Trump había estado afirmando —en repetidas ocasiones, de manera pública y con entusiasmo— que había “resuelto” el conflicto militar entre India y Pakistán, una disputa que se remonta a más de 75 años y que es mucho más profunda y complicada de lo que Trump daba a entender.
Durante una llamada telefónica el 17 de junio, Trump volvió a sacar el tema, y dijo lo orgulloso que estaba de haber puesto fin a la escalada militar. Mencionó que Pakistán iba a proponer su candidatura al Premio Nobel de la Paz, un honor para el que había estado haciendo campaña abiertamente. La implicación no tan sutil, según personas familiarizadas con la llamada, era que Modi debería hacer lo mismo.
El líder indio se enfadó. Le dijo a Trump que la participación estadounidense no tenía nada que ver con el reciente alto al fuego. Se había acordado directamente entre India y Pakistán.
Trump ignoró en gran medida los comentarios de Modi, pero el desacuerdo —y la negativa de Modi a hablar sobre el Nobel— ha desempeñado un papel destacado en el deterioro de la relación entre ambos dirigentes, cuyos lazos, antaño estrechos, se remontan al primer mandato de Trump.
La disputa se ha desarrollado en un contexto de conversaciones comerciales de gran importancia para India y Estados Unidos, y las consecuencias podrían acercar a India a los adversarios estadounidenses en Pekín y Moscú. Se espera que Modi viaje a China este fin de semana, donde se reunirá con el presidente Xi Jinping y con el presidente Vladimir Putin, de Rusia.
Este artículo se basa en entrevistas con más de una decena de personas en Washington y Nueva Delhi, la mayoría de las cuales hablaron bajo condición de anonimato para discutir una relación que tiene implicaciones de largo alcance para ambas partes, con Trump que erosiona una relación estratégica e India aliena a su mayor socio comercial mientras intenta mantener a flote su economía.
Apenas unas semanas después de la llamada telefónica de junio, y con las conversaciones comerciales prolongándose, Trump sorprendió a India al anunciar que las importaciones procedentes del país estarían sujetas a un arancel del 25 por ciento. Y el miércoles, abofeteó a India con un arancel adicional del 25 por ciento por comprar petróleo ruso, lo cual suma un aplastante 50 por ciento.
Modi, quien una vez llamó a Trump “un verdadero amigo”, se había distanciado oficialmente. Tras decirle a Modi que viajaría a India a finales de año para la cumbre de la alianza Quad, Trump ya no tiene planes de visitar en otoño, según personas familiarizadas con la agenda del presidente.
En India, Trump se considera ahora, en algunos sectores, una fuente de humillación nacional. La semana pasada, una efigie gigante de Trump desfiló por un festival en el estado de Maharashtra, con carteles en los que se le declaraba traidor. Los golpes de Estados Unidos han sido tan intensos que un funcionario indio los describió como “gundagardi”: acoso o intimidación pura.
Los dos hombres no han hablado desde la llamada telefónica del 17 de junio.
En el fondo, la historia de Trump y Modi trata de dos líderes impetuosos y populistas con grandes egos y tendencias autoritarias, y de la red de lealtades que ayuda a ambos a mantenerse en el poder. Pero también es la historia de un presidente estadounidense con la vista puesta en un Premio Nobel, que se topa de bruces con el inamovible tercer riel de la política india: el conflicto con Pakistán.
Una idea política inviable
Pocos en India esperaban que Modi acabara en esta situación.
Ganó su tercer mandato con la promesa de transformarse a sí mismo y a su país en actores globales. Y aunque Trump era conocido por centrarse más en las relaciones personales y menos en la estrategia geopolítica, los indios pensaban que esa dinámica jugaría a su favor.
Durante el primer mandato de Trump, asistió a la gran concentración “Howdy Modi!” de la diáspora india en Texas. Meses después, el presidente estadounidense visitó el estado natal de Modi, Guyarat, para un acto denominado “¡Namaste Trump!”.
