Cd. de México.- El Almirante Juan José Padilla Olmos, director del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), tiene una imagen clara de lo que recibió y de lo que pretende dejar.

"Es como yo, a mis 66 años, que no había ido al médico en cinco. Fui porque me dolía la cabeza y me dijeron: tiene el colesterol alto, el antígeno prostático elevado, las venas saturadas. Eso es lo que está pasando en este aeropuerto", ejemplifica.

El encargado de la terminal aérea más importante del País asegura que lo que hoy viven los pasajeros entre andamios, pasillos reducidos, baños cerrados y rutas improvisadas no es un maquillaje de cara al Mundial de 2026, sino una intervención profunda sobre un aeropuerto que, dice, fue abandonado en muchos aspectos durante años.

"No es un asunto de pintar el aeropuerto, estamos yendo mucho más allá que una simple pintada y cambiada de baños", insiste.

"No podemos presentarle a México al mundo con un aeropuerto que huele mal, mal pintado, con una presentación que no es digna de una terminal que mueve 46 millones de pasajeros al año", dice a REFORMA.

Padilla Olmos, piloto naval de formación, encabeza desde hace poco más de un año el grupo aeroportuario que opera el AICM. Y asume, con todo y críticas, que la apuesta es de "gran calado": rehacer drenajes, corregir errores estructurales, derribar áreas comerciales para abrir espacio a los usuarios, cambiar bandas de equipaje, reorganizar glorietas, estacionamientos y accesos viales, instalar miles de cámaras nuevas y arcos de revisión para carga, y, al mismo tiempo, mantener en operación el principal aeropuerto del País al borde de su capacidad, con miras a soportar la presión del Mundial.

"Ofrecemos disculpas por las molestias, pero si no pasamos por esto, no vamos a llegar a nada", resume.

Un aeropuerto sin planos y con drenajes colapsados

Uno de los golpes de realidad, cuenta el Almirante, fue descubrir que el aeropuerto no contaba con planos arquitectónicos completos ni de drenaje ni de instalaciones eléctricas ni del sistema contraincendio.

La obra avanza literalmente "a la antigüita": levantando pisos y descubriendo sorpresas.

"Abrimos un piso y debajo del piso te encuentras que el drenaje está completamente colapsado, que en vez de que esté una tubería de 14 pulgadas hay una de 8, reducida por sarro, basura, impermeabilizantes", describe.

"Intervenimos un baño y resulta que ese baño afecta a dos o tres más que nada tienen que ver, pero que comparten el drenaje. Nos obliga a replanear y replanear".

En la Terminal 2, añade, encontraron tramos de tubería de fierro fundido que, con los años, se "esponjó" por dentro.

Cañerías pluviales que originalmente eran de seis pulgadas estaban reducidas a una o pulgada y media porque cada impermeabilización sumó una capa nueva sin retirar la anterior, hasta ir tapando las bajadas.

"Tenemos que desazolvar, cambiar tuberías que no estaban en el programa original. Eso ha movido nuestra ruta crítica. A los ojos de ustedes se ve como un relajo, pero sí planeamos; lo que pasa es que la realidad del aeropuerto nos obliga a reprogramar todos los días", advierte.

Las azoteas fueron otro capítulo. Ahí se toparon con kilómetros de tubería en desuso, cientos de equipos de aire acondicionado abandonados y estructuras montadas por comercios que subían sus climas, antenas e instalaciones sin un control central. El resultado: los drenajes de azotea eran insuficientes y cuando llovía fuerte, la superficie se convertía en una alberca y el agua terminaba desbordándose hacia las salas.

"En una terminal llegamos a encontrar hasta dos motocicletas en la azotea", cuenta, todavía sorprendido. No hay una explicación qué hacían ahí.

'Albercas' invisibles y 770 hectáreas desbalanceadas

El diagnóstico también alcanzó la topografía del recinto. El AICM ocupa unas 770 hectáreas; de ellas, 270 son teóricamente "áreas verdes".

En la práctica, dice el Almirante, son montículos de material de relleno acumulado por años, verdaderas "lomas" que ya quedaron por encima de las pistas.

"Esas 270 hectáreas están más altas que las 180 hectáreas de pistas, plataformas y calles de rodaje, en un promedio de 30 o 40 centímetros", explica.

