Ciudad de México.- Se apoderaron de las instituciones en que se fincan la libertad, la democracia y la justicia. Se apoderaron de organismos que antes eran autónomos, e hicieron de ellos su instrumento. Se apoderaron de la Suprema Corte, y por medio de una grotesca farsa la pusieron en manos de los suyos. Se apoderaron del Ejército y de la Marina; desvirtuaron sus funciones constitucionales, y propiciaron que algunos de sus miembros mancharan el prestigio de las fuerzas armadas. Se apoderaron, en suma, del país, convertido ahora en territorio de rampante corrupción, impunidad, crimen e inseguridad, de gobierno ineficiente. De todo eso se apoderó la mal llamada 4T. Ahora se ha apoderado también de la bandera nacional, que usan como si fuera propiedad privada suya. Ya no es nuestra esa bandera, a la que rendíamos honores desde niños en el patio escolar, ante la cual nos descubríamos a su paso en los desfiles, y que veíamos ondear hermosamente en plazas y edificios públicos. Nos ha sido arrebatado ese símbolo patrio. No es nuestro ya, sino de López Obrador, de Sheinbaum, de Adán Augusto López, de Noroña, de los López Beltrán, de todos esos que forman la banda del jefe máximo, camarilla protegida ahora por la sucesora del caudillo. El gobierno iza cada día la bandera nacional en el Zócalo, pero deja de izarla cuando se va a llevar a cabo en ese corazón de México alguna manifestación de protesta contra el régimen. No es ya, pues, el lábaro patrio pertenencia y orgullo de todos los mexicanos. Es objeto del que se han apropiado los dueños de la nación para usarlo a su antojo. La cúpula morenista se empeña en desoír las protestas de los ciudadanos, agravia a sus opositores y sigue dividiendo a los mexicanos, tal como hizo AMLO. En un pueblo del norte cierto locutor de radio lanzó hace años esta severa advertencia: "Ya le tengo dicho a Reagan que no insista en su política, tan equivocada. Hasta ahora no me ha hecho caso. En su salud lo hallará". Pues bien: las cosas caen siempre por su propio peso, y más temprano que tarde en su salud lo hallará también la 4T. He cumplido por hoy la delicada función que a mí mismo me he impuesto, de orientar a la República. Puedo entonces relatar algunos lenes chascarrillos sin desdoro o riesgo para esa elevada responsabilidad. El viajero abrió la Biblia que estaba sobre el buró de su habitación de hotel. En la primera página leyó: "Si estás cansado de pecar ve a la Iglesia de la Luminosidad". Al pie venía una frase manuscrita: "Si todavía no te cansas llama a Ludilicia, teléfono 79934-8822". Aquel señor se enteró de que su mejor amigo había sido internado en el hospital. Fue a visitarlo de inmediato. Lo encontró vendado de pies a cabeza igual que momia egipcia; un brazo y una pierna rotos; los ojos morados y la boca hinchada. "¿Qué te sucedió? -le preguntó azorado. Respondió con feble voz el otro: "Estoy aquí por mis creencias". "¿Cómo es eso?" -inquirió el visitante. Explicó el lacerado: "Creí que el marido andaba de viaje". Afrodisio Pitongo ocupó la habitación número 210 del Motel Kamawa junto con la dama a quien esa noche había conocido en el Bar Ahúnda. Empezaron las acciones, y Pitongo le dijo a la mujer: "Eres de Cuitlatzintli ¿verdad?". "Sí -respondió ella-. ¿Cómo supiste?". Respondió Afrodisio: "Tengo una amiga que es de ahí, y también trae siempre las pompas bien heladas". Doña Pascasia, socia de la Liga de la Decencia, visitó el laboratorio de Biología de la escuela de su hijo. El profesor la invitó a mirar a través del microscopio. Le dijo: "Verá usted células que se están reproduciendo". "¡Válgame Dios! -exclamó ella, escandalizada-. ¿Delante de los niños?". FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
VARIACIONES OPUS 33 SOBRE EL TEMA DE DON JUAN
El caballero sevillano pasea por las tardes a las orillas del Guadalquivir. Le gusta ver la caída de la tarde, pues el crepúsculo pinta de oro y gualda la corriente.
No usa bastón Don Juan, aunque sus amigos le aconsejan que lo use. ¿Cómo llevar bastón, les dice, si alguna vez llevó espada? Cuida, eso sí, cada uno de sus pasos. Teme caer al suelo en vez de caer en alguna tentación.
¿Cuántos años tiene Don Juan? No los ha contado nunca. Quizá tiene la misma edad de su padre cuando se fue del mundo. Al hidalgo no le importa ser viejo. Dice que ahora está libre de cargas. No tiene ya la obligación de mostrarse hombre ante una mujer. El amor puede ser también una carga, y él ya no tiene que llevarla.
Se va yendo la luz. La vida se va yendo. Don Juan, encorvado, se dirige con paso lento a su palacio. De pronto mira a una hermosa dama que viene en dirección contraria. El anciano caballero se endereza, gallardo, y apresura el paso.
Don Juan nunca dejará de ser Don Juan.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
Por AFA.
". Chocolate para el Bienestar.".
Comenta cierto lector
-mal consejero es el ocio-
que de seguro es negocio
de un hijito del señor.
