Ciudad de México.- Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos, eso presupone un cambio radical en las relaciones entre el vecino del norte y México; de entrada, considerar la posibilidad de que puede cancelar el T-MEC y con eso meter en problema a su propia economía, pero causar una catástrofe en la nuestra.
Durante toda su campaña electoral, Donald Trump utilizó como eje de su narrativa electoral un discurso agresivo contra México: que si no contiene las olas de migrantes; que si es muy laxo, casi cómplice con los grupos criminales que llenan de fentanilo las calles de las ciudades estadounidenses; que si somos el trampolín que utiliza China para que sus productos lleguen a Estados Unidos.
Fue una retahíla de advertencias que le volvieron impopular en México, pero los mexicanos no votan en Estados Unidos y aunque el voto latino le resultó favorable, al menos en nuestro país, desde la parte oficial se le calificó como una amenaza y eso permeó en la opinión pública.
Pero Donald Trump y Claudia Sheinbaum son muy parecidos. Ambos traen la agenda del populismo, él de derecha y ella de izquierda; ambos tienen las cámaras legislativas para respaldarlos y ambos arrasaron en los procesos electorales que enfrentaron.
Ella forma parte de un sistema muy corrupto y él fue sentenciado por utilizar fondos públicos para pagarle a una actriz del cine para adultos a cambio de que guardara silencio sobre los encuentros privados que sostuvieron.
Los amagos de Trump son preocupantes para México, aplicar tasas arancelarias como las que anunció en varias ocasiones presuponen sacarnos del mercado estadounidense y con ello generar un problema local, si esos aranceles aumentan progresivamente como también lo dijo, entonces nos estaría condenando y orillando a buscar nuevos mercados, particularmente los asiáticos como China o los países que integran el grupo de “Los Brics”, con Rusia a la cabeza, pero eso no lo va a permitir tampoco, de ahí que el ahorcamiento económico sería un desastre para nuestro país.

Obligar al gobierno de Claudia Sheinbaum a combatir con más ferocidad a los cárteles de las drogas, también implica que el gobierno mexicano realice una limpia total en muchos de sus mandos militares y policiacos, ligados precisamente a esos grupos, lo cual tendría un impacto directo en la permisividad de Andrés Manuel López Obrador, quien con su política de “abrazos y no balazos” abrió las puertas para que esas bandas criminales se adueñaran de muchas regiones en México.
Más grave todavía es la amenaza de que si Estados Unidos no ve una acción efectiva contra esos grupos criminales, entonces intervendrán de manera directa y vendrán a nuestro país a buscar a los líderes de esos cárteles para llevarlos ante la justicia de Estados Unidos.
Lo anterior no solamente es una abierta provocación, también es un atentado directo a la soberanía de México y eso daría a Sheinbaum Pardo el pretexto perfecto para acusar de intervencionista al gobierno norteamericano.
Si la captura de Ismael Zambada tensó las relaciones y es momento de que el gobierno mexicano no atina a armar todo el cuadro completo para tener una versión confiable y creíble de lo que sucedió, una intervención directa marcaría de inmediato una relación mucho más complicada y menos amable.
Pero así como hay amagos, amenazas y similitudes, también hay diferencias notables en el pensamiento de uno y de otra.
Mientras que Sheinbaum Pardo es promotora de la agenda LGBT y “woke”, cuando ella se suma a la agenda del foro de Sao Pablo y de Puebla, con una promoción plena de la doctrina social y económica del comunismo; Donald Trump es todo lo contrario.
El futuro presidente de Estados Unidos rechaza la agenda “woke” que pregona la libertad sexual, incluyendo niños y niñas, su visión social es mucho más conservadora y rechaza el cabildeo de los lobby´s que promueven la agenda de género, sobre todo de las comunidades LGBT plus; él pone énfasis en el fortalecimiento de la familia como el núcleo fundamental y básico de desarrollo.
Mientras que Sheinbaum Pardo no duda en regalar petróleo a Cuba, apoyar a la dictadura de Nicaragua; decir que es amiga de Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela; o que en sus épocas juveniles participó presencialmente en los movimientos guerrilleros de Perú, como el M-19; y ser fiel guardiana de los regímenes comunistas de Sudamérica, del otro lado la agenda es totalmente diferente.
Donald Trump los fustiga y los acosa; está seguro que el gobierno de Maduro en Venezuela se mantiene por el fraude electoral; considera que China tiene injerencia notable en Nicaragua y extiende sus redes comerciales a países como Perú, Chile, Brasil y Colombia; acusa que los gobiernos de esos países están integrados por personajes corruptos que se enriquecen dejando en la miseria a sus pueblos y por ello los señala como un oprobio y les cuestiona constantemente su desprecio por la gente a la que dicen representar y proteger.
El gobierno de México deberá ser muy cuidadoso de sus expresiones públicas en torno a esos gobiernos dictatoriales, sobre todo si va a opinar favorablemente de ellos; no es momento de ponerse a las “patadas con Sansón” y menos cuando hay tantos focos rojos encendidos.
Puede suceder que ya instalado en la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump “olvide” algunas de esas amenazas, pero no dudará en usarlas si el panorama se le complica y eso va a suceder porque, al igual que Sheinbaum Pardo, tiene polarizada a su nación.