"En vez de que el agua que cae en pistas drene hacia esas áreas verdes, nos pasa exactamente al revés: las áreas elevadas nos regresan el agua".

Para corregirlo, trabajan en lo que internamente llaman "las albercas": bajar el nivel de esas franjas, retirar material contaminado, reconfigurar pendientes y devolverles su función de amortiguadores de escurrimientos.

La meta, reconoce, era terminar en abril, pero cada hallazgo bajo tierra va estirando plazos.

"Estamos comprometidos las 24 horas. Nos cuesta trabajo, sí, pero no es sólo pintar muros", subraya.

"Somos marinos. y no somos improvisados. De las 2 mil 200 gentes que están aquí en el aeropuerto, en el grupo aeroportuario, somos el 1 por ciento marinos", aclara.

"A nosotros nos tocó la oportunidad de estar aquí como Marina, pero no somos improvisados", lanza.

El Almirante recuerda que antes de intervenir el AICM, él y su equipo se dieron a la tarea de tomar cursos de gestión aeroportuaria y diplomados especializados, además de visitar terminales en México y el extranjero.

"Visitamos Cancún, Monterrey, Guadalajara, Mexicali, Tijuana, Veracruz. Fuimos a Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos. Queríamos saber de qué estábamos hablando. Lo que queremos es entregar un mejor aeropuerto que el que recibimos", afirma.

A la obra física se suma la reorganización de la entidad, pues el AICM está en un proceso de fusión de tres instituciones aeroportuarias en una sola estructura que, en los próximos días, deberá atender no sólo a la Capital, sino al resto de la red.

"Eso hace más complejo todo, porque los esfuerzos del personal se van a diversificar hacia otros aeropuertos del interior de la República. Pero la intención es tener una red ordenada, con un solo estándar", explica su equipo.

Baños, robos, bandas y cronómetro de 40 minutos

Si había un símbolo de decadencia visible para los usuarios del AICM, eran los baños.

"La verdad, daba pena presentar lo que teníamos en el aeropuerto", admite.

Presume que se están interviniendo 100 servicios sanitarios y más de 2 mil muebles de baño, pero se topan con otro problema: el robo cotidiano.

"Nos roban de 100 a 150 piezas diarias. Andamos detrás de la red", advierte.

Pese a ello, asegura que en la Terminal 1 ya hay 14 salas completamente remodeladas y que, de las 33 salas de última espera que existen, en cuestión de días serán 24 las ya entregadas con baños nuevos, iluminación renovada, plafones, pisos pulidos, mobiliario y sillas nuevas.

El calendario por puertas prevé entregas escalonadas entre diciembre y abril, incluyendo ambulatorios, vestíbulos de estacionamiento, fachadas y nuevas bandas de equipaje.

En el reclamo de equipaje hay una intervención clave.

El aeropuerto cambiará 28 bandas, priorizando las internacionales, donde se concentra el mayor número de quejas por retrasos.

Y se instaló ya una especie de "reloj de presión" sobre la operación.

"Hay cuatro quejas muy claras: tiempo de entrega de las maletas, el internet, los baños y los taxis", enumera el Almirante.

"En el tema de las maletas ya pusimos un cronómetro en las bandas de 40 minutos: empieza a contar regresivo y cuando llega a cero, la banda debe estar funcionando con las maletas circulando".

Reconoce que hoy las bandas viejas operan sólo al 40 por ciento de su velocidad nominal para evitar que las maletas "salgan volando por todos lados"; las nuevas, promete, serán más rápidas y seguras.

El cambio físico es tan ágil que, dice, quitar y poner una banda les lleva medio día por módulo.

7G, cámaras con inteligencia artificial y control de accesos

Otro de los puntos que han estado en el centro del debate es el anuncio de un internet "7G" en el aeropuerto, que generó burlas en redes por tratarse de una nomenclatura que aún no se usa comercialmente.

Padilla se detiene ahí. "Se burlaron de nosotros porque dijeron: 'el 7G no existe'. Lo que no existe son los aparatos, pero la tecnología sí existe", afirma.

"Dentro de esa compra del internet de alta capacidad vienen las cámaras con inteligencia artificial que vamos a adquirir; esas cámaras tienen muchas capacidades, pero necesitan estar conectadas a un internet constante, permanente y de la más alta capacidad", asegura.

El AICM tiene hoy alrededor de 2 mil 500 cámaras y está en proceso de adquirir 3 mil 800 adicionales.

Las nuevas, explica, podrán detectar patrones de movimiento, identificar cuántas veces ha venido una persona, cuánto tiempo permanece en el aeropuerto y en qué zonas se mueve con mayor frecuencia.

"Va a ser una ayuda importante para la gente que se dedica al asunto de los relojes, al asunto de agarrar a la gente que viene a cambiar divisas, a la gente que se roba las maletas", subraya.

La apuesta tecnológica también incluye tres arcos de revisión y tres equipos ZBV móviles para grandes volúmenes, pensados para revisar camiones que surten de insumos a restaurantes y comercios dentro del aeropuerto.

"Todavía lo hacemos con paletitas y visual. Esos arcos van a permitir que el vehículo pase y se haga una revisión para detectar drogas y explosivos. Ya están adjudicados y tienen que entregarse este año", apunta.

Fauna, halcones y zonas ciegas

Padilla reconoce que hay una "parte trasera" del aeropuerto que el usuario no ve, pero que es sensible en materia de seguridad: franjas colindantes con viviendas de tres pisos cuyas ventanas prácticamente dan a la zona operativa, áreas verdes que atraen fauna y accesos que han sido señalados por autoridades internacionales como vulnerables.

"Todas esas áreas se van a balizar con cámaras, se van a poner más luces", sostiene.

Por norma, todos los aeropuertos deben tener un control de fauna.

En el AICM existen halcones, águilas y cañones de sonido que se accionan, según la programación de los especialistas, en los horarios de mayor presencia de aves.

"Yo no sabía, pero sueltas un halcón o un águila y los animalitos desaparecen. No son acciones letales, son para ahuyentar", cuenta.

A ello se suman vehículos que patrullan para evitar perros, gatos o roedores en zonas de riesgo, además de trampas distribuidas a lo largo del perímetro.

Cualquier interacción con animales, inclusive si se captura un pájaro o un perro, debe documentarse y reportarse formalmente.

Calles de salida rápida y pistas bajo vigilancia

En lo estrictamente aeronáutico, el Almirante subraya que, a diferencia de otras áreas, las pistas sí han recibido mantenimiento continuo en los últimos años.

El año pasado concluyó la intervención mayor en la 05 Derecha y para el año entrante está programada la 05 Izquierda, junto con calles de rodaje para eliminar baches y hierbas en las superficies.

Sin embargo, la verdadera novedad está en tres calles de salida rápida que conectarán con ambas pistas y cuya construcción ya inició.

"Las tres van a terminar antes de marzo del año que viene", asegura.

"Van a apoyar los despegues, las salidas de las aeronaves van a ser más continuas, más rápidas. El tiempo en pista se va a reducir y de la misma manera tenemos que eficientar el asunto de las maletas, porque si salen más rápido de la pista, llegan más rápido a posición y tenemos que despachar equipaje con la misma velocidad".

Para verificar el estado de las superficies, a principios de año se hará un estudio específico en pistas y plataformas, que son las zonas que concentran mayor carga.

Glorietas, Santos Dumont y un nuevo estacionamiento de 'corte estadía'

El rediseño va a extender a la vialidad en torno a la Terminal 2 y al Eje 1 Norte.

En la glorieta principal de salidas de T2, por ejemplo, ya se resolvió un hundimiento que funcionaba como "topesote" y que incluso llegó a dejar un vehículo atorado.

"Esta glorieta se va a reducir (en el acceso de la T2) y se le va a agregar un carril interior. En el acceso que viene de Fuerza Aérea vamos a ampliar un carril de acceso y uno de salida. Y de Economía vamos a generar un libramiento para que quien no venga al aeropuerto no se meta a la glorieta, sino que salga directo", detalla.

Habrá también un nuevo estacionamiento de "corte estadía" de 13 mil 695 metros cuadrados y unos 350 cajones, con una tarifa diseñada para estancias muy cortas.

"La primera y segunda horas son simbólicas prácticamente, para que puedas dejar tu carro ahí. Si te tardas, entonces te van a cobrar más. Es algo tipo fast track", explica.

La administración del aeropuerto ya negocia con el Gobierno de la Ciudad de México convertir en mixto el carril confinado del trolebús y metrobús en el tramo del aeropuerto, para liberar un carril adicional a la circulación general entre la terminal y el Circuito Interior.

Además, el AICM "adoptará" la avenida Santos Dumont para cambiarle la imagen: reducir banquetas sin uso, reordenar maceteros, pintar, retirar más de 120 postes innecesarios y aligerar la sensación de saturación visual que hoy acompaña el acceso.

Taxis, apps y piratas: el otro frente

Padilla alerta sobre uno de los temas más sensibles para los usuarios: el de los taxis.

Reconoce que hay una "deuda arrastrada" y conflictos legales con agrupaciones como Sitio 300, además de adeudos millonarios de varias organizaciones, amparos cruzados y pleitos internos.

"Tenemos 11 agrupaciones, mil 142 permisionarios y mil 558 vehículos aproximadamente", detalla.

"El compromiso del aeropuerto es con la gente que tiene compromiso con el aeropuerto: los taxistas que tienen contrato, pagan sus cuotas y se mantienen al corriente con inspecciones. Pero mientras no pongamos piso parejo para todos, vamos a tener problemas".

En paralelo, el aeropuerto enfrenta la presión de los servicios de aplicación y la "fauna" de taxis pirata que, admite, es un "acecho importante".

La apuesta, explica, es habilitar tres zonas claras para ascenso de taxis y aplicaciones, tanto sobre el circuito como sobre el Eje 1 y cerca de instalaciones de Fuerza Aérea, con espacios amplios, iluminados, con bancas y señalización.

"Seguramente al hacer eso los taxistas autorizados lo van a pelear, pero también a ellos les vamos a arreglar sus áreas, que tengan baños decentes, donde sentarse, que ampliemos sus bolsas o lanzaderas. Es un tema de coordinación", dice.

Agua, pipas y un aeropuerto al límite

El agua es otro de los dolores de cabeza. El director calcula que el AICM gasta entre 120 y 140 millones de pesos al año en pipas, ante la falta de abasto directo suficiente.

"Se nos colapsó la Terminal 2 por agua", recuerda.

"Una cisterna a la que nunca caía agua, por restricciones de la Alcaldía, estuvo seca por mucho tiempo; de repente alguien dejó la válvula abierta, se llenó, se rebosó y anegó un cuarto de máquinas, echó a perder bombas e hidroneumáticos. Ya resolvimos ese problema puntual, pero el tema del agua sigue siendo crítico".

El aeropuerto opera hoy con un promedio de 3.6 millones de pasajeros mensuales. Al cierre de noviembre se acercaba a los 40 millones acumulados y la expectativa, con la temporada alta de diciembre, es igualar los 45.6 millones del año pasado.

Con 44 slots disponibles y aeronaves que en temporadas normales vuelan al 70 u 80 por ciento de ocupación, el cálculo del equipo es que para mayo, junio y julio, ya con el Mundial en puerta, los vuelos vendrán prácticamente llenos.

"Creemos que vamos a tener 50 millones de pasajeros, sin duda en junio, y mayo y julio muy cerca", augura.

"Ya hemos trabajado con esas cifras durante eventos como la Fórmula 1, incluso con obras en curso".

Para entonces, promete, ya no habrá frentes de obra estorbando el flujo de pasajeros.

"Al 30 de abril la comodidad del pasajero debe estar resuelta. En mayo haremos ajustes menores y pruebas; al 15 de mayo ya no debe haber nadie de obra trabajando en el aeropuerto, salvo mantenimiento".

El Almirante sabe que la magna obra dejará observaciones, auditorías y críticas.

"Probablemente, nos observen, probablemente me sancionen, me inhabiliten. No me interesa. Prefiero que me sancionen por hacer, que venir a cobrar y quedarme sentado como pasó en algunas épocas", afirma.

"Quiero que el día que me vaya de aquí, me vaya contento por el esfuerzo. Queremos ser el mejor aeropuerto, cuando menos de América. Estamos muy lejos, sí, pero si no lo queremos, ¿a qué vamos? Nos pusieron aquí y vamos a dar el 100 por ciento o más que todos los que han estado antes. No es un maquillaje, es una cirugía mayor en pleno vuelo", remarca el mando naval.