Al crecer en el Medio Oeste de Estados Unidos, Zach Everett veía las apuestas como poco más que una diversión. Jugaba al póquer con sus amigos e iba al hipódromo con su padre. No fue sino hasta 2019, justo después de mudarse a Denver, cuando empezaron los problemas.
Ese año, Colorado votó a favor de legalizar las apuestas deportivas. El sueldo de su trabajo no alcanzaba para cubrir el alquiler. Tal vez, pensó, podría conseguir la diferencia si apostaba en deportes por internet.
Empezó con deportes y equipos que conocía bien —en especial su equipo favorito de baloncesto, los Timberwolves de Minnesota—, pero para 2021 ya apostaba a todo lo que podía, y llegó a ganar 55.000 dólares en un torneo de golf, para luego perderlo todo en los dos días siguientes. “Ni siquiera sabía que eso era posible”, dijo. En lugar de detenerse, hizo más apuestas que no podía cubrir y pidió préstamos a amigos y familiares que, sin saberlo, alimentaban su adicción.
Everett no tardó en darse cuenta de que tenía un problema. Pero cuando acudía a grupos de apoyo, casi nunca veía a alguien como él. A menudo, los ludópatas eran mucho mayores y hablaban de jugar al blackjack y al póquer en Las Vegas. ¿Cómo podría explicarles la tentación de tener una casa de apuestas deportivas en el teléfono, justo en el bolsillo trasero?
“Esa gente son jugadores de casino que llevan 10 años limpios”, dijo Everett, de 31 años. “Ni siquiera saben qué es una cuenta de DraftKings”.
Desde 2018, cuando la Corte Suprema anuló una ley que prohibía las apuestas deportivas en la mayoría de los estados, ese tipo de juego de azar se ha convertido en una industria multimillonaria de alta tecnología, pero los espacios de apoyo y tratamiento siguen siendo prácticamente los mismos. Los expertos afirman que no tantas personas llaman a las líneas gratuitas de ayuda, y son menos las que acuden a terapia o logran pasar por los programas de recuperación.
Terapeutas, investigadores y jugadores de apuestas en recuperación han empezado a preguntarse si ha llegado el momento de considerar enfoques distintos para abordar los problemas específicos de los juegos de azar en internet.
Representantes de la industria de las apuestas aseguran que están comprometidos a ayudar a los jugadores con problemas. Las empresas gastan millones de dólares para promover las apuestas responsables, y la mayor parte de los fondos estatales destinados a la recuperación de adicciones proceden de los impuestos sobre los juegos de azar.
“Crear jugadores con problemas no es una oportunidad sostenible ni duradera para esta industria”, dijo Joe Maloney, portavoz de la Asociación Estadounidense de Juegos de Azar.
Pero los expertos afirman que los jugadores con problemas son cada vez más jóvenes. Jugadores Anónimos ha visto un aumento de participantes jóvenes, según un portavoz de la organización. En Pensilvania, donde los ingresos de los juegos de azar estuvieron entre los más altos del país el año pasado, dos tercios de las personas que piden al estado que les prohíba jugar tienen menos de 44 años.
En particular, muchos hombres jóvenes siguen teniendo dificultades para encontrar personas que comprendan los retos específicos que plantean las aplicaciones de apuestas deportivas, dijo Cait Huble, vocera del Consejo Nacional sobre Problemas con los Juegos de Azar.
“Entran en estas salas de JA como diciendo: ‘No me veo reflejado aquí’”, dijo, refiriéndose a Jugadores Anónimos.
Sam Demello, un jugador compulsivo en recuperación de 38 años, describió las líneas de ayuda como 1-800-GAMBLER como “la solución más analógica a un problema digital”. Cree que a menudo ocurre lo mismo con Jugadores Anónimos. “Si mis dos opciones son sentarme en el sótano polvoriento de una iglesia con un grupo de viejos durante una hora todos los días por el resto de mi vida, o seguir siendo adicto y ocultarlo a mis amigos y familiares, prefiero seguir siendo adicto”, dijo.
Algunas personas están experimentando con nuevos enfoques. El año pasado, Demello lanzó una plataforma digital de apoyo llamada Evive para ofrecer opciones de tratamiento y conexión. Otra empresa, Birches Health, se especializa en los jóvenes y los juegos de azar en línea.
“Hace una década, Birches Health probablemente no habría existido”, dijo Elliott Rapaport, fundador de la empresa.
En Colorado, Everett probó todo tipo de métodos para mantenerse sobrio. Participó en programas de internación, de atención ambulatoria y en todos los grupos de apoyo que pudo encontrar. Pero siempre encontraba el camino de vuelta a las aplicaciones de apuestas.
Así que recayó. Luego volvió a recaer, incapaz de encontrar una solución que funcionara.
Una nueva generación de ludópatas
Los juegos de azar son la única adicción conductual reconocida por el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que no implica una dependencia química. Pero definirla no es sencillo.
Un indicio común de un problema es la dificultad financiera, dicen los expertos. Algunos terapeutas sostienen que la conducta es un indicador aún más preciso. Mentir a los seres queridos es una señal clásica, dijo Mike Sciandra, director ejecutivo del Consejo de Nebraska sobre Problemas con los Juegos de Azar, quien se está recuperando de su propia adicción a las apuestas.