Modi lo saludó con un abrazo en el aeropuerto y luego festejó a Trump con música, bailarines y más de 100.000 asistentes que lo aclamaban.


En el segundo mandato de Trump, los líderes extranjeros han tenido éxito al alimentar su ego con cumplidos y regalos. El primer ministro británico llegó a la Casa Blanca con una carta del rey Carlos. El presidente finlandés estrechó lazos con Trump en el campo de golf. Incluso el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a quien Trump reprendió en público en una ocasión, se presentó en la Casa Blanca y le dio las gracias ante las cámaras.
Pero lo que Trump más desea de Modi es una idea política inviable.
Si se percibiera que Modi ha cedido a la presión estadounidense a favor de un alto al fuego con una nación más débil, las consecuencias internas serían enormes. La identidad de hombre fuerte de Modi depende, en gran medida, de lo duro que sea con Pakistán. Reconocer que Trump tuvo algo que ver, y mucho menos nominarlo para un Nobel por ello, se vería como una rendición. Para Pakistán, que últimamente ha caído en gracia a Trump, la decisión de proponerlo para el premio no se hizo esperar.
Es difícil medir exactamente cuánta influencia tuvo Estados Unidos en la resolución del último brote de violencia entre India y Pakistán. Trump afirma que utilizó el comercio como palanca para conseguir que ambas partes dejaran de luchar. Tras estas insinuaciones y advertencias, dijo, “de repente dijeron: ‘Creo que pararemos’” los combates.
India lo niega.
Washington tiene mucha influencia en ambos bandos, e históricamente los mensajes de los líderes estadounidenses han ayudado a calmar las tensiones. Pero el hecho de que Modi no haya podido encontrar la forma de reconocer, ni siquiera sutilmente, cierto papel de Trump, dado lo que está en juego, demuestra lo explosivo que es el asunto para él. Los analistas afirman que la extrema rigidez de la respuesta india también refleja cómo, en la última década, el poder se ha centralizado cada vez más para proteger a toda costa la imagen de hombre fuerte de Modi.
“La idea de que Modi aceptaría un alto al fuego bajo la presión de Estados Unidos o de que necesitaba o buscaba la mediación no solo va en contra de su personalidad”, dijo Tanvi Madan, investigadora principal de la Brookings Institution. “Va en contra de la práctica diplomática india. Modi vendió sus relaciones con presidentes estadounidenses como una baza —estratégica y políticamente— y ahora la oposición presenta su amistad con Trump como un lastre”.
Tras la llamada de junio con Trump, las autoridades indias emitieron un comunicado en el que afirmaban que Modi había “declarado firmemente que India no acepta ni aceptará nunca la mediación” y que “el presidente Trump escuchó atentamente” y “expresó su apoyo a la lucha de India contra el terrorismo”.
La Casa Blanca no acusó recibo de la llamada, ni Trump publicó nada al respecto en sus cuentas de las redes sociales. Sin embargo, cuatro días después de hablar con Modi, Trump volvió a mencionar el asunto al anunciar un acuerdo de paz entre el Congo y Ruanda.
“No me darán el Premio Nobel de la Paz por esto, no me darán el Premio Nobel de la Paz por detener la guerra entre India y Pakistán”, publicó Trump. “No, no conseguiré un Premio Nobel de la Paz haga lo que haga”.
‘No se trata solo de Rusia’
Trump afirma que los aranceles a India son un castigo por comprar petróleo ruso y por la naturaleza proteccionista del mercado indio, una vieja queja de Trump y de otros presidentes estadounidenses.
La Casa Blanca insiste en que los dos hombres mantienen “una relación respetuosa” y “permanecen en estrecha comunicación”, dijo en un comunicado Anna Kelly, vocera de la Casa Blanca.
