Imagina a Lupita, hoy flamante universitaria, próxima licenciada en fisioterapia, 12 o 13 años atrás, aproximadamente en quinto de primaria, con una energía inagotable, con una voz cautivadora para el canto, y una mente siempre en busca de ideas nuevas, originales, activa, así como una de sus hermanas que un día quién sabe cómo dio una vuelta en el aire y cayó sentada.
Bueno, pues a Lupis su maestra le encargó un proyecto en equipo y, aunque al principio su curiosidad la distrajo y su creatividad la llevó por caminos inesperados, al final, es justo esa chispa la que impulsa al grupo a una solución original y exitosa. Lupis tiene lo que algunos psicólogos, muy pocos, llaman ahora “fortalezas de carácter", o sea como unos "superpoderes" internos que todos poseemos y que, cuando se desarrollan, pueden ser la clave para una vida plena y feliz, ¿qué tal, eh? La psicología moderna ha “identificado” algo que ahora denominan "fortalezas de carácter" organizadas en virtudes, como la sabiduría[1]. Aclaro, esto no es nuevo, la verdad es que el gran Aristóteles y el genio de Tomás de Aquino, así como otros autores ya lo habían explicado; crédito pues a quien le corresponde. Sobre estas fortalezas de carácter y virtudes, en un estudio reciente[2], se analizó la relación entre “fortalezas” y aspectos como los síntomas emocionales o pasiones (preocupación, tristeza), la hiperactividad y las conductas como ayudar a otros, en más de 500 niños mexicanos. Utilizando cuestionarios para recolectar datos, confirmaron que algunas fortalezas se manifiestan de manera robusta en los niños, sugiriendo que la forma en que estos viven y expresan estas cualidades puede variar culturalmente y por edad. Por ejemplo, ayudar a los demás es una virtud que fortalece a los niños a mostrar conductas prosociales. Esto significa que los infantes que son más amables, curiosos, esperanzados, o que tienen buen sentido del humor, también son los que más tienden a ayudar, compartir y cooperar con sus compañeros. ¡Un verdadero círculo virtuoso! También encontraron que el liderazgo y la apreciación de la belleza, en algunos casos, se correlacionaron positivamente con más síntomas emocionales, por ejemplo, que un gran líder sienta una mayor presión o responsabilidad, o que una sensibilidad extrema a la belleza del mundo pueda abrir la puerta a emociones más intensas, sobre todo positivas. ¿Se te olvidó Lupis? Bueno, pues el estudio encontró que esa energía desbordante que a veces llamamos hiperactividad, en realidad puede estar ligada a cualidades positivas como el liderazgo, la curiosidad, la creatividad y el sentido del humor. ¡Imagínate la energía de un pequeño líder curioso explorando el mundo! ¡Se siente patinador intergaláctico! ¡brincando de estrella en estrella! En el estudio se sugiere que, en lugar de verla siempre como un problema, esta alta energía podría ser un motor para la extroversión y las interacciones sociales. Esto es crucial, ya que nos desafía a reevaluar cómo interpretamos ciertas conductas infantiles. Este tipo de observaciones, a través de la psicología, nos da herramientas para fomentar un desarrollo saludable, previniendo problemas de salud mental al potenciar lo mejor de cada niño. Si sabemos que la inteligencia y el liderazgo en los niños puede correlacionar con ciertos síntomas emocionales, podemos enseñarles a gestionar el estrés de esa responsabilidad. Si la curiosidad y la creatividad están ligadas a la energía, podemos canalizarla hacia actividades constructivas. ¡Celebremos y potenciemos esas virtudes de nuestros niños![1] Peterson, C., & Seligman, M. E. (2004). Character strengths and virtues: A handbook and classification (Vol. 1). Oxford University Press.
[2] Betancourt Ocampo, D., Alamillo Cuéllar, Et. al. (2024). Fortalezas de carácter y su relación con síntomas emocionales, hiperactividad y conductas prosociales en niños. Psicología Iberoamericana.
