Todo tendría más sentido si realmente bebiera. Según todos los indicios, el presidente Donald Trump no toma ni un trago. Así que cuando su propia jefa de gabinete dijo que tiene “la personalidad de un alcohólico”, se refería más a su carácter exagerado que a su consumo.

Sin embargo, en cierto modo, puede ser una descripción adecuada para un presidente que parece aún menos inhibido que de costumbre, de una forma que tiene a muchos dentro y fuera de Washington sacudiendo la cabeza o incluso preguntándose si el líder del mundo libre ha perdido la suya. La palabra susurrada a menudo por los republicanos y gritada por los demócratas y los miembros del movimiento Never Trump es “desquiciado”.

Una cosa fue cuando Trump llamó “cerdita” a una periodista. O cuando amenazó casualmente con castigar con pena de muerte a media decena de congresistas por exponer con precisión las leyes de la guerra. O cuando tachó a todos los inmigrantes somalíes de “basura”. O cuando declaró que atreverse a cuestionar su nivel de energía física a los 79 años era “sedicioso, quizá incluso traicionero”. Pero cuando Trump atacó con displicencia al icono de Hollywood Rob Reiner apenas unas horas después de que se encontrara su cuerpo en una espeluznante escena de asesinato, provoco repulsión incluso en algunos de sus propios aliados políticos.

Después de esa increíble declaración, esta semana añadió una serie de placas debajo de los retratos de expresidentes en la pared de la Columnata de la Casa Blanca que mancillaban descaradamente a algunos de sus predecesores. En efecto, grabó en bronce algunas de las caricaturescas obras juveniles que ha publicado en las redes sociales y las atornilló al edificio propiedad de los contribuyentes donde vivieron dos Roosevelt, John F. Kennedy y Ronald Reagan.

“Ha perdido la cabeza”, escribió en las redes sociales el senador Chris Murphy, demócrata por Connecticut, después de que el presidente arremetiera contra Reiner. Después de ver fotos de las nuevas placas de la Casa Blanca, Murphy añadió: “Es una persona tan triste y dañada”.

Trump denostó al icono de Hollywood Rob Reiner, apenas unas horas después de que se hiciera pública la noticia de su muerte
Trump denostó al icono de Hollywood Rob Reiner, apenas unas horas después de que se hiciera pública la noticia de su muerte

El representante Don Bacon, republicano por Nebraska, se mostró igualmente horrorizado por el ataque a Reiner. “Esperaría oír algo así de un borracho en un bar, no del presidente de Estados Unidos”, dijo a la CNN. “¿Puede el presidente ser presidencial?”.

¿Puede serlo? ¿Realmente quiere serlo? Lleva mucho tiempo burlándose de la idea misma de actuar como presidente. A sus críticos no les tranquilizó su discurso televisado a la nación, en horario de máxima audiencia, el miércoles por la noche, que distorsionaba los hechos y era marcadamente partidista. En él, parecía intentar hacer creer con gritos a los estadounidenses que el país va mejor de lo que las encuestas indican.

La Casa Blanca rechazó las críticas. “El presidente Trump dice la verdad y las cosas como las ve”, dijo Steven Cheung, director de comunicación, en un correo electrónico. “El hecho es que el presidente Trump es el mejor presidente de la historia de nuestro país, mientras que el dormilón Joe Biden pasará a la historia como el peor”.

La arenga, la rabia y los insultos, por supuesto, han formado parte de la enorme personalidad de Trump durante mucho tiempo y son un elemento de su atractivo para sus partidarios, a quienes les resulta vigorizante y auténtica en un mundo de políticos que se limitan a leer los temas de conversación. Les encanta su estilo de liderazgo sacado de la lucha libre profesional. Dice las cosas como son. No tiene miedo de discutir. Derriba a las élites y a los liberales “woke”.

Es una presidencia que celebra la maldad y el rencor, no la empatía ni la elegancia, lo cual es un reflejo, quizá, de una época más grosera de la vida estadounidense. No basta con deportar a los migrantes que se encuentran ilegalmente en el país; Trump y su gobierno se empeñan en publicar videos y fotografías degradantes en los que son detenidos o encarcelados. Ha difundido imágenes generadas por inteligencia artificial del expresidente Barack Obama siendo detenido y de sí mismo como piloto militar bombardeando con excrementos a manifestantes que se le oponen. Ataca a las reporteras por su aspecto.

“Lo que hace grandioso a Trump es que dice verdades que otros temen decir”, escribió Eric Metaxas, autor y comentarista conservador, sobre las nuevas placas de la Casa Blanca en las que se ridiculiza a Obama y al expresidente Joe Biden. “Cada palabra de estas placas es cierta. Lo que es impactante y refrescante es que las haya puesto a la vista de todos”.

La comparación de Bacon con un “borracho en un bar” se produjo incluso antes de que Vanity Fair publicara una serie de entrevistas extraordinarias por la ausencia de reparos con Susie Wiles, jefa de gabinete de la Casa Blanca, quien, entre otras cosas, ofreció la analogía de la “personalidad de un alcohólico”.

No lo dijo como una crítica, sino como una forma de entender el comportamiento imprevisible, desenfrenado y de búsqueda de atención del presidente. Lo comparó con su padre, Pat Summerall, jugador de fútbol americano y presentador deportivo, quien era un padre ausente y un alcohólico.

“Los alcohólicos de alto funcionamiento, o los alcohólicos en general, sus personalidades son exageradas cuando beben”, dijo. “Y por eso soy un poco experta en personalidades grandes”. La “personalidad de un alcohólico” de Trump, dijo, significa que actúa con “la idea de que no hay nada que no pueda hacer. Nada, cero, nada”.

La jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, dijo que al decir que Trump tenía la “personalidad de un alcohólico”, se refería a que tiene “la idea de que no hay nada que no pueda hacer”
La jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, dijo que al decir que Trump tenía la “personalidad de un alcohólico”, se refería a que tiene “la idea de que no hay nada que no pueda hacer”

Trump no se ofendió por la descripción. De hecho, la aceptó. “Lo he dicho muchas veces sobre mí mismo”, declaró al New York Post. “Tengo suerte de no ser bebedor. Si lo fuera, podría muy bien, porque he dicho eso —¿cuál es la palabra? No posesiva—, personalidad de tipo posesiva y adictiva. Ah, lo he dicho antes muchas, muchas veces”.

El hermano mayor de Trump, Fred Trump Jr., era alcohólico y murió en 1981 a los 43 años, una tragedia que afectó profundamente al futuro presidente. A menudo ha atribuido su aversión a la bebida al declive de su hermano. Y lo ha utilizado como una de las únicas autocríticas que suele manifestar. “¿Te imaginas si yo hubiera” sido bebedor, preguntó en un momento de 2018. “Qué desastre sería. Sería el peor del mundo”.

Pero en las últimas semanas, Trump ha negado rotundamente cualquier problema cognitivo, y ha afirmado que se sometió a tres exámenes que medían su agudeza mental, incluido uno reciente. “ME LUCÍ en los tres ante un gran número de médicos y expertos, a la mayoría de los cuales no conozco”, escribió en internet. “Me han dicho que pocas personas han sido capaces de ‘lucirse’ en este Examen”.

El alcoholismo es una enfermedad, por supuesto. También lo es el narcisismo, que Trump ha admitido en el pasado. “El narcisismo puede ser una cualidad útil si estás intentando empezar un negocio”, escribió en uno de sus libros. “Un narcisista no escucha a los detractores”.

Los detractores le dirían que los presidentes no suelen poner su nombre a las cosas como lo hace un promotor inmobiliario, pero él no lo oiría. Últimamente a Trump le ha dado por poner nombres. El jueves, la Casa Blanca anunció que el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas pasaría a llamarse Centro Trump-Kennedy.

El gobierno de Trump acaba de cambiar el nombre del Instituto de la Paz por el de Instituto de la Paz Donald Trump. Anunció que el cumpleaños de Trump, que coincide con el Día de la Bandera, sería un día festivo de entrada gratuita en los parques nacionales el año que viene, al tiempo que pondría fin a la entrada gratuita para el Día de Martin Luther King Jr. Los pases anuales de los parques en 2026 llevarán la imagen de Trump junto a la de George Washington. Lo mismo ocurrirá con las monedas conmemorativas de Trump que el Departamento del Tesoro está estudiando para el 250.º aniversario de la Declaración de Independencia del año próximo.

Las nuevas cuentas federales de inversión para niños creadas este año fueron designadas “cuentas Trump”. En su discurso del miércoles por la noche, Trump promocionó un nuevo sitio web gubernamental llamado TrumpRx para ayudar a los estadounidenses a obtener medicamentos que se venden con receta a precios más bajos. Pocos dudan que Trump ponga su nombre al gigantesco salón de baile de la Casa Blanca que está construyendo. Incluso ha sugerido que los Washington Commanders pongan su nombre a su nuevo estadio.

El jueves, la Casa Blanca anunció que el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas pasaría a llamarse Centro Trump-Kennedy
El jueves, la Casa Blanca anunció que el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas pasaría a llamarse Centro Trump-Kennedy

Ningún otro presidente ha hecho eso mientras estaba en el cargo. Kennedy ya había muerto cuando le pusieron su nombre al centro de artes. También lo estaban Washington, Thomas Jefferson y Abraham Lincoln cuando se les construyeron monumentos en la capital del país. Ronald Reagan llevaba casi una década fuera del poder cuando el Congreso y el presidente Bill Clinton pusieron su nombre al Aeropuerto Nacional de Washington.

El sentido que Trump tiene de sí mismo como centro del universo quedó más que claro con su ataque a Reiner. Los asesinatos del famoso director y de su esposa, Michele Singer Reiner, no tuvieron nada que ver con la política, según las autoridades. Pero Trump decidió hacer que se tratara de él mismo con una extraña publicación en las redes sociales en la que sugería que sus muertes se debían “al parecer, a la ira” contra Reiner, un liberal declarado, por “su afección masiva, inflexible e incurable de una enfermedad que paraliza la mente conocida como SÍNDROME DE ENAJENACIÓN DE TRUMP”.

Incluso después de que el hijo de los Reiner, Nick Reiner, fuera detenido en relación con el ataque, Trump redobló la apuesta, y le dijo a los periodistas: “Bueno, yo no era fan suyo en absoluto. Era un trastornado”, y añadió: “Yo pensaba que era muy malo para nuestro país”.

No hace tanto tiempo que Trump y sus aliados atacaban a los liberales que hacían comentarios insensibles o poco compasivos sobre el influente de derecha Charlie Kirk tras su asesinato, y los acusaban de vitorear su muerte.

“Si celebras la muerte de Charlie Kirk, no deberías estar protegido de ser despedido por ser una persona repugnante”, dijo entonces el vicepresidente JD Vance. Más de 600 estadounidenses fueron finalmente despedidos, suspendidos o castigados de alguna otra forma por comentarios que se consideró que celebraban o trivializaban el asesinato de Kirk o incluso simplemente criticaban su política, según una investigación de Reuters.

Uno de los que no aplaudieron ni se tomaron a la ligera la muerte de Kirk fue Reiner, quien acudió al programa de Piers Morgan en aquel momento para calificarlo de “horror absoluto” y dijo: “No me importan cuáles sean tus creencias políticas; eso no es aceptable”.

Puede que no le sorprendiera que Trump no siguiese ese ejemplo.