Los estadounidenses desean abrumadoramente todos los elementos tradicionales del sueño americano, ser dueños de una casa, tener una familia y esperar una jubilación cómoda. Pero muy pocos creen que podrán lograrlo fácilmente.

Una encuesta de The Wall Street Journal/NORC realizada en julio entre mil 502 adultos estadounidenses muestra una marcada brecha entre los deseos de la gente y sus expectativas. La tendencia fue consistente en todos los géneros y partidos, pero fue más cierta para las generaciones más jóvenes, que han quedado excluidos de la propiedad de vivienda por los precios y cargados con altas tasas de interés y deuda estudiantil.

Mientras que el 89% de los encuestados dijo que ser propietario de una vivienda es esencial o importante para su visión del futuro, sólo el 10% dijo que ser propietario de una vivienda es fácil o algo fácil de lograr. La seguridad financiera y una jubilación cómoda fueron igualmente calificadas como esenciales o relevantes por el 96% y el 95% de las personas, respectivamente, pero calificadas como fáciles o algo fáciles de lograr sólo por el 9% y el 8%.

Hace 12 años, cuando investigadores del Public Religion Research Institute preguntaron a 2 mil 501 personas si el sueño americano "todavía es cierto", más de la mitad dijo que sí. Cuando The Wall Street Journal hizo la misma pregunta en julio, la cifra se redujo a aproximadamente un tercio de los encuestados.

En muchos aspectos, dicen los economistas, la gente tiene razón al sentir que sus posibilidades de éxito han disminuido.

"Aspectos clave del sueño americano parecen estar fuera de alcance de una manera que no lo estaban en generaciones pasadas", señala Emerson Sprick, economista del grupo de expertos Bipartisan Policy Center, en Washington, D.C.

Sprick destaca la continua caída en las pensiones del sector privado -que llevó a su casi desaparición- y el aumento en el costo de la propiedad de vivienda como dos de los mayores cambios económicos en la última década.

Marquell Washington recuerda que sus maestros de la escuela primaria le inculcaron que las buenas calificaciones y un título universitario serían su boleto para salir del vecindario de Chicago donde creció "escuchando disparos todos los días".

La promesa, indica el joven de 22 años, era que "conseguirías un buen trabajo y disfrutarías el resto de tu vida en una casa con jardín adelante". Fue la primera persona de su familia en ir a la universidad, pero la abandonó durante su tercer año después de que tres de sus amigos cercanos fueran asesinados con meses de diferencia.

Ahora gana alrededor de 30 mil dólares al año trabajando medio tiempo para la organización sin fines de lucro de desarrollo juvenil My Block, My Hood, My City. No puede darse el lujo de mudarse del departamento de su madre donde creció, y mucho menos resolver la deuda de 10 mil dólares que necesita para transferir sus expedientes académicos a una institución más cercana a su casa. No ha renunciado a su sueño americano, dice, pero lo encuentra mucho menos sencillo de lo que pensaba.

"No te dicen lo difícil que es lograr el sueño americano", menciona Washington. "Tienes que aprender eso por tu cuenta".

La movilidad económica ha disminuido en general en las últimas décadas, indican los economistas.

Mientras que alrededor del 90% de los niños nacidos en 1940 terminaron en mejores condiciones que sus padres, arroja una investigación de Nathaniel Hendren, profesor de economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y Raj Chetty, economista de la Universidad de Harvard, sólo alrededor de la mitad de los nacidos en los años 1980 podían decir la mismo.

Chetty analiza el sueño americano a través de la lente de lo difícil que es para alguien que comienza en una familia pobre llegar a la clase media. Para los estadounidenses blancos en particular, ese objetivo se ha vuelto significativamente más retador en los últimos 15 años.
 

Una casa propia

Richard Thomas y Cherish Celetti estaban seguros de haber logrado su propia versión del sueño americano cuando compraron una casa de cinco recámaras en Mount Vernon, Nueva York, por 612 mil dólares en el 2017.

"Era como que todo iba en la dirección correcta", dice Celetti, una abogada de 42 años que creció en la pobreza entre nueve hermanos.

Comprar su primera casa no sólo significó que los hijos de la pareja, hoy de 8 y 11 años, podrían tener sus propias recámaras -un lujo que tanto Thomas como Celetti anhelaban- sino que también tenían espacio para acoger a la madre de Celetti, Diane Thompson, y a su hermana de 20 años.

La hipoteca de 5 mil 400 dólares de la pareja, incluyendo los 689 dólares en seguro hipotecario privado, era alta, pero factible, entre el salario de Celetti y el de su marido como Alcalde del poblado en ese entonces. Pero casi de la noche a la mañana sus costos de energía se duplicaron a más de 2 mil dólares al mes, y se dispararon los precios de los comestibles, los seguros y otros recibos para la familia ahora de seis.

Tanto Thomas como Celetti redujeron sus contribuciones de jubilación a casi cero y descartaron sus planes de vacaciones. Saben que vender la casa -cuyo valor se ha más que duplicado- sería su mejor opción, pero no saben a dónde irían si se fueran.

Muchos están batallando por alcanzar sus objetivos de ser propietarios de una vivienda. Ser propietario de una casa fue 47% más caro que rentar durante los 12 meses que terminaron en junio, de acuerdo con una investigación de la firma de servicios inmobiliarios comerciales CBRE.

La cuestión del matrimonio

En Des Plaines, Illinois, Kevin Murphy, de 31 años, cree que incluso encontrar pareja es más difícil de lo que solía ser debido a lo caras que se han vuelto las citas. No siempre puede darse el lujo de invitar la cena y le preocupa ser menos deseable que alguien que gana más de sus 95 mil dólares anuales de ingreso o que es propietario de una casa.

En la encuesta de WSJ/NORC, el 62% de las personas dijo que el matrimonio era esencial o importante para su visión del sueño americano, pero sólo el 47% de las personas piensa que es fácilmente alcanzable.

"Para mí, el sueño americano me parece más lejano que nunca", señala Murphy, que trabaja en asuntos gubernamentales para una empresa de energía. "Me preocupa cuando tenga 50 o 60 años y si nada cambia, estaré totalmente jodido".

Murphy está particularmente preocupado por la desigualdad de riqueza, que ha aumentado
con el tiempo, arroja un análisis de los datos de la Encuesta de Finanzas del Consumidor realizado por Scott Winship en el grupo de expertos de derecha American Enterprise Institute.