Aldama, Chih.- En el seccional municipal de San Diego de Alcalá está desarrollándose una desgracia que tiene dos lados: el social, que puede observarse en la disminución de los ingresos de sus habitantes por la agricultura, la ganadería y el turismo. Y el otro aspecto, que conlleva la pérdida ya casi segura, de una especie endémica (es decir, que solamente existe aquí) de pececillos de agua dulce, el llamado cachorrito cabezón. Y esto último sería, de comprobarse por los estudiosos, una pérdida lamentable de nuestra biodiversidad y, más impactante aún, que representaría sólo un aspecto del deterioro general del medio ambiente local.

La falta de agua en el balneario San Diego de Alcalá, Chihuahua suele atribuirse principalmente a la sequía y la disminución de los mantos acuíferos. La escasez de lluvias ha afectado los niveles de agua en la zona, mientras que la sobreexplotación de los pozos y el desvío de los mantos acuíferos también han contribuido a la situación.

Todo se conjugó para la desgracia. Porque el agotamiento de las corrientes subterráneas que han utilizado desde hace cientos de años por los lugareños y turistas, sí es ciertamente, una desgracia. Familias de la localidad que suministraban alimentos y rentaban cuartos a los visitantes que acudían a beneficiarse de las propiedades curativas de estas aguas sulfurosas, se quedaron sin ese ingreso extra.

Así se gestionó la desgracia

Paulatinamente, desde 2019, el nivel de las aguas de los manantiales termales fue disminuyendo, hasta que llegó el año 2022, cuando ya fue imposible suministrar cualquier servicio a los turistas. Los bañistas siguieron acudiendo al lugar, aunque sólo para su propia decepción.

Todavía el 10 de febrero pasado llegó a la región un naturalista, el meoquense Juan Loredo, a realizar una observación del pececillo endémico de estas pozas termales, el Cyprinodon pachycephalus o cachorrito cabezón, y todavía hubo presumiblemente 15 ejemplares vivos visibles.

Sin embargo, de entonces a la fecha, fueron cerrados con candado todos los accesos al balneario, y clausuradas todas las actividades recreativas.

Javier Jurado Aragón, el comisario (presidente del Comisariado) ejidal, señaló que todos los manantiales y las pozas están secas. Reveló que ahí la situación es sumamente crítica para los pobladores. Son 70 ejidatarios que realizan diversas actividades, desde la ganadería hasta una agricultura que está volviéndose precaria con la tremenda sequía que azota a la región y al estado. A la catástrofe se suma el hecho de que los ingresos que proveía el balneario se esfumaron. Fueron reducidos a cero desde por lo menos el año 2023.

Don Javier culpa directamente a la sequía por la desaparición de los manantiales, así como por la grave situación que atraviesan los ganaderos.

La dueña de la tienda de abarrotes de la calle principal –“La Octava”– recordó que fue el 2022 el año en que notaron que el agua de las pozas iba a terminarse. Ya las corrientes estaban a un nivel crítico. ¿Y qué pasó con quienes trabajaban en el balneario? Eran cuatro personas de planta que fueron despedidas, incluso un matrimonio de la etnia rarámuri. Aunque todavía en enero de este 2025, la gente llamaba al teléfono del lugar y había quien lo contestara, sólo les informaban que ya no iba a haber servicio.

Los cachorritos en julimes y san Diego

En el centro-sur del estado de Chihuahua, Julimes y San Diego de Alcalá, ambas localidades con aguas termales, comparten una singularidad biológica, con dos pececillos del mismo género, aunque de diferente especie, los dos en grave peligro de extinción, los dos son de especies endémicas, es decir, que existen exclusivamente en una charca cada quien, y cada una es única en el mundo.

