La policía siempre en vigilia

Los Polivoces

La delincuencia organizada se ha adueñado de buena parte del país. Las diez ciudades más peligrosas del mundo incluyen a Puerto Príncipe (Haití), Colima, Acapulco, Manzanillo, Tijuana, Ciudad Obregón, Machala (Ecuador), Celaya, Zamora y Puerto España (Trinidad y Tobago). Es decir, siete de la decena son mexicanas. En contraparte las urbes más seguras son Reikiavik, Copenhague, Zúrich, Ámsterdam, Honolulu, Sydney, Barcelona y Lisboa. Bah, ninguna ni latina y menos mexicana. Cuando he tenido la oportunidad de viajar por el mundo me he percatado de un síntoma: mientras más vigilantes hay en una ciudad esta es más insegura. En cambio, cuando ves una patrulla allá de vez en cuando, nos da más confianza. Es paradójico.

¿Qué es lo que sucede en nuestro país? ¿faltan policías? ¿tecnología? ¿presupuesto? Vamos a ver dijo el débil visual. Tenemos a nuestro servicio las policías municipales. Estas, en el papel, se oye muy bonito: cuidan el orden público, nos protegen preventivamente, vigilan con celo el bando del buen gobierno –sobre todo en lo que se refiere a proteger celosamente la moral- y como son de proximidad debería haber un policía en cada esquina, como en los viejos tiempos, o uno en cada fraccionamiento o pasar de vez en cuando por las calles de las zonas habitacionales y comerciales más seguido y no, no vulneran jamás nuestros derechos.

Las policías estatales también nos protegen, preservan la paz y el orden público. Nos cuidan a nosotros y a nuestros bienes. Combaten el delito. Patrullan constantemente territorio nacional, auxilian en accidentes, cuidan las carreteras que corresponden al estado, realizan labores de investigación de delitos y no, no vulneran jamás nuestros derechos.

La Fiscalía General de la República procura la justicia, la prevención del delito, garantiza nuestros derechos si somos víctimas, preservan la paz e investigan sobremanera las contravenciones de orden federal. Tiene una estructura integral que incluye ministerios, policías de investigación y expertos peritos y no, no vulneran jamás nuestros derechos.

Agregue usted a la policía vial. Ella se encarga de cuidar el orden público, la seguridad de los automovilistas y sobremanera de los peatones. Colocan la nomenclatura de las calles, aunque muchísimas estén por demás borrosas, vigilan que los semáforos funcionen correctamente y sobre todo calibrarlos para hacer más fluido el tránsito. Su misión es prevenir accidentes y hacer que se respete el reglamento de tránsito. Nunca se esconden debajo de los puentes para sorprender a conductores y menos montan retenes para sobornar al conductor. Tampoco los usan con fines recaudatorios y no, no vulneran jamás nuestros derechos.

A estos órganos de vigilancia aumente las policías privadas, los fraccionamientos con acceso restringido y agencias de inteligencia en cada una de ellas. Y también los cientos o miles de cámaras que nos convierten en participantes involuntarios del Big Brother con aparatos del gobierno y de los particulares. Y no, no vulneran jamás nuestros derechos.

Sume usted a que el país está militarizado. Fuentes no oficiales calculan que nuestro país cuenta con un poco más de 400,000 en activo. Están incluidos el ejército, la fuerza área y la marina. Agregue unos 130,000 elementos de la guardia nacional. Y en reserva se dice hay casi 100,000 castrenses listos para defender a la nación y no, no vulneran jamás nuestros derechos.

Falta mencionar a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y las Comisiones Estales que vigilan con celo que nuestras prerrogativas no sean violadas.

Sin embargo, si viaja usted por carretera prácticamente por todo el país, se encontrará retenes, filtros o revisiones de parte de no sabemos quiénes ¿de la autoridad? ¿de los narcos? ¿de la delincuencia organizada? Todos sabemos dónde se encuentran menos las autoridades. Cuando somos víctimas de un delito llamemos al 911 y espere sentado ser atendido. No sabemos si esos “agentes”, que están armados hasta los dientes. son presuntos delincuentes o trabajan para nosotros.

No, pues no sabemos por qué en México tenemos tanta inseguridad porque seguramente las autoridades no están coludidas con la delincuencia. ¡Eso nunca! Todo el sistema de protección merece nuestra confianza y respaldo, no asustan, no revisan sin orden judicial, nos sentimos seguros de su protección, no son corruptos, no mienten y no traiciona al pueblo porque ni nos van a robar, ni asaltar y menos extorsionar.

Mi álter ego se sorprende al alza de impuestos -en particular- a las bebidas azucaradas. ¿Qué pasará? Las refresqueras harán una intensa campaña publicitaria para que sus productos se consuman; el gobierno recibirá más dinero y los consumidores de cocas y colas seguirán comprándolas. Y todos contentos.