Te has preguntado ¿porqué eres como eres? Filósofos como Aristóteles y Tomás de Aquino nos ofrecen un conocimiento profundo para responder esta pregunta, ¿y qué crees?, la clave está en el “carácter”, algo olvidado por la psicología moderna; para construirlo, es necesario integrarlo a tu persona mediante una receta que contiene los ingredientes siguientes: ética, inteligencia, voluntad, dominar las emociones o pasiones, mezclados con prudencia.

El ser humano es auto perfectible, no en cuanto a su ser, sino en cuanto a su obrar (hacer), dicho de otro modo, la perfección humana no se alcanza simplemente por existir como planta que nomás nace, crece y se reproduce, es decir, arrellanado en el sofá sin preocupación alguna viendo televisión o Tiktok para atrofiar las neuronas.

¡No! El ser humano es perfectible por el modo en que actúa conforme a esa naturaleza con la que nacemos. En síntesis: cuando obramos bien, cuando nuestras acciones libres son conformes a la razón y al bien, para esto, Aristóteles veía a la ética como el camino para "llegar a ser virtuosos"[1]. Erich Fromm refería del estagirita: “Aristóteles ha escrito un manual de psicología que ha intitulado, sin embargo, Ética”[2].

La ética era para los filósofos clásicos la disciplina que estudiaba cómo formar el carácter humano, las virtudes éticas. Decían que este se forma con hábitos: acciones repetidas que nos definen, encaminándonos a la felicidad. Tomás de Aquino profundizó lo anterior, al afirmar que el carácter es un "conjunto ordenado de todas las virtudes”[3]. Distinguió el temperamento del carácter.

El temperamento es lo que conocemos como inclinaciones naturales que consisten en un conjunto de elementos orgánico-afectivos que nos comunican nuestro modo de ser emotivo e impulsivo, espontáneo, por ejemplo, actuar bajo el impulso de las emociones sin pensar; el carácter, es el modo peculiar y habitual de sentir, pensar, obrar y reaccionar de una persona, bajo la dirección del entendimiento, es decir, pensar antes que actuar impulsado por las emociones.

Para contar con un carácter fuerte es necesario instruir a la inteligencia para sacar lo mejor de esta; sobre la voluntad, no se diga, también debemos educarla, es una especie de capitán que dirige nuestras acciones y nos permite elegir los medios para alcanzar los fines o metas que nos proponemos. Y aunque no lo creas, siempre busca el bien, es decir, la felicidad, aunque no siempre elegimos bien los fines o los medios correctos para alcanzar estos.

La prudencia es la virtud que integra todo: "recta razón de las acciones". Permite aplicar principios universales a situaciones particulares, por ejemplo, el de sindéresis: hacer el bien y evitar el mal, gracias a la experiencia y a la rectitud de los afectos. No es una mera técnica, sino una virtud que requiere madurez personal.

Siguiendo a Régis Jolivet podemos decir que, lo que contribuye a la formación del carácter es la formación intelectual y la formación moral, lo cual se logra armando al ser humano de principios sólidos y gran energía para afrontar decididamente las luchas de la vida.

Un carácter fuerte y feliz se construye con la razón, la voluntad y la guía ética, ordenando nuestras emociones y aprendiendo de la experiencia. El ser humano está ordenado al conocimiento de la verdad y al amor del bien, al fin último, que es la felicidad. Así, el obrar virtuoso constituye el medio por el cual el hombre se autoperfecciona, puesto que cada acción buena fortalece sus facultades intelectuales y morales.

No podemos dejar de mencionar la dimensión Espiritual del ser humano, aquello que unifica y dirige todo hacia la verdadera felicidad: la contemplación de Dios. Sin esta perspectiva, el desarrollo humano es incompleto, ¡mejor! ¡usa la receta!

[1] Ética Nicomáquea, II, c.2.

[2] E. Fromm. Psicología per non psicologi, en L´amore, 82. Obra citada por Echavarría M., en el libro De Aristóteles a Freud, y vuelta.

[3] Suma Teológica 2-2 q. 161 a. 5 ad 2.