Al tratar con las empresas más grandes de Estados Unidos, el comandante en jefe no tiene reparos en actuar como el microadministrador en jefe.

El Presidente Trump llevó su gusto por decir a los directores corporativos cómo dirigir sus empresas a otro nivel el jueves al pedir públicamente la renuncia del director ejecutivo de Intel. La acción no fue inusual: Trump ha dicho a las armadoras de Detroit que no suban los precios y exigió a Walmart que "se coma los aranceles". Ha presionado al equipo de fútbol americano Washington Commanders para que cambie su nombre y quiere que Coca-Cola use azúcar de caña en lugar de jarabe de maíz.

Toda esa intervención está creando un riesgo para los líderes empresariales que creían haber dilucidado en gran medida el modus operandi de Trump. Se suponía que los halagos públicos y los ostentosos anuncios de inversión en Estados Unidos aplacarían al Presidente y mantendrían a las empresas alejadas de sus publicaciones en Truth Social. En lugar de ello, el republicano se está entrometiendo en las decisiones empresariales de maneras sin precedentes, en industrias desde la farmacéutica hasta la bancaria y la manufactura.

Ahora que el Presidente ha pedido la cabeza de un director ejecutivo, el temor es que ponga en la mira a otros que hagan algo de su desagrado, dicen ejecutivos y asesores corporativos.
"Es incorrecto que el Presidente de Estados Unidos le diga al consejo directivo de una gran corporación que despida a su director ejecutivo", dijo Bill George, ex director ejecutivo del fabricante de dispositivos médicos Medtronic, quien se mantiene en contacto con ejecutivos de diversas industrias.

La publicación de Trump criticando los negocios anteriores en China de Lip-Bu Tan, director ejecutivo de Intel, se produjo el mismo día en que utilizó una orden ejecutiva para presionar a los bancos a hacer negocios con más conservadores y otros aliados políticos. Un día antes, excentó a empresas de tecnología como Apple de los nuevos aranceles a los semiconductores, con la condición de que elevaran sus inversiones en EU.

"El Presidente Trump se ha centrado en hacer de Estados Unidos el mejor lugar del mundo para hacer negocios e invertir", declaró Kush Desai, portavoz de la Casa Blanca. "A medida que la Administración reorienta las políticas gubernamentales para priorizar a los estadounidenses y a Estados Unidos, las empresas deberían seguir el ejemplo".

Incluso para Trump, hacer un llamado público a que un director ejecutivo de una gran empresa "renuncie de inmediato" es territorio nuevo, dicen los historiadores. La táctica encaja con su patrón de atacar públicamente a quienes desea influenciar. La había utilizado con Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, y Volodymyr Zelensky, el Presidente ucraniano, antes de aplicarla a Intel esta semana.

El factor China


Intel toca dos puntos sensibles para Trump: las inversiones de las empresas en la producción en Estados Unidos, y China. Los problemas financieros del fabricante de chips han limitado su capacidad para incrementar sus inversiones nacionales, una prioridad para Trump.

China también se ha convertido en el principal objetivo de la guerra comercial de Trump, y los vínculos de Tan con ese país se derivan de su tiempo en la industria de semiconductores y como inversionista de capital de riesgo que invirtió en China. Tan, nacido en Malasia y ciudadano estadounidense, asumió el cargo de director ejecutivo de Intel en marzo.

Muchos ejecutivos tienen lazos de muchos años con socios chinos y tienen que estar preparados para ataques similares si aparecen en el radar de Trump, dicen analistas.

Jeffrey Sonnenfeld, profesor de la Escuela de Administración de Yale, afirmó que la exigencia de Trump ya estaba resonando entre los líderes corporativos. "Es un proceso aterrador que el comandante militar de Estados Unidos elija quién dirigirá empresas privadas", afirmó.

En el sector bancario, la orden ejecutiva de Trump en parte está inspirada en sus propias experiencias al haberle sido negadas cuentas en JPMorgan Chase y Bank of America. Los bancos han dicho que sus decisiones no son discriminatorias y que a menudo se basan en factores legales y regulatorios.
La semana pasada, Trump envió cartas a 17 empresas, entre ellas Pfizer y Johnson & Johnson, pidiéndoles que redujeran los precios de los medicamentos en Estados Unidos para igualarlos a los de otros países. Esta semana, anunció que pronto se anunciarán aranceles a las importaciones farmacéuticas.

Trump ha mostrado su disposición a intervenir en otros ámbitos de la sociedad. Ha emitido una avalancha de órdenes ejecutivas contra bufetes de abogados, alegando que algunos "utilizan el sistema legal como arma", y ha lanzado una serie de ataques contra universidades de investigación que dependen de fondos federales.


Tiemblan CEOs

Algunos líderes empresariales dijeron que lo que más les frustraba era que Trump exigiera la destitución de un ejecutivo estadounidense sin detallar pruebas de irregularidades. Otros dijeron que habrían preferido que Trump resolviera el asunto tras bambalinas con el consejo directivo de Intel.
"Tiene derecho a decir lo que quiera, pero hay una diferencia entre tener el derecho y si es lo correcto de hacer en un sistema capitalista de libre mercado", dijo Harry Kraemer, ex director ejecutivo de la empresa de atención médica Baxter International y hoy profesor de liderazgo en la Escuela de Administración Kellogg de la Universidad Northwestern.

Presidentes como el demócrata Franklin D. Roosevelt han tomado el control de empresas por incumplir convenios laborales o para mantener a flote industrias clave. En el 2009, la Administración Obama presionó al entonces director ejecutivo de General Motors, Rick Wagoner, para que dimitiera mientras rescataba a la armadora de Detroit. Una distinción clave fue que el Gobierno era un importante inversionista de GM en ese entonces.

A menos que Tan compartiera tecnología indebidamente o actuara ilegalmente, Intel debe seguir adelante, afirmó George. Una reestructuración del liderazgo ahora retrasaría aún más la recuperación de una empresa crucial para la industria estadounidense de semiconductores.

Directores ejecutivos han intentado cortejar a Trump en su club Mar-a-Lago en Florida, contratando nuevos cabilderos vinculados a él y evitando cualquier declaración pública que pudiera ofender a la Administración. Sin embargo, la acción más reciente de Trump vuelve a Washington aún más difícil de sortear, dicen líderes empresariales.

"Me siento realmente incómoda con este tipo de actividad", dijo Nancy Tengler, directora ejecutiva y de inversiones en Laffer Tengler Investments. Exigir la renuncia de un director ejecutivo sugiere que el Gobierno cree saber mejor cómo debe manejarse una empresa. "Creo que eso no le compete al Presidente".