“El presidente Trump consiguió pacificar el conflicto entre India y Pakistán”, dijo, con lo cual repitió la afirmación que India había negado rotundamente.
Sin embargo, para muchos funcionarios y observadores, las colosales sanciones impuestas a India en particular parecen un castigo por no alinearse, más que cualquier tipo de esfuerzo cohesionado para reducir el déficit comercial o cortar la financiación de la guerra de Putin. Señalan que a China, el mayor importador de crudo ruso, no se le ha castigado.
“Si se tratara de un verdadero cambio de política para intentar presionar a Rusia, Trump podría haber apoyado una legislación que impusiera sanciones secundarias a los países que compran hidrocarburos rusos”, dijo Richard Rossow, catedrático sobre India del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “El hecho de que se hayan centrado exclusivamente en India indica que no se trata solo de Rusia”, añadió.
India se encuentra ahora sola con Brasil, dirigido por un presidente que se ha enemistado directamente con Trump, en recibir la imposición de aranceles del 50 por ciento, más altos que los de cualquier otro país. (Pakistán se quedó con un 19 por ciento).
Otro punto de tensión ha sido el poder de los sentimientos antiinmigración dentro de la base de Trump. Los funcionarios indios creyeron desde el principio que podrían encontrar un terreno común con el movimiento de derecha estadounidense, pero se vieron sorprendidos por la división entre los partidarios de Trump en torno a los visados H-1B, ya que gran parte de la atención se dirigió a los indios, quienes constituyen el mayor número de titulares de dichas visas.
Los estudiantes indios también representan uno de cada cuatro estudiantes extranjeros en Estados Unidos, por lo que la ofensiva de Trump contra los visados de estudiante tomó al país por sorpresa.
Stephen Miller, uno de los principales asesores de Trump, se ha quejado repetidamente al presidente del elevado número de inmigrantes indocumentados procedentes de India, que se encuentran entre quienes han sido detenidos y deportados en el marco de las medidas enérgicas de Trump contra la migración ilegal. El método y el momento de algunas de esas deportaciones causaron dolores de cabeza a Modi y dejaron claro que Trump no se mostraría sensible a las realidades políticas a las que se enfrentaba el dirigente indio.
Aviones llenos de deportados con grilletes y esposas llegaron a India en febrero, lo que causó un alboroto justo cuando Modi partía para un viaje a Washington.
Pero en una amistosa conferencia de prensa durante la visita de ese mes, hubo indicios de que las dos partes aún podían encontrar una forma de avanzar, ya que India comparía miles de millones de dólares más de petróleo y gas estadounidenses, para aplacar la queja de Trump sobre el balance financiero.
“Podemos compensar la diferencia muy fácilmente con el déficit”, dijo Trump, con Modi a su lado.
‘¿Me creen a mí o a Trump?’
Entonces, en mayo, estallaron entre India y Pakistán algunos de los peores combates de las últimas décadas.
El conflicto comenzó tras la muerte de 26 personas en un atentado terrorista en la parte india de Cachemira, región disputada entre ambas naciones, mientras el vicepresidente JD Vance y su familia se encontraban de visita en India. Trump llamó a Modi para expresarle sus condolencias.
Mientras se recrudecían los enfrentamientos, con ambos bandos disparando drones y misiles durante cuatro días, el gobierno de Trump intervino para prestar su apoyo a una solución diplomática, y el vicepresidente y el secretario de Estado hicieron llamadas a ambos bandos.
A primera hora de la tarde del cuarto día de enfrentamientos, se convocó a los periodistas a una conferencia de prensa en Nueva Delhi con rumores de que ambas partes habían acordado un alto al fuego condicional. Pero justo antes de que el secretario de Asuntos Exteriores indio, Vikram Misri, subiera al estrado para hacer el anuncio, Trump le eclipsó al mostrar un anuncio de “CESE AL FUEGO TOTAL E INMEDIATO” en Truth Social.
