Ciudad de México.- Santiago, Nuevo León -la antigua Villa de Santiago-, es un verdadero Pueblo Mágico. Ciudad hermana de la mía, que otrora se llamó Santiago del Saltillo, posee un sinfín de bellezas naturales y sobrenaturales. Las primeras son las que al paso del tiempo han ido creando sus laboriosos habitantes; las sobrenaturales son las que en su alrededor puso el mejor arquitecto del mundo, aquel que tiene su estudio por encima de todos los estudios. Ir a Santiago es disfrutar al mismo tiempo sus antañonas tradiciones y su modernidad. Yo conservo ahí familia queridísima que me cayó del cielo por obra y gracia de la amada eterna, cuyas raíces llegaban a la Villa desde el Potrero de Ábrego y Saltillo. Hay en Santiago más Peñas que las que tienen los Picos de Europa que cantó Pereda. Quisiera poner aquí los nombres de todos, ellos y ellas, pero son tantos que llenarían la totalidad de las páginas de la edición de hoy de este periódico, y se necesitaría la de mañana para acabar la relación. Esta última vez que fui allá -quiera el Misterio que no sea la vez última- gocé el gratísimo encuentro con esa ejemplar pareja que forman mis primos Martha y Mario; ella hermosa dama de bondadoso corazón: él hombre de calidad humana extraordinaria. Los dos son excepcionales cultivadores de la comida buena; saben de todas las sabrosuras de la cocina regional. Cuando ellos hacen de comer -los huevitos en salsa de piquín del monte; el cabrito al pastor- la gula deja de ser pecado y se convierte en virtud. Nos dimos cita en el restorán más emblemático de la comarca, "El Charro", que está a distancia corta de Santiago, sobre la Carretera Nacional. Su recinto tiene la forma de un sombrero mexicano, de ahí el nombre de ese benemérito establecimiento que desde hace más de ocho décadas -ganas me dan de decir que desde siempre- ha ofrecido a propios y extraños las delicias de la gastronomía norestense y la calidez de su hospitalidad. En "El Charro" la familia Tolentino me confirió uno de los más grandes honores que en mi vida he recibido: bautizó con mi nombre uno de sus riquísimos platillos, el piernil de Catón. No "pernil", si me hace usted favor; "piernil", en la más pura y auténtica forma del habla popular de la región. Servido al natural o al estilo ranchero, ese portentoso guiso hecho a base de pierna de cerdo hace que valga la pena viajar desde la Patagonia o desde Alaska nada más para probarlo. Agradezco al maestro Tolentino y su familia que sigan inscribiendo mi nombre en su menú. Es como darme todos los días un doctorado honoris causa. Y a todo esto ¿a qué fui en esta ocasión a Santiago? Fui a perorar con motivo del Día de la Mujer, fecha que el joven alcalde David de la Peña Marroquín y su gentil esposa celebraron por todo lo alto. ¡Qué público hermoso -mil mujeres de todas las edades- el que me escuchó en el vasto auditorio de la comunidad, y qué emoción sentí cuando las asistentes me recibieron con un aplauso que parecía interminable, y luego me despidieron al terminar mi participación puestas de pie y con una ovación que me conmovió profundamente! Guardaré en la memoria para siempre la bondad de las generosas damas de Santiago; las palabras de su alcalde y su señora esposa; el abrazo de Marthita y Mario, en quienes siguen estando aquí quienes ya no están aquí, y que al regresarme a Saltillo me llenaron el vehículo con todos los dones de su tierra: los sabrosos turcos, las ricas hojarascas, las jugosas y dulces naranjas de oro y miel que por allá se dan. Hago ahora una formal promesa: me esforzaré en ser bueno, para que Diosito me premie enviándome otra vez a Santiago, mágico Pueblo Mágico de Nuevo León. FIN.
MIRADOR Por Armando FUENTES AGUIRRE. Chalo el de la Villa tenía una costumbre inveterada: cada año estrenaba cobija nueva. Llegaban en primavera las golondrinas a revolar sobre la parroquia de Santiago, y el buen Chalo veía en eso el anuncio de que el invierno había terminado. Vendía entonces su cobija, y con el dinero de la venta se pagaba sabrosos comeres y beberes. Ya iría ahorrando para comprarse otra cobija en los primeros fríos del invierno. Sucedió una vez que las golondrinas se equivocaron. Llegaron puntualmente, sí, y Chalo vendió por eso su cobija y se gastó el dinero. Pero a principios de abril cayó una helada a la que siguieron días interminables de gélidos fríos. ¡Y Chalo sin cobija, y sin dinero para comprarse otra! Una mañana su hermano llegó a visitarlo y lo encontró acurrucado en el catre en posición fetal, tiritando de frío sin más cobertura que la de una mísera sábana más delgada que tela de cebolla. Le explicó lo de la venta de la cobija. -Pensé que ya no la iba a necesitar. Le sugirió el hermano: -Pos vende también la mitad del catre, al cabo así acurrucado como duermes tampoco la necesitas. Tradiciones de Santiago, Nuevo León, una de las muchas magias de ese bello Pueblo Mágico. ¡Hasta mañana!...MANGANITAS
Por AFA. ". Se multiplica la deuda de Pemex con sus proveedores.". Corrupción en lo más hondo, ineficacia y torpeza, hacen que la dicha empresa siempre sea un barril sin fondo.