Ciudad de México.- El "fracaso" es un estado temporal y relativo.
Pregúntenle a Tarsem y su audaz película The Fall. La exuberante superproducción autofinanciada (unos 30 millones de dólares), que se balancea entre la realidad y la imaginación, fue calificada en un inicio como un proyecto de pura vanidad.
A inicios de los 2000, al cineasta indio lo había abandonado su pareja, así que sus ideas de familia se esfumaron. Forjado en videos musicales y publicidad, tenía una pequeña fortuna, pero un hueco en el corazón: se lanzó al vacío.
"Yo pensaba en hijos, casas, gastos... y de repente ese plan ya no existía. Entonces decidí que esa película sería mi boleto a la inmortalidad", comparte el realizador indio (The Cell, Immortals), ahora de 63 años, en entrevista.
Durante cuatro años, en 24 países, rodó una ambiciosa aleación de drama y fantasía que reflexiona en el arte de contar historias. Una pieza llena de preciosismo visual que David Fincher, el productor, definió como una mezcla de Andréi Tarkovski y El Mago de Oz.
Estrenó en el Festival de Cine de Toronto en 2006. Tarsem no se esperaba lo que ocurrió. Fue recibida de manera estrepitosa por la crítica. No halló compradores, quienes la encontraron sofisticada y rara, un riesgo para el mercado.
"No dividió a los críticos, fue peor", recuerda. "Variety le dio una crítica horrible ('no tiene en cuenta los intereses de ningún otro público que su propio y desmedido creador', publicó) nadie quiso comprarla ni distribuirla gratis".
Con los años, el filme adquirió un estatus de culto. Reseñas laudatorias surgían aquí y allá. Los DVD y Blu-ray se agotaban. Se hizo un mito, y su prestigio creció.
El 27 de septiembre, tras años disponible sólo en formato físico, llegará a la plataforma Mubi restaurada en 4K. Tarsem, quien se inspiró en el filme búlgaro Yo Ho Ho (1981), asegura que volvería a arriesgar todo por algo similar.
"Esa película lo significa todo. Tuvo un parto complicado, pero volvería a hacer lo que hice por ella, sin dudar, si tuviera un proyecto así. En dos segundos diría que sí. Perdí todo mi dinero, pero al hacerla sentí que respiraba de nuevo".
El poder de los cuentos
Los Ángeles, 1915. El doble de acción Roy Walker (Lee Pace, desconocido en ese entonces) yace en la cama de un el hospital. Le duele el cuerpo (está paralizado tras un accidente) y el alma (sufre un desencanto amoroso).
En otra ala del nosocomio está también Alexandria (Catinca Untaro, sin experiencia actoral). De seis años, la migrante rumana, curiosa, ingenua, se recupera de un brazo roto.
Roy comienza a contarle a la pequeña una historia de aventura y magia, de bandidos que luchan contra un implacable malvado. La realidad es que quiere embaucarla y hacerla que robe para él pastillas con las que podrá quitarse la vida.
"Para Alexandria necesitaba a una niña que fuera una completa desconocida, también una que no hubiera visto películas jamás", dice Tarsem. "Un cofre abierto, una mente limpia".
Rara avis en el mundo del cine, a Tarsem se le conoce por su excentricidad y decisiones artísticas poco ortodoxas. Para The Fall aplicó métodos con los que varios levantarían una ceja.
"No utilizamos un guion terminado con Catinca. Quería reacciones, improvisaciones. Si te digo todos los trucos que usamos... quizás me meten a la cárcel", bromea. "Lo que sabía es que esta niña no tenía que actuar, tenía que vivir".
La relación entre Alexandria y Roy, columna de la historia, evoluciona: gracias a ella, poco a poco, él recupera el anhelo de vivir. La niña, quien busca un padre, lo quiere y lo necesita.
Tarsem fue deshonesto con buena parte del crew y, especialmente, con la pequeña actriz. Pace, les insistió, era parapléjico de verdad.
"Teníamos una silla de ruedas y la usábamos para llevarlo al set cada día. Fue extraño. Al final tuvimos que decirle a todos que Lee sí podía caminar. Hubo enojos, risas, lloros, todo.
"Las escenas en el hospital, las filmamos en secuencia. El pegamento que mantiene junta la película es Lee. Además de actuar como si tuviera una discapacidad, iluminó a Catinca, la animó a desenvolverse. Ella se enamoró de él".
Tras conseguir la trama de la realidad, comenzó otra odisea para la "fantasía". Si Tarsem era convocado para rodar un comercial en Namibia o Indonesia, pagaba a actores y crew para que lo alcanzaran y filmaran.
The Fall, que acabó teniendo locaciones en diversos confines del mundo, fue una locura. Uno de esos proyectos que, en opinión del creador, vacían los bolsillos pero llenan el espíritu.
"Hacer The Fall era algo sumamente complicado. Nunca calibré el riesgo. Es lo que pasa con la audacia que tienes cuando eres joven".
"Mucha gente, especialmente en el campo de la publicidad, gana mucho dinero. Siempre dicen que harán proyectos que los apasionan, pero nunca lo hacen. Quería que conmigo fuera distinto", dijo.