Minutos después, Marco Rubio, secretario de Estado, anunció que India y Pakistán habían acordado “iniciar conversaciones sobre un amplio conjunto de cuestiones en un lugar neutral”.
Esa declaración, en particular, irritó a los indios, porque la política de India durante décadas ha sido que la cuestión de Pakistán —especialmente en relación con Cachemira— corresponde unicamente a los dos países, sin mediación de terceros.
La conmoción y la rabia eran evidentes en los rostros de los funcionarios indios presentes en la sala. Misri se levantó y leyó su declaración, sin mencionar ningún papel externo ni la afirmación de Trump, y se marchó. Cuando los periodistas se arremolinaron en torno a otros funcionarios y les preguntaron por la declaración de Trump, un funcionario replicó: “¿Me creen a mí o a Trump?”.
Una invitación rechazada a Washington
Cuando Trump y Modi se pusieron al teléfono en junio, podría haber existido la oportunidad de reparar los lazos y volver a centrarse en las negociaciones comerciales en curso.
Pero no fue así.
La llamada, que duró 35 minutos, tuvo lugar mientras Trump volaba de regreso a Washington en el Air Force One, tras salir antes de tiempo de la reunión del Grupo de los 7 países industrializados en Canadá, a la que también asistió Modi.
Modi declinó una invitación de Trump para pasar por Washington antes de volar a casa. Sus funcionarios se escandalizaron de que Trump tratara de forzar a su líder a un apretón de manos con el jefe del ejército de Pakistán, quien también había sido invitado a almorzar en la Casa Blanca casi al mismo tiempo. Fue otra clara señal, dijo un alto funcionario indio, de que a Trump le importaba poco la complejidad de su asunto o las sensibilidades y la historia que lo rodean.
Más tarde, se habló de intentar concertar otra llamada para ultimar un acuerdo comercial parcial. Pero, al erosionarse la confianza entre ambos líderes, los indios recelaban de poner a Modi al teléfono con Trump. Los funcionarios indios estaban nerviosos ante la posibilidad de que Trump publicara lo que quisiera en Truth Social, independientemente de los acuerdos a los que se llegara en la llamada, dijo un alto funcionario indio.
Trump, frustrado por las negociaciones arancelarias, intentó contactar a Modi varias veces, según dos personas informadas de las conversaciones que hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizadas a hablar de ellas públicamente.
Modi no respondió a esas peticiones, dijeron.
Kelly, la portavoz de la Casa Blanca, negó que Trump hubiera intentado ponerse en contacto con él.
En la recta final antes de que el arancel adicional del 25 por ciento entrara en vigor el miércoles, Trump anunció que iba a nombrar a Sergio Gor, un estrecho asesor, embajador en India, con el cargo adicional de enviado especial para la región. (Los funcionarios indios estaban indecisos sobre cómo interpretar el nombramiento: Gor era cercano a Trump, sí, pero les ofendía que la designación de enviado “regional” metiera a India en el mismo saco que Pakistán).
En las horas previas al fin del plazo, funcionarios de Estados Unidos e India celebraron una reunión virtual, en la que debatieron una serie de cuestiones, desde el comercio hasta la cooperación en materia de defensa.
Pero no solo han entrado en vigor los aranceles adicionales anunciados, sino que los asesores de Trump han seguido arremetiendo contra India. Uno calificó de “arrogante” el enfoque indio de las negociaciones comerciales y otro llegó a calificar el conflicto de Ucrania de “la guerra de Modi”.
Ahora, al menos en público, parece que Modi ha dejado atrás las conversaciones sobre negociaciones comerciales. En su lugar, habla de “autosuficiencia” y reaviva su campaña “Fabrica en India”, que tiene una década de antigüedad, mientras continúa dirigiéndose a su base local.
Y durante el viaje de este fin de semana a China —el primero de Modi en siete años—, se espera que tenga un público receptivo para estrechar y ampliar los lazos con Pekín y Moscú.