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El cielo de Chihuahua perdió su encanto la noche del sábado 19 de abril.
Una tormenta de arena proveniente de las Dunas de Samalayuca sorprendió a los chihuahuenses que, aunada a un incendio en el relleno sanitario de la ciudad iniciado alrededor de las seis de la tarde, obstruyeron la visibilidad al sur de la H. capital.
La del sábado fue especial porque las impactantes imágenes circularon por las redes sociales y en ellas se podía apreciar la magnitud del meteoro que, hermoso por su naturaleza, no deja de ser peligroso.
Mientras los muy socorridos bomberos de la capital combatían el incendio del relleno sanitario ubicado a la salida hacia Aldama, el espeso humo negro se podía ver a kilómetros de distancia, al tiempo que las condiciones ambientales se complicaban con la llegada de la tormenta de arena.
Ante la compleja situación las autoridades estatal y municipal activaron los protocolos e implementaron operativos de información a la comunidad y patrullajes por las principales vialidades.
Es justo reconocer que los apagafuegos de Chihuahua como cientos de brigadistas que se la están rifando desde hace semanas en los bosques de la entidad para sofocar decenas de incendios, provocados o no, exponen sus vidas y corren altos riesgos de sufrir las consecuencias por inhalar sustancias peligrosas.
Como podremos darnos cuenta, los incendios forestales están devastando miles de hectáreas de bosques que, sumando la contaminación que dejan a su paso, nos dejan vulnerables de padecer o desarrollar enfermedades respiratorias, las que ya se manifiestan en el aumento de citas al médico.
Es claro que el cambio climático, más acentuado en nuestro país y otras regiones del planeta, está pasándonos factura. Esto como consecuencia del aumento de la población y la depredación humana por el vital líquido.
Lo crean o no, el ecocidio de 7 millones de árboles de la selva en el sureste mexicano para colocar vías de tren equivale a la sinrazón de los productores de nueces que mienten cuando dicen que las nogaleras no consumen tanta agua.
En el estado las temperaturas han aumentado al menos 6 grados en los últimos 40 años, al tiempo que las lluvias han disminuido drásticamente, y la poca agua que nos queda para el consumo humano tenemos que compartirla con la industria maquiladora, cervecera, refresquera, ganadera y nogalera.
Igual de criminales son los que talan los bosques de Chihuahua.
Primero fueron los de cuello blanco que amasaron fortunas a costa de los pinos hasta convertirse en acaudalados y respetados empresarios, y le siguen los que con armas de alto poder al hombro y con la complicidad de autoridades, trasladan pesadas cargas de madera ilegal por las carreteras.
En la capital del estado, el relleno sanitario es una monserga que aun después de 21 años sigue dándonos dolores de cabeza, y no sólo metafóricamente.
Desde la fallida intentona de la administración de Juan Blanco para construir un nuevo relleno sanitario y los pérfidos obstáculos que el magnate de los embutidos y las nogaleras, a base de ejercer presión a la jueza federal que dilata la resolución definitiva de un amparo, los capitalinos estamos expuestos al peligro constante de incendios y contaminación.
Son muchos días al mes que los incendios acaparan la atención porque las columnas de fuego y humo se ven en toda la ciudad, pero también la contaminación que generan el transporte público y privado es brutal. Al parecer ya se rindieron los patrulleros, o se acoplaron.
Los pesticidas que usan los productores son cada vez son más peligrosos porque las plagas se hicieron más resistentes.
En las principales urbes del estado la contaminación es una constante; sin embargo, las autoridades responsables no están aplicando los protocolos correspondientes por temor a afectar al sector productivo.
La Profepa dice que ya notificó los dictámenes de las empresas más contaminantes en la capital (no incluye a Juárez), y acusan que el Gobierno estatal y el municipal como coadyuvantes no han aplicado las sanciones.
Entre la madre naturaleza que se expresa con mayor intensidad dado el daño que le hemos causado, la codicia de los dueños de grandes capitales, el egoísmo de los automovilistas y la incompetencia de los gobernantes estamos perdiendo la salud y la calidad de vida.
Pero a ciertos funcionarios les salen ronchas como sarampión cuando se les dice lo que pasa en las calles. A otros se les engrosó la piel como rinoceronte.
Es cuanto.