Como lo he mencionado antes, desde que se aprobó la reforma judicial —y que ahora cobra mayor vigencia por la toma de protesta de las y los nuevos juzgadores de Chihuahua (o locales) del pasado 1 de septiembre—, existen excelentes, buenos, malos y muy malos juzgadores que se fueron y que también llegan.
Esto lo afirmo porque, con la salida de los jueces que hasta el 31 de agosto de 2025 estaban en funciones, muchas voces se rasgan las vestiduras y lloran “la excelencia judicial” que se va, cuando no es así (al menos no con la gran mayoría). Estoy seguro de que muchas personas que llegan harán un papel igual o mejor que los que se fueron. Porque no se nace siendo juez, y así como los que se fueron llegaron sin tener experiencia en la función judicial, también llegan ahora las y los nuevos juzgadores. Tal vez la zozobra sea mayor porque, a diferencia de antes, hoy se conoce de manera pública quiénes quedaron y cuál es su perfil profesional. Antes no era así: era un tema reservado al Poder Judicial y secreto para la ciudadanía, lo que ahora no ocurrió. De esta manera, había juzgadores que llegaron en 2018 bajo un concurso donde no quedaron precisamente los que más conocimientos tenían. Incluso algunos de ellos repetirán en el cargo y no fueron quienes obtuvieron las mejores calificaciones en simulación de audiencia o en examen de conocimiento general (salvo algunas excepciones), por lo que no pueden presumir ser los mejores perfiles. Incluso en este proceso de elección judicial, durante la etapa de impugnaciones, varios de los juzgadores fueron exhibidos como “burros” en la universidad o como estudiantes con bajas calificaciones. Por ello, los juzgadores que se quedan y repiten deberían ser humildes y recordar que no necesariamente son los mejores perfiles para estar en el cargo (salvo muy contadas excepciones). Deben tener presente que el hábito no hace al monje, y que así como ellos llegaron sin los méritos suficientes ni demostrando ser los mejores (en varios casos), también ahora llegan nuevos juzgadores, pero con las mismas ganas e ímpetu de hacer una buena labor (aunque, por supuesto, no todos). Por eso no debemos rasgarnos las vestiduras: ni la sociedad, ni las barras de abogados, ni los colegas, y menos los juzgadores que dejaron el cargo, así como tampoco los que repiten pensando que son mejores que los que llegan, porque no necesariamente es así. No debemos olvidar que algunos de los que se fueron tuvieron denuncias por corrupción, acusaciones de tipo sexual en el cargo, tráfico de influencias y otras cosas serias, sin que nunca hubiera una investigación para separarlos del puesto. Otros tantos eran ineptos —pues llegaron sin ninguna experiencia—, razones suficientes para haber sido destituidos, pero que por pertenecer al Poder Judicial resultaban prácticamente inamovibles e insancionables. Qué bueno que esos ya se fueron. Tampoco hay que olvidar que la mayoría de los juzgadores que se fueron no llegaron al cargo demostrando aptitudes ni conocimientos. Fueron designaciones arbitrarias y discrecionales de quienes mandaban en el Poder Judicial y en el poder político, muchos de ellos por influyentismo o por tener familiares ahí (nepotismo comprobado). Por lo tanto, no podemos afirmar que eran las mejores personas para ocupar el cargo. Si acaso, algunos podían presumir una carrera judicial, pero eso no los hacía mejores per se, ya que incluso había externos e internos que merecían más la oportunidad. Por supuesto, como lo he repetido, tuvimos la fortuna de contar con algunos excelentes juzgadores y magistrados, algunos de los cuales afortunadamente repetirán, otros no. Pero son contados con los dedos de una mano, pues es un hecho que abundaron los malos juzgadores (algunos con los que me tocó lidiar como operador del sistema penal). Lo que afirmo lo pude comprobar desde 2009 y hasta 2019, cuando me retiré del tema penal local para conocer otras materias y el ámbito federal. Por esa experiencia, y por haber estado inmerso en el proceso de selección de jueces penales de 2018, me consta que varios quedaron sin ser los mejores perfiles en cuanto a conocimiento, según sus calificaciones en dicho concurso —de los cuales hay registro—, siendo ellos quienes menos deberían considerarse más aptos que los que llegan, solo por haber llegado antes. Sostengo que la única manera de asegurarnos de contar con los mejores jueces y juezas, al menos en cuanto a conocimiento, es aplicándoles como filtro de selección un examen ante sinodales y de forma objetiva y transparente, siendo los de mejores calificaciones quienes contiendan por el cargo, con una posterior evaluación de riesgo (que no debe limitarse al examen psicométrico, pues ya vimos que en el pasado quedaron perfiles que, aun pasando ese “filtro”, no se distinguieron por su profesionalismo). Por eso debemos recibir a las y los nuevos juzgadores locales brindándoles nuestro voto de confianza, sobre todo a quienes se han dedicado a la materia con vocación, profesionalismo y dedicación. Y los que se retiraron del cargo o repiten deberían ser humildes, porque algunos de los nuevos perfiles pueden superarlos en breve. Mi respeto para todas y todos aquellos colegas y trabajadores, así como exjuzgadores de la Ciudad Judicial de Chihuahua, Juárez y juzgados de primera instancia de todo el estado, que están respetando a las y los que llegan, sabiendo que ellos también llegaron una vez como nuevos, algunos con merecimiento, otros sin tanto, a una nueva etapa profesional y con los miedos y reservas de enfrentar “lo nuevo”. Felicidades a las y los nuevos jueces locales que protestaron el pasado lunes 1 de septiembre. Ojalá hagan un buen papel y sirvan con ética y profesionalismo. Y, si no, que la nación, la sociedad y los colegas se los demanden. Enhorabuena y éxito. …
Opinión
05 Sep, 2025
No se nace siendo juez. Los jueces que se van y los jueces que llegan en Chihuahua
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José Luis Contreras