Y esto sucede, aunque a la charca de Julimes y la del humedal de San Diego las separan por lo menos 60 kilómetros de distancia, lo que de alguna manera es un indicador de que en el pasado geológico de esta región compartieron una conexión, es decir, que estuvieron unidas bajo un solo cuerpo de agua. La única conexión moderna entre ambos pueblos es el río Conchos, que en Julimes toma rumbo al norte después de que su cauce viene transcurriendo desde Camargo encajonado entre cerros y es liberado al llegar al llano entre los Meoqui y Julimes, donde toma rumbo hacia la frontera norte. El río Chuvíscar, que cruza San Diego de Alcalá, pasa y surte los acuíferos de la localidad, pero va hacia el sureste hasta que llega al Conchos, del cual es tributario.

De hecho, en los manantiales de Julimes habitan cuatro especies endémicas: el pez cachorrito de Julimes (Cyprinodon julimes), el pez guayacón (Gambusia spp), la cochinilla de Julimes (Thermosphaeroma macrura) y el caracol de Julimes (Tryonia julimensis). Por otra parte, en San Diego de Alcalá existe (y tienes que notar, lector, que uso el verbo “existir” en presente con el alma encogida por la monstruosa y aplastante posibilidad, casi una certeza, de que ya se extinguió) un primo del cachorrito de Julimes: el Cyprinodon pachycephalus o “cachorrito cabezón”.

A diferencia de su primo de San Diego, el cachorrito de Julimes vive en un área natural protegida, bajo vigilancia federal y con el especial cuidado de los pobladores, quienes voluntariamente cuidan y patrullan el manantial termal llamado El Pandeño, también conocido como San José de Pandos. Este manantial es famoso por sus aguas calientes, donde el pez ha logrado adaptarse a vivir en temperaturas de hasta 46 grados centígrados. El área donde habita el cachorrito de Julimes es de aproximadamente 700 metros cuadrados y forma parte de un ecosistema único, reconocido por la Convención de Ramsar, organismo internacional que identifica y cataloga los humedales de importancia ecológica.

Es importante destacar que este pez es endémico de esta zona. La preservación de este manantial y su ecosistema es crucial para la supervivencia de esta especie.

¿Y el “cabezón”?

El Cyprinodon pachycephalus está, o estaba, específicamente en San Diego, donde su hábitat son las aguas termales, sus salidas y una poza de contención, con temperaturas que varían de 25 a 49 °C (77-120 °F). Su espacio está limitado a menos de un kilómetro cuadrado. Fue identificado como una especie aparte y le dieron estatus de peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 1996. También está en la NOM-059-SEMARNAT-2010 como “En Peligro de Extinción”, mientras que la UICN, o Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, lo considera en “Peligro Crítico”.

Este pez es característico por su cabeza grande, que ocupa aproximadamente un tercio de su longitud total. En tamaño, los machos pueden alcanzar hasta cinco centímetros de longitud y pueden ser de color pardo, azul verdoso, blanco o beige con el vientre con bandas oscuras y aletas amarillas. Las hembras son beige o blancas con un ocelo (mancha parecida a un ojo) en la aleta dorsal.

La presencia y bienestar del cachorrito cabezón están estrechamente ligados a la conservación de este ecosistema. Y ya que sólo existe en este humedal, eso lo convierte en un tesoro biológico único, según Scribd, que es una plataforma global de información por suscripción.

La presencia y salud del cachorrito cabezón son indicadores de la calidad del agua y la integridad del ecosistema del humedal. Si desaparece o muestra signos de estrés, es una señal de alerta de que el humedal está en peligro.

¿Su valor ecológico?

Al ser parte de la cadena alimenticia y un componente de la biodiversidad del humedal, su presencia contribuye al equilibrio del ecosistema. Tiene valor científico porque, siendo una especie endémica, es objeto de estudio para comprender la evolución y adaptación de la vida en ambientes acuáticos particulares.

Su conservación es fundamental para mantener la biodiversidad de la región. Pero en este momento, nadie puede asegurar si vive o si ya se extinguió. Y esto último sería, de comprobarse por los estudiosos, una pérdida lamentable y, más impactante aun, porque representaría sólo un aspecto, de muchos (es decir, del todo) del deterioro general del medio ambiente local.