Bajo un cielo nublado, remando en aguas agitadas, Adrián Simancas y su padre navegaban en balsas inflables a solo unos metros el uno del otro cuando algo enorme se abalanzó desde las olas de abajo, con la boca abierta
Una ballena jorobada pareció engullir a Simancas, y luego se adentró en las aguas de la Patagonia chilena.
Momentos después, Simancas volvió a subir a la superficie, seguido por su embarcación del tamaño de un kayak. La curva oscura del lomo de la ballena emergió brevemente tras ellos, empequeñeciendo al hombre, y luego el animal se sumergió hasta perderse de vista.
El padre de Simancas lo registró todo en video.
“Sentí que algo me chocaba por detrás y cuando alcancé a voltear: siento que aparte de que me choca me encierra un poco algo de color azul oscuro o blanco y que me roza la cara una textura babosa”, dijo Simancas en una entrevista el jueves por la noche. “En eso termina de cerrarse y me hunde. Yo cerré los ojos como esperando un impacto pero más que un golpe sentí como que quedaba rodeado de agua sumergido. Ahí entendí que estaba dentro de la boca de algo y que me había comido”.
Dijo que al cabo de un segundo, más o menos, “empecé a sentir que me elevaba el chaleco salvavidas y fueron dos segundos en que me llevó hacia arriba”. Estaba afuera de nuevo.
Simancas, de 23 años, y su padre, Dell, habían estado navegando con embarcaciones conocidas como packrafts —subrayaron que utilizaban embarcaciones hinchables portátiles y no kayaks— cerca del faro de San Isidro y de Bahía El Águila, una zona de acampar de la Patagonia,.
Dell Simancas, de 49 años, dijo que él y su hijo, estudiante de ingeniería informática, realizaban muchas actividades al aire libre juntos, y que habían planeado su viaje con meses de antelación. El par, que vive en Chile, emprendió por fin su viaje de cuatro días de senderismo y rafting el pasado fin de semana, dirigiéndose a través del estrecho de Magallanes hacia una isla cercana al cabo Froward.
“Enciendo la cámara para grabar el oleaje y cuando empieza a grabar escucho un sonido muy fuerte detrás de mí como una ola grande que revienta”, recordó Dell Simancas. “Cuando volteo no veo a Adrián ni veo al bote como por un segundo, empiezo a buscarlo y no lo veo. Después veo que emerge de repente y después sale de una parte del cuerpo de un animal grande”.
Dijo que sintió una punzada de miedo en cuanto su hijo desapareció, y que su experiencia como anestesista le ayudó a mantener la compostura en los momentos siguientes. “Tranquilo, tranquilo”, se le oye decir luego de que su hijo saliera a la superficie.
“En el momento no sabía que era una ballena. Pude mantener la calma también por sus consejos”, dijo Adrián Simancas en referencia a la reacción de su padre. “Había un grupo de ballenas, realmente no era una sola, pero más allá de haber sentido curiosidad por nosotros, no se quiso acercar”.
Tales encuentros entre ballenas y humanos son extraordinariamente raros, dicen los científicos, y aunque Simancas dijo a The Associated Press que se lo habían “tragado”, las ballenas jorobadas son filtradoras con gargantas demasiado estrechas para tragarse a una persona.
“Lo que veo en el video me sugiere que el kayakista estaba justo en el camino de una ballena que se alimentaba en la superficie”, dijo Jooke Robbins, directora del Programa de Estudios de Ballenas Jorobadas del Centro de Estudios Costeros, en Massachusetts. “Mi suposición es que la ballena estaba tan sorprendida” como el hombre en la balsa, añadió.
A pesar de lo improbable de la experiencia de Simancas, no es la primera persona que ha terminado en la boca de una jorobada o cerca de ella en los últimos años. En 2021, un pescador de langostas que buceaba frente a la costa de Massachusetts quedó atrapado en la boca de una jorobada y fue liberado a la superficie, con magulladuras.
El año pasado, una jorobada juvenil de nueve metros de largo volcó una lancha a motor de siete metros frente a la costa de Nuevo Hampshire, arrojando a dos hombres al agua. Y en 2020, una ballena jorobada frente a la costa central de California elevó un kayak unos dos metros por los aires, junto con las dos mujeres que iban en su interior.
A partir del breve video de Chile, “es difícil saber qué ocurrió”, dijo Dianna Schulte, cofundadora y directora de investigación de la Sociedad Océano Azul para la Conservación del Mar de Portsmouth, Nuevo Hampshire.
“Las ballenas jorobadas suelen alimentarse de la forma que se ve en el video, embistiendo a la superficie con la boca abierta para capturar presas concentradas”, escribió en un correo electrónico. “Es probable que no supiera que el kayakista estaba encima de ella, sobre todo dadas las condiciones de nubosidad y la supuesta concentración de las presas”.
Añadió que las ballenas jorobadas, que carecen de biosonar o ecolocalización, dependen principalmente de su oído, y las embarcaciones pequeñas y sin motor emiten muy poco sonido, “lo que de nuevo lleva al punto de que la ballena no sabía que estaba allí”.
Schulte dijo que, con el aumento de la presencia de cámaras, era difícil saber si los encuentros con ballenas eran más frecuentes o si simplemente llamaban más la atención. En su opinión, dijo, “estas interacciones se están produciendo con más frecuencia porque las ballenas parecen estar desplazando sus hábitats de alimentación más cerca de la costa en algunas zonas, donde es más probable que se produzcan interacciones entre ballenas y humanos”.
Adrián Simancas, quien nunca había visto una ballena antes del pasado fin de semana, dijo que no albergaba resentimientos. “Si se vuelve a dar, ojalá no sea tan de cerca”, dijo.