Aún más revelador, dijo, es cuando los ludópatas empiezan a sobrepasar sus propios límites financieros (endeudarse, retirar dinero de un fondo universitario) o de tiempo (apostar durante la cena o a las 3 a. m.).
Las aplicaciones facilitaban a Everett apostar cada vez que sentía el impulso. Se quedaba hasta tarde apostando en deportes que apenas conocía, como el tenis de mesa ruso y los deportes electrónicos. Su esposa no estaba al tanto.
Muchos días, “estuve durmiendo dos o tres horas por noche, como máximo, durante un año”, dijo.
Los juegos de azar se han vuelto más accesibles, pero su aspecto también ha cambiado. Las aplicaciones ofrecen las llamadas prop bets, o apuestas de proposición, que permiten apostar por una jugada específica o por una estadística individual de un jugador. Los expertos afirman que, al adoptar la estética y el estilo de los videojuegos, estas aplicaciones resultan especialmente atractivas para los hombres jóvenes.
“Son dos cosas completamente distintas el aspecto que tienen los juegos de azar de hoy y el que tenían hace apenas 10 años”, dijo Sciandra.
Cuando Everett dejó de apostar durante seis meses en 2023, una aplicación le ofrecía cada semana un crédito llamado fantasy free play. Si ganaba, ese crédito se convertía en dinero real; si perdía, no debía nada. Un día decidió apostar 5 dólares a un equipo de baloncesto de fantasía que él había creado.
“Pero luego lo hice al día siguiente, y se convirtió en ‘solo pondré 5 dólares por la noche’”, dijo. “Y luego se convirtió en ‘bueno, pondré 20’. Es una progresión lenta que se acelera muy rápido”.
La búsqueda de ayuda
Para 2024, Everett tenía 29 años y no tenía auto ni trabajo. Su esposa lo había echado de casa y asistía a tres o cuatro reuniones de Jugadores Anónimos a la semana, a menudo de forma virtual. Pero nada funcionaba del todo.
Hasta que, a finales del año pasado, alguien le sugirió probar una nueva reunión semanal, afiliada a Jugadores Anónimos, en las afueras de Denver. El grupo, fundado por un exluchador de artes marciales mixtas, era conocido como Jugadores Anónimos para Jóvenes. Era un grupo diferente en un aspecto clave: se dirigía principalmente a personas cuyos problemas provenían de las aplicaciones de apuestas deportivas en línea.
En apariencia, seguía los mismos 12 pasos, los mismos libros. Incluso se reunía en una iglesia. Pero para Everett se sentía distinto. No se trataba solo de que los demás entendieran la jerga (aunque sí la entendían). O que también hubieran tocado fondo (aunque lo habían hecho). Era que se vestían y hablaban como él. Se reían más. La mayoría se había metido a las apuestas después de 2018 y había tocado fondo apenas el año anterior.
Jamie Glick, presidente de la Coalición contra el Juego Problemático de Colorado, una organización sin fines de lucro que conecta a los ludópatas con el tratamiento, afirma que verse reflejado en las personas que te rodean es un elemento crucial para una recuperación eficaz, y uno que suele faltar tanto en la terapia como en los grupos de apoyo.
“Esta adicción ocurre en aislamiento”, dijo Glick. “Las cosas cambian cuando las personas encuentran una comunidad”.
En las reuniones, dijo Everett, fue más honesto que nunca. Les contó cómo había robado a su padre y a su novia. Cómo una vez le dijo a una tía que estaba reuniendo dinero para un regalo de cumpleaños y luego lo apostó todo. Cómo asustó a su esposa.
Actualmente, en cada reunión hay decenas de personas. Pero el apoyo va más allá. Everett juega al baloncesto los fines de semana con Ben A. y Matt F., otros dos miembros del grupo que pidieron ser identificados solo por su nombre por temor a afectar su reputación. Otros juegan al pickleball o al golf. Y se escriben muchos mensajes de texto.
“Nuestro alquiler subió 900 dólares al mes; he vuelto a tener ataques de pánico”, escribió Everett un día de septiembre y añadió: “Pero me mantengo limpio”.
“Mantente fuerte”, respondió Matt. “Estás en la mejor situación de tu vida. Sigamos así. Te llamo más tarde”.
Everett lleva 18 meses sobrio, contó, y aún no confía en sí mismo para tener una tarjeta de crédito. La mayoría de los ludópatas en recuperación recaen. Pero esta vez, él se siente más seguro de poder mantenerse sobrio.
A principios de verano, Everett se reunió con Ben y Matt en un campo de práctica de golf. Se rieron, golpearon pelotas de golf, se burlaron el uno del otro y tomaron un par de cervezas. Al cabo de un rato, Matt sacó un teléfono para ver las finales de la Conferencia Oeste de la NBA. Los Oklahoma City Thunder estaban aplastando a los Timberwolves, el equipo favorito de Everett.
“¡Esto es muy malo!”, gimió Everett.
Matt estuvo de acuerdo y dijo, mirando el marcador, “22 puntos”.
Everett suspiró. “En otros tiempos”, dijo, “habría apostado muchísimo dinero en este partido”.
Luego los dos perdieron el interés, apagaron el juego y se marcharon. No había margen de apuesta que cubrir ni dinero que ganar en el último cuarto. Solo eran unos amigos que pasaban el rato y miraban un partido.