Nueve de la mañana de un domingo del mes de julio de hace más de 40 años, el padre abandonó el hogar, la madre destrozada ante lamentable decisión; el despertar a una realidad nueva y desoladora, llegaron días de depresión, tenía tres hijos que debía sacar adelante, solo estudió hasta tercero de primaria, con un futuro incierto y las circunstancias adversas; laboró en dos lugares, de 6 de la mañana a 10 de la noche, de lunes a sábado.

Rosa María, madre de tres hijos, ejemplo de la virtud de la fortaleza, una mamá así soportó y sobrellevó un mal grave sin acobardarse, acometió bien dispuesta de modo honesto una obra difícil en tiempos difíciles: alimentar, formar, educar y proteger a sus hijos. Un día, a la hora de la comida estando todos presentes, la hija mayor dijo: ¿por qué nacimos pobres, por qué no ricos? la Madre respondió: no te quejes de la pobreza, Dios te dio inteligencia, voluntad y libertad, con eso te basta y sobra para salir adelante, solo ¡úsalos bien! El tiempo puso las cosas en su lugar, los hijos salieron adelante.

Madre es una palabra de extensión pequeña que encierra en sí misma grandeza y se festeja, pues esta revela el refugio del primer latido de un nuevo ser, un hijo; la madre, origen de ternura, corazón de lo humano, es y será un susurro de enseñanzas que en el transcurso de la vida persisten y nunca se olvidan; es el modelo original y primario del amor, la entrega y en gran número de ocasiones de sacrificio valeroso como fuerza constructiva en los destinos de la humanidad.

Nadie es perfecto, es evidente, debemos recordarlo constantemente, a veces la forma de proceder de la madre puede causar irritación, sin embargo, debemos entender que, en justicia está obligada moralmente a corregir a los hijos, por ello si alguna acción te disgusta, pregúntate: ¿resulta algún daño de que las cosas no se hagan a tu gusto? Por el contrario, tratándose de la formación de la personalidad siempre resultas beneficiado.

Pues bien, una mamá así, muy a su modo, y en ocasiones de una forma no muy convencional sobre la cual muchos seguramente tendremos anécdotas, imprime personalidad, la forja en los hijos de manera paciente, inteligente, graduada, progresiva y fecunda hábitos, es decir, formas o pautas de comportamiento, que a la postre se convierten en virtudes como: el trabajo, la estudiosidad, la justicia, la disciplina, la limpieza, la amistad, la sinceridad, el amor, el don de mando, religiosidad, etc. El triunfo es de ellas y creció en la medida que las virtudes se arraigaron en los hijos.

Cada madre tiene sus propias memorias, merecen ser miradas desde sus historias tejidas con heridas y alegrías, suele pasar invisible su trabajo psicológico, emocional, formador de la personalidad, es en gran medida sustento de la familia, sociedad y naciones, en este trabajo no cotiza jubilación, ni prescribe su acción. Cuando todo mundo está viendo por los propios intereses, la madre siempre está pendiente de vigilar a los hijos, cuidarlos y alimentarlos, en especial cuando están enfermos.

Nada hay más dulce para la inteligencia que la luz de la verdad, dijo Cicerón. Por regla general la madre asume su responsabilidad en la formación moral de los hijos, despierta y exige en ellos el sentimiento por la verdad, virtud de la cual incomoda tanto la mentira ajena como la propia. Gracias a la extensa preparación de los hijos por de la madre, en gran número de ocasiones se enfrentan con poca dificultad a los problemas que de tipo moral que les asaltan.

Vemos que las madres encantadas y admiradas por el afecto de sus hijos, los aman con toda la pasión, aunque cubiertos de mil defectos, y dado que nadie da lo que no tiene, siendo la madre piadosa y buena de corazón, no puede serle difícil educar a sus hijos en la misma bondad, quienes aprenden de ella que es posible una vida enriquecida por la amistad y el amor, y que la capacidad de amar sinceramente siempre será remuneradora.

A todas las mamás así: feliz día de las madres.