La competencia electoral siempre será necesaria y conveniente, sobre todo cuando de verdad existan partidos políticos que tengan como fin “…promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de los órganos de representación política y, como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público”, como lo precisa el artículo 3º. de la Ley General de Partidos Políticos.
No obstante, en la gran mayoría de las organizaciones políticas, es costumbre que prevalezca el interés de las cúpulas que los dirigen, quienes se reparten los cargos directivos y las candidaturas con más posibilidades de triunfo, sin importarles los militantes que por años se vienen partiendo el lomo por el partido con la camiseta más que puesta, tatuada.
El caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que viene sumamente desgastado de una alianza electoral inimaginable para muchos, con su ancestral e “irreconciliable” contrincante el Partido Acción Nacional (PAN), así como con el prácticamente difunto Partido de la Revolución Democrática (PRD), suponía la renuncia de sus dirigencias en todo el país —cuando menos la nacional y las estatales—, ya que no rindieron buenas cuentas a su militancia inconforme con los resultados de las elecciones del pasado 2 de junio.
Por el contrario, el día de antier —el domingo—, en su desairada XXIV Asamblea Nacional, el PRI reformó sus estatutos que permiten al actual dirigente Alejandro “Alito” Moreno la posibilidad de permanecer en ese cargo hasta el año 2032, mediante una serie de periodos consecutivos (también fue aprobada la reforma para la reelección de los dirigentes estatales). Seguramente sus aplaudidores le habrán dicho que es indispensable para el otrora partido hegemónico, y que los recientes fracasos electorales no son responsabilidad de él.
En cuanto al PAN probablemente no les interese lo que suceda en la vida interna de su aliado, y hasta quieran borrar de la mente de los mexicanos, urgentemente, la malograda coalición que tuvieron con ellos para superar la paliza recibida en las urnas. Para otras organizaciones que salieron favorecidas con las preferencias electorales, seguramente estarán deseosos de que efectivamente “Alito” Moreno continúe con su afán reeleccionista para sepultar de una vez por todas al PRI.
Pero en ese proceso de reformas estatutarias priistas, y después de la lección impuesta respecto de que con mentiras y arrogancias no se gana la simpatía de un electorado que definitivamente no es tonto, aparece el dirigente estatal del PRI, Alejandro Domínguez, con la inverosímil declaración de que “…la asamblea nacional del partido este domingo no fue para perpetuar a Alejandro Moreno ´Alito´, sino para realizar reformas estatutarias que permitan recuperar las causas priistas y colocarse como un partido social demócrata de centro izquierda, que combata las políticas neoliberales” (El PRI no reformará sus estatutos para perpetuar a Alito: Domínguez, El Diario.mx, nota de César Lozano T., 07 de julio de 2024).
Asimismo, el mencionado dirigente estatal “…lamentó que existan expresiones que manejan la narrativa de que el Consejo Nacional fue un instrumento para prolongar la presidencia de Moreno Cárdenas al frente del PRI, cuando en la realidad, dijo, sólo se propusieron planteamientos para establecer la posibilidad de reelección a las personas presidentas del partido” (ídem).
Con un fuerte descontento de parte de muchos priistas en el país, resulta increíble creer que “sana e inocentemente” se le modifica a los estatutos del partido un aspecto que, indudablemente, es por demás incongruente con los orígenes del mismo y con las acusaciones que se le estuvieron haciendo insistentemente a López Obrador, en cuanto a su supuesta reelección.
Habrá que esperar primeramente si el INE declara procedentes las reformas aludidas, para posteriormente ver si es cierto lo que asegura Alejandro Domínguez, y enterarnos en próximos meses que será una persona distinta a “Alito” la que dirigirá a nivel nacional al PRI. También quedará la interrogante de si, en su caso, Alejandro Domínguez buscará su reelección.
¿Estarán satisfechos los priistas con el desempeño de los “Alejandros”, como para querer su continuidad en las respectivas dirigencias?