Ciudad de México.- En el fotógrafo catalán Kim Manresa confluyen dos cualidades esenciales: el ánimo incansable de un trotamundos consumado y un genuino don de gentes.
De otra forma no se explica cómo es que, armado con una paciencia y tesón ejemplares, ha podido pasar los últimos 30 años de su vida persiguiendo Premios Nobel de Literatura por todo el mundo.
Aunque llegar a 30 escritores retratados, como lo ha hecho, habría sido ya una hazaña en sí misma, Manresa (Barcelona, 1961) no se conforma con las clásicas fotografías en una librería, en el salón de un hotel o en una feria de libros.
Su intención es llegar, a veces literalmente, hasta la cocina de los protagonistas de la literatura mundial.
En estas tres décadas, por mencionar sólo unas anécdotas al vuelo, ha comprado alcachofas en la calle con el turco Orhan Pamuk (1952), trotado con Mario Vargas Llosa (1936-2025) en ropa deportiva, bailado un vals casero con la polaca Wislawa Szymborska (1923-2012) y, en una de las que más le dan risa, ha sido reprendido por la esposa de Kenzaburo Oe (1935-2023) por haberlo sacado de casa para una noche de tragos.
Todas estas historias, con sus retratos, claro, han quedado plasmadas en el libro El otro Nobel (Debate), posiblemente el punto final de este proyecto de largo aliento.
Como al vecino
En entrevista, Manresa deja claro que quizá el secreto para que un Premio Nobel baje la guardia podría ser, paradójicamente, dejar de tratarlo como a un Premio Nobel.
"Yo no diferencio entre una persona y otra", explica Manresa, con una sonrisa y una sinceridad contagiosas.
"Cada uno tiene su oficio: un Nobel escribe y puedes ser fan, claro, pero el verdulero de mi casa para mí es más importante porque es el que me da de comer, es el que me dice 'mira, ten, esta fruta está bonita la manzana, el plátano, las espinacas'.
"A ellos (a los Nobel) los trato igual que si fuera el vecino de mi casa que vende verduras, o el basurero que va a recoger la basura; todo en su parcela es importante".
Despojados del estricto protocolo en el que viven todo el tiempo y lejos de la reverencia impostada con la que usualmente son tratados, los escritores han llegado a abrir su corazón a Manresa de formas excepcionales.
Ahí está el caso del poeta y dramaturgo nigeriano Wole Soyinka (1934), a quien vio por primera vez en un encuentro literario en España mientras, de manera insólita y gracias a su prominencia política, negociaba la liberación de rehenes con el grupo yihadista Boko Haram por teléfono.
Tras ese encuentro, Manresa y el periodista Xavi Ayén su mancuerna en este proyecto, viajaron a Lagos y a Abekouta en el 2006, donde el autor fue retratado en el mismo pupitre de la escuela, hoy en ruinas, donde aprendió a escribir.
Esta fotografía entrañable tiene un doble significado para Manresa, pues la idea de retratar a los Nobel surgió cuando buscaba que un escritor reconocido le escribiera un texto para otro proyecto de largo alcance, Escuelas de otros mundos, en el que recorrió el mundo fotografiando la cotidianidad de los niños en las escuelas.
El escritor resultó ser nadie otro que José Saramago (1922-2010), a quien Ayén y Manresa acompañaron en un paseo por Lisboa para conocer los sitios que habían inspirado su obra.
La oportunidad de retratar al autor en los lugares de sus afectos dictó la tónica del proyecto, que actualmente cuenta con una galería compuesta por la mayoría de los Nobel vivos con excepciones entendibles como la del elusivo Bob Dylan, y de un número importante de premiados que han ido falleciendo en estas tres décadas.
Vencer la resistencia
Ya sea durante tres días de fiesta con Darío Fo (1926-2016), comprando cintas para las rastas de Olga Tokarczuk (1962), o visitando la celda donde estuvo encerrado Nelson Mandela junto con Nadine Gordimer (1923-2014), algo que siempre sale a relucir es esa mezcla entre obstinación y encanto que permite a Manresa tomar fotos altamente inusuales y, también, históricas.
Por ejemplo, la primera vez que fue a visitar a Svetlana Alexiévich (1948) a su casa de Minsk, regresó a su hotel con las manos vacías, pues la escritora se negó a las fotografías porque se sentía resfriada y quería cortarse el cabello.
A pesar de que esa negativa le hizo quedarse varios días más de lo previsto en Bielorrusia, a causa de una tormenta de nieve, Manresa logró uno de los retratos más entrañables de su vasto catálogo.
Sentada en la cocina de una modestísima casa soviética, Alexiévich descansa pensativa en la misma mesa en la que ha realizado la mayoría de las desgarradoras entrevistas que hoy conforman clásicos contemporáneos como Los muchachos de zinc y La guerra tiene rostro de mujer.
Aunque algunos entrevistados han opuesto resistencia a las fotografías, como Toni Morrison (1931-2019) y J.M. Coetzee (1940), Manresa logró sortear con gran éxito la prueba que, posiblemente, era la más difícil de todas.
"La Herta Müller (1953) no puede soportar las cámaras porque durante todas las veces que (el régimen de Nicolae Ceausescu, de Rumania) la detenía y la fichaba, que fueron muchísimas veces, le ponían los flashes en la cara y cogió fobia; tiene fobia cuando ve una cámara", recuerda Manresa.
En su serie de imágenes, el fotógrafo logró tomarle un retrato elocuente al respecto mientras ella hablaba con el reportero sobre un tema sensible y, de manera espontánea, se tapó el rostro con las manos, por lo que Manresa pudo disparar; pero no estaba satisfecho.
"Era una persona muy angustiada cuando veía una cámara, pero luego yo, haciendo tonterías, pues se rió. Yo había trabajado en Payasos Sin Fronteras, entonces pues eso me sirve para hacer el idiota ahí cuando hay alguien así", recuerda con orgullo, pues ha logrado una de las pocas fotos donde la autora ríe con sinceridad.
Entre estrellas y durezas
Manresa ha visto de frente las durezas de la vida, como lo mostró en su fotorreportaje "El día que Kadi perdió parte de su vida", considerado uno de los 100 mejores del siglo 20 por Associated Press, en donde retrata una operación de ablación de clítoris a una niña de 5 años en África.
Aun así, como ocurre con los propios Premio Nobel de Literatura, ha sabido darle la vuelta a estas circunstancias con talento y dedicación para crear algo en beneficio de la humanidad.
Por ello, en El otro Nobel se incluyen también fotos de su proyecto Escuelas de otros mundos, con las reflexiones manuscritas que, luego de la experiencia con Saramago, ha ido pidiéndole a otros autores como Gabriel García Márquez (1927-2014), Imre Kertész (1929-2016) y V.S. Naipaul (1932-2018).
Para conmemorar el lanzamiento del libro, que puede encontrarse en las estanterías mexicanas desde este fin de semana, la Librería Mauricio Achar de Gandhi ha montado una exposición temporal, disponible hasta el 23 de noviembre, con sus fotografías.
Con una foto de Han Kang (1970) siendo entrevistada vía remota, a través de una pantalla, Kim Manresa llegó a 30 retratos de los Premio Nobel de Literatura y decidió dar por cerrado el proyecto.
"Yo creo que esto es un buen colofón, un buen final", confía, siempre sonriente, con una miríada de anécdotas en la cabeza que ahora, por fin, pueden leerse junto con sus fotos.