidad del gobierno para contenerla evidencian justamente esos acuerdos en los oscurito que suscriben los narcopolíticos.

En el caso de Américo Villarreal, gobernador de Tamaulipas, la permisividad del mandatario en ese Estado, la tolerancia a las bandas del crimen organizado y la crisis migratoria ha aumentado justamente porque el crimen se siente con derecho de actuar. Esto es evidencia y prueba contundente del acuerdo de Américo Villarreal con el Cártel del Golfo.

En el caso de estos dos gobernadores, al parecer ambos estarían incluidos en la lista del gobierno norteamericano de políticos vinculados al narco, como lo ha expresado el gobierno vecino en varias ocasiones.

La novedad ahora es el caso del coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López. A su paso por el gobierno de Tabasco, nombró a Hernán Bermúdez Requena como secretario de Seguridad de Tabasco.

En días recientes han trascendido diversas notas periodísticas de las investigaciones que desde hace un par de años señalaban a Bermúdez Requena como líder de “La Barredora” una corporación criminal con vínculos con el Cartel Jalisco Nueva Generación. Según las investigaciones, Bermúdez Requena sería el principal delincuente de Tabasco, en una banda que se dedicaba al trasiego de droga, extorsión, secuestro, entre otras actividades criminales.

Resultado curioso que aquellos que señalaban que Felipe Calderón debía de haber estado enterado de las andanzas criminales de García Luna, ahora digan que Adán Augusto no sabía de las andanzas criminales de Bermúdez Requena.

Es evidente que Adán Augusto sabía de la actividad criminal de su subordinado.

Todo lo anterior viene a demostrar que Morena es en realidad el brazo político del crimen organizado. Incluso, pudiéramos considerar que son una banda del crimen organizado.

Es una situación gravísima que quienes se deben dedicar justamente a velar por la paz, y combatir el crimen, estén asociados con éste. Hemos visto diversos ejemplos en el mundo de lo que pasa cuando el crimen organizado puede más que la autoridad. Casos como el de Colombia, el de Haití, entre otros, reflejan el fracaso del Estado como ente político cuando estas situaciones suceden.

En México, no se puede transitar libremente por las carreteras. Las bandas del crimen organizado se dedican al huachicol, al cobro de piso, al secuestro, y el gobierno parece no tener la capacidad o el interés de actuar. Cuando todo esto sucede, empiezan a surgir los grupos de autodefensas que luego se enfrentan al crimen, y que terminan por convertirse también en agentes que actúan fuera de la ley. Este es un síntoma inequívoco de que el gobierno no funciona.

Desafortunadamente, en la medida que las cosas sigan dándose de esa forma en México, tendremos que soportar un Estado fallido. Me resulta curioso que en encuestas recientes en Culiacán (epicentro de la violencia en el país) Morena siga arriba en las encuestas. Si se sigue eligiendo narcopolíticos, las cosas seguirán con el mismo grado de